Editorial

Cabemos todos

El Rey defiende una España diversa y capaz de reformarse sobre la base de la ley y el diálogo

El mensaje navideño del Rey era esperado con una expectación igual o superior al que despertaron los más comprometidos de sus 38 años de reinado. Nunca los españoles habían soportado en ese largo periodo histórico una crisis económica de la envergadura de la que viene deteriorando sus condiciones de vida desde hace ya seis años. Tampoco un deterioro institucional tan palpable, que no excluye a la propia institución monárquica, y una crisis de identidad nacional, que procede de la voluntad independentista de muchos catalanes, apoyada por buena parte de sus clases dirigentes.

Ante una sit...

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El mensaje navideño del Rey era esperado con una expectación igual o superior al que despertaron los más comprometidos de sus 38 años de reinado. Nunca los españoles habían soportado en ese largo periodo histórico una crisis económica de la envergadura de la que viene deteriorando sus condiciones de vida desde hace ya seis años. Tampoco un deterioro institucional tan palpable, que no excluye a la propia institución monárquica, y una crisis de identidad nacional, que procede de la voluntad independentista de muchos catalanes, apoyada por buena parte de sus clases dirigentes.

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Ante una situación así lo que dijera el Rey en su tradicional mensaje navideño tenía una especial relevancia. 2013 concluye, además, sin que la leve mejoría de los datos macroeconómicos que aduce el Gobierno haya tenido la más mínima incidencia sobre la situación cada vez más precaria de las clases medias y trabajadoras. El descrédito de los políticos ha seguido en caída libre a lomos de los casos de corrupción que afectan a los partidos —en este año especialmente al del Gobierno—, a organizaciones empresariales y sindicales, así como a sectores diversos de las administraciones públicas. Uno de esos casos de corrupción, el que afecta al yerno del Rey, Iñaqui Urdangarin, planea dolorosamente en este final de año sobre la familia real ante la incógnita todavía no despejada de la posible imputación de la infanta doña Cristina.

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Dentro de los condicionantes de índole constitucional que limitan la toma de posición del Rey sobre los temas sujetos a la acción política, el mensaje navideño de don Juan Carlos no ha defraudado. Contiene, en primer lugar, un reconocimiento al sacrificio de los amplios sectores sociales que están soportando de manera más incisiva la crisis económica, así como una firme llamada al compromiso ético en los comportamientos de dirigentes políticos, económicos y sociales, del que él no se excluye al asumir en su puesto “las exigencias de ejemplaridad y transparencia que reclama la sociedad”.

La constatación de que “hay voces en nuestra sociedad que quieren una actualización de los acuerdos de convivencia” será interpretada, sin duda, como una referencia realista a lo que sucede en Cataluña. El Rey admite que esa cuestión, como otras, podrá resolverse con realismo, con esfuerzo y con un funcionamiento correcto del Estado de derecho, y no deja de recordar los efectos beneficiosos que para el bienestar y la convivencia de los españoles ha tenido y tiene el modelo constitucional de 1978, aunque existan aspectos que mejorar en la calidad de nuestra democracia. Nunca de manera tan explícita ha señalado el Rey el modelo de nación que promueve la Corona, “una España abierta en la que cabemos todos”, y cuyos nexos de unión son “la intensidad de los afectos y lazos históricos, las culturas que compartimos, la convivencia de nuestra lenguas y la aceptación del diferente”.

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