Editorial

Mejora europea

El crecimiento de la zona euro favorece la expectativa de recuperación en España

La economía de la eurozona recibió ayer una dosis de optimismo estadístico. El crecimiento del área durante el cuarto trimestre de 2013 fue del 0,3%, una décima más de lo esperado; el crecimiento interanual todavía es débil, pero la mejora trimestral puede ser un indicio de que la fase de estancamiento se ha superado. En el caso de España, está claro que las expectativas económicas de los socios europeos son una condición necesaria para confirmar una cierta recuperación a finales de este año o principios de 2015. Como era de esperar, el crecimiento trimestral de la eurozona se apoya en dos paí...

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La economía de la eurozona recibió ayer una dosis de optimismo estadístico. El crecimiento del área durante el cuarto trimestre de 2013 fue del 0,3%, una décima más de lo esperado; el crecimiento interanual todavía es débil, pero la mejora trimestral puede ser un indicio de que la fase de estancamiento se ha superado. En el caso de España, está claro que las expectativas económicas de los socios europeos son una condición necesaria para confirmar una cierta recuperación a finales de este año o principios de 2015. Como era de esperar, el crecimiento trimestral de la eurozona se apoya en dos países. Alemania creció el 0,3%, debido sobre todo al aumento de las exportaciones, mientras que la economía francesa creció el 0,4%, en este caso gracias a la evolución favorable del consumo.

El problema es que el euro no es solamente Francia o Alemania. La fortaleza de una zona económica es también la que tienen sus eslabones más débiles; en este caso Grecia, donde el paro juvenil es muy elevado (61%) y Chipre. Aunque sea precipitado, y a sabiendas de que los mercados financieros fragmentados obstaculizan el traslado de las mejoras en crecimiento y financiación al grueso de la ciudadanía, parece que este es el momento de tomar decisiones de política económica que refuercen las posibilidades de recuperación en los países con más desempleo (Grecia, España y Portugal, sobre todo).

Pero las posibles decisiones de estímulo están condicionadas por la falta de instituciones europeas que coordinen las políticas económicas y por la presión política que se ejerce sobre el BCE, una institución cuya independencia debería manifestarse, además de en declaraciones formales, en un respeto a sus programas. En las condiciones actuales, cualquier medida monetaria no convencional, similar a las que ha aplicado la Fed, o incluso una rebaja de tipos al 0% —ahora que el continente atraviesa por una fase de desinflación— provocaría tensiones políticas exacerbadas en el área alemana de influencia (Holanda, Finlandia o Austria).

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Así pues, aparte de las posibles ayudas comunitarias a la inversión, muy tasados, el grueso de las políticas de estímulo posibles para reforzar la tasa de crecimiento queda confiado a las políticas nacionales. Y se resumen en políticas fiscales más expansivas apoyadas en reformas fiscales; reforma que en España, por cierto, no tiene fecha ni plazo.

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