El acento

Primeros turistas en la Luna

El billete para orbitar el satélite de la Tierra cuesta 150 millones de dólares; ya se han reservado dos

MARCOS BALFAGÓN

Tenemos prisa por traer el futuro al presente, pero los precios delatan el extravío. Una empresa virginiana, Space Adventures, presidida por un emprendedor visionario llamado Tom Shelley, enviará los dos primeros turistas a la Luna a finales de 2017 o principios de 2018. El billete cuesta 150 millones de dólares y ya se han hecho dos reservas. Shelley parece un hombre con elevada capacidad de persuasión. Ha sido capaz de convencer a dos milmillonarios (desconocidos hasta el momento, pero en honor a Disney los llamaremos Tío Gilito y Rico McPato) de que ir de vacaciones consiste en enc...

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Tenemos prisa por traer el futuro al presente, pero los precios delatan el extravío. Una empresa virginiana, Space Adventures, presidida por un emprendedor visionario llamado Tom Shelley, enviará los dos primeros turistas a la Luna a finales de 2017 o principios de 2018. El billete cuesta 150 millones de dólares y ya se han hecho dos reservas. Shelley parece un hombre con elevada capacidad de persuasión. Ha sido capaz de convencer a dos milmillonarios (desconocidos hasta el momento, pero en honor a Disney los llamaremos Tío Gilito y Rico McPato) de que ir de vacaciones consiste en encerrarse en una lata de última tecnología —la nave rusa Soyuz, único transporte desde que Obama canceló los transbordadores— durante 17 días (de los cuales 12 son de ida y vuelta), soportar la claustrofobia, el empuje brutal de los despegues y desaceleraciones y afrontar los peligros del espacio —donde casi todo puede matar: la radiación, el vacío, el calor o el frío o la explosión de la nave—, para circunvalar la Luna en una órbita de 100 kilómetros de altura durante cinco días. Todo eso sin contar con que Gilito y McPato tendrán que entrenarse durante meses para estar en condiciones de subir a la Soyuz.

Hay que tener más valor que Allan Quatermain y el Capitán Trueno para hacer todo eso y, además, pagar (150 millones de dólares no es una tarifa low cost). Muy harto tiene que estar uno de la Tierra o de veranear en Benidorm (que también tiene sus riesgos, como el alcohol de garrafa, las vomitonas de los guiris o María Jesús y su acordeón) para afrontar semejantes peligros; y sin posibilidad alguna de renunciar al viaje una vez que la nave ha partido. Los únicos incentivos, y muy dudosos, son la descarga de adrenalina y pasar a la posteridad como los primeros turistas en la Luna.

No es difícil predecir un próspero mercado turístico en el Sistema Solar. La ciencia ficción ha descrito utopías mercantiles más drásticas y febriles. Pero para que eso suceda, el PIB mundial tiene que multiplicarse al menos por 10, que el precio de los viajes caiga en picado —algo que solo se conseguirá con inversión y tecnología— y que se establezcan condiciones de estancia cómoda. Mientras tanto, el turismo lunar será un ejercicio extravagante; para Gilitos y McPatos.

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