Editorial

Pantalla en blanco

El cine español necesita un debate público para definir su financiación presente y futura

Que el cine español necesita una industria que lo sustente es una afirmación que se ha repetido hasta la saciedad; que esa industria no existe después de décadas de debates, leyes, decretos y normas de la más variada orientación, es un hecho. El cine español, respetado en términos artísticos, con varios oscars a sus películas y un reconocimiento general, sigue siendo comercialmente débil y no atrae la inversión suficiente. Depende básicamente de las subvenciones que los Gobiernos distribuyen con criterios discutibles y las expectativas de estabilidad industrial parecen inexistentes a ...

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Que el cine español necesita una industria que lo sustente es una afirmación que se ha repetido hasta la saciedad; que esa industria no existe después de décadas de debates, leyes, decretos y normas de la más variada orientación, es un hecho. El cine español, respetado en términos artísticos, con varios oscars a sus películas y un reconocimiento general, sigue siendo comercialmente débil y no atrae la inversión suficiente. Depende básicamente de las subvenciones que los Gobiernos distribuyen con criterios discutibles y las expectativas de estabilidad industrial parecen inexistentes a medio plazo.

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Como toda industria en crisis, el cine merece un debate amplio y serio sobre las vías de financiación y supervivencia. Se trata de aclarar de una vez por todas si la estructura actual de producción y distribución del cine europeo y mundial obliga a que el español mantenga el esquema actual de subvenciones; si ese esquema de ayudas públicas puede ser modificado para incentivar la consolidación de una industria que pueda financiarse con los ingresos en taquilla y qué medidas hay que adoptar para conseguirlo. Las ayudas públicas deben mantenerse; lo que hay que debatir, por ejemplo, es si una parte de esas ayudas tiene que estar condicionada a los resultados en taquilla o a otras fórmulas de empleo e inversión.

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Coincidiendo con el festival de San Sebastián, el mundo del cine inicia la preparación de un amplio congreso en el que se discutan estos y otros problemas del mercado cinematográfico. La idea es defendible. Para quienes consideran que el cine es una actividad artística de primer orden, que representa política y culturalmente a un país, y consideran que al mismo tiempo es una oportunidad de inversión y de negocio, es evidente que algún Gobierno debería haber propuesto tiempo atrás un Libro Blanco sobre el cine que recoja las opiniones de productores, actores, guionistas, distribuidores y propietarios de sala y proponga acciones realistas para crear y consolidar una industria.

Una herramienta así debe comprometer a los Gobiernos para que participen activa e inteligentemente en esta tarea. Hasta ahora, se han limitado a parchear, con mejor o peor fortuna, un plan de supervivencia para el cine. Quizá no sea poco, pero ya no es suficiente; el cine español ha elevado considerablemente la calidad media en los últimos años y ha demostrado que puede ser competitivo.

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