Editorial

Crecimiento frágil

La expectativa de recuperación puede quebrarse si persisten los problemas monetarios y bancarios

El hecho de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) haya elevado sus previsiones de crecimiento para España en 2014 desde el 0,2% apuntado en sus informes de octubre hasta el 0,6% en su pronóstico actual es el mejor indicador de la confianza internacional en el fin de la recesión española. El pronóstico no se basa solamente en los parámetros españoles —el Fondo ha rebajado sistemáticamente el optimismo oficial— sino también en la percepción de que en la economía mundial “se han levantado los frenos a la recuperación y el lastre de la consolidación fiscal se está disolviendo”, en palabras de...

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El hecho de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) haya elevado sus previsiones de crecimiento para España en 2014 desde el 0,2% apuntado en sus informes de octubre hasta el 0,6% en su pronóstico actual es el mejor indicador de la confianza internacional en el fin de la recesión española. El pronóstico no se basa solamente en los parámetros españoles —el Fondo ha rebajado sistemáticamente el optimismo oficial— sino también en la percepción de que en la economía mundial “se han levantado los frenos a la recuperación y el lastre de la consolidación fiscal se está disolviendo”, en palabras del economista jefe del FMI, Olivier Blanchard. Lo que la institución está dibujando —para la economía mundial, Europa y España— es un punto de inflexión, una fase previa a la recuperación económica; es mucho, pero no da pie a pensar en una recuperación plena.

El propio Fondo recuerda que el crecimiento mundial sigue siendo “demasiado bajo, demasiado frágil y demasiado desigual”. La recuperación europea es más lenta y, en el continente, la española estará entre las rezagadas. Al margen de que las predicciones, incluso las más optimistas, siempre incluyen cautelas y riesgos, resulta notable la insistencia del FMI en pedir que no se retiren los estímulos monetarios apresuradamente y en reclamar una unión bancaria que no acaba de cuajar con la suficiente presteza. Es decir, que la nueva fase de crecimiento mundial (los “siete años de vacas gordas” deseados por Christine Lagarde) puede quebrarse si se toman decisiones apresuradas o no se resuelven del todo los problemas bancarios y financieros, o se cae en un modelo de crecimiento con escasa creación de empleo.

En el caso de España, el diagnóstico es meridiano: el crecimiento será bajo en 2014 y 2015 (0,6% y 0,8% respectivamente), debido a la acumulación de deuda privada y pública y a la fragmentación financiera. El discurso no es muy distinto del expuesto por la Comisión Europea, quien recuerda que la banca española ya no tiene problemas de solvencia ni de liquidez, pero observa que el crédito sigue sin fluir, que el negocio bancario cae y que la debilidad de la economía puede deteriorar los activos consolidados. Para que en España puede hablarse de recuperación es necesario al menos que concluyan los ajustes (inmobiliario, empleo), algo de lo que solo cuando avance 2014 se tendrá seguridad, y que crezcan el consumo y la inversión. Todo eso, ahora mismo, es expectativa.

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