Columna

Compensación

En Occidente nosotros crucificamos a los indefensos civilizadamente

Facebook ha experimentado ilegalmente con sus usuarios y ha descubierto que, si les das noticias tristes, se entristecen y se van, y si son alegres, se alegran y se quedan. Una obviedad que todos sabíamos. En efecto, es durísimo leer, por ejemplo, que los yihadistas sirios han crucificado a ocho hombres al considerarlos poco radicales. Tardaron tres días en morir. Un delirio psicópata recorre el mundo islámico y el Mal incendia el planeta. ¿Y qué podemos hacer frente al Mal? Quizá algún bien, porque no podemos irnos de eso como del Facebook. Hay un español, Alí Charafeddine, nacido en Valencia...

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Facebook ha experimentado ilegalmente con sus usuarios y ha descubierto que, si les das noticias tristes, se entristecen y se van, y si son alegres, se alegran y se quedan. Una obviedad que todos sabíamos. En efecto, es durísimo leer, por ejemplo, que los yihadistas sirios han crucificado a ocho hombres al considerarlos poco radicales. Tardaron tres días en morir. Un delirio psicópata recorre el mundo islámico y el Mal incendia el planeta. ¿Y qué podemos hacer frente al Mal? Quizá algún bien, porque no podemos irnos de eso como del Facebook. Hay un español, Alí Charafeddine, nacido en Valencia en 1969, que es coordinador de programas de desarrollo. En diciembre viajó a Bolivia para traer a su pareja (que ha vivido ocho años en España) y a su niña, reconocida por Alí. Les pillaron las inundaciones; Alí pasó tres días sumergido en agua putrefacta y se le gangrenaron las piernas. Durante semanas soportó condiciones infrahumanas, sin antibióticos, sin ayuda, humillado y rechazado por el Consulado de España. De lo buena gente que es Alí da fe el hecho de que sus amigos de las ONG españolas en las que trabajó reunieron el dinero para repatriarle. Llegó a Valencia solo y sin poder andar y le trasladaron a un albergue de San Juan de Dios. Allí sigue en silla de ruedas, y lo único que pide desesperadamente desde hace meses es que arreglen los papeles a su mujer y a su hija para que puedan venir. Pero sólo consigue desdenes y comentarios xenófobos: él se llama Alí, ellas son unas pobres bolivianas. En Occidente nosotros crucificamos a los indefensos civilizadamente, a golpe de burocracia. Por Dios: que alguien ayude a este hombre. Intentemos compensar siquiera un poco el dolor del mundo.

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