Cristina Fernández se quita el luto

Lo ha hecho tres años después de la muerte de su marido y tras 47 días de convalecencia en la residencia presidencial de Olivos

Cristina Fernández, con el presidente de la compañía química alemana BASF, Kurt Bock, en la residencia oficial el pasado fin de semana. EFE

Han tenido que pasar tres años desde el fallecimiento de su marido, el expresidente argentino Néstor Kirchner (2003-2007), y un mes y medio de excedencia por una cirugía craneal para que Cristina Fernández dejara de vestirse completamente de negro. La jefa de Estado de Argentina no solo ha regresado a sus funciones hace dos semanas con un cambio de ministros y de políticas, tales como el acuerdo con Repsol, sino que además ha ido dejando de manera paulatina el luto que guardó por el compañ...

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Han tenido que pasar tres años desde el fallecimiento de su marido, el expresidente argentino Néstor Kirchner (2003-2007), y un mes y medio de excedencia por una cirugía craneal para que Cristina Fernández dejara de vestirse completamente de negro. La jefa de Estado de Argentina no solo ha regresado a sus funciones hace dos semanas con un cambio de ministros y de políticas, tales como el acuerdo con Repsol, sino que además ha ido dejando de manera paulatina el luto que guardó por el compañero de toda su vida sentimental y política.

Fernández reapareció hace dos semanas después de la operación por el hematoma craneal con jersey y falda negras, pero una blusa blanca. Dos días después, al tomar juramento al jefe de Gabinete de Ministros, Jorge Capitanich, y a los ministros de Economía, Axel Kicillof, y de Agricultura, Carlos Casamiquela, lució de camisa negra y falda con vivos gris plateado. Pero la declaración final del luto ocurrió el pasado martes, al día siguiente del principio de acuerdo para indemnizar a Repsol por la nacionalización del 51% de YPF, cuando vistió una blusa blanca de manga larga con encaje y transparencias, esta vez sin jersey negro, en una reunión con el presidente de la petroquímica alemana BASF, Kurt Bock, cuya empresa invertirá en el rico yacimiento de hidrocarburos Vaca Muerta, en el sur de Argentina.

A sus 21 años, en 1974, Fernández conoció a Kirchner. Él, oriundo de la provincia sureña de Santa Cruz, había ido a estudiar Derecho en La Plata, la ciudad de la presidenta argentina. Ambos compartían carrera y militancia en el peronismo de izquierda, aunque se conocieron por unos amigos en común. Desde entonces permanecieron juntos 36 años, incluidos 35 de matrimonio, con dos hijos, Máximo y Florencia. En 1976, tras el golpe de Estado que inauguró la última dictadura militar de Argentina (1976-1983), se alejaron de La Plata, donde el régimen comenzaba a secuestrar a sus correligionarios, y se marcharon a Santa Cruz. Tras el regreso de la democracia, en 1983, ambos fundaron el ateneo Juan Domingo Perón, desde el que comenzaron una carrera política conjunta. En 1989, ella asumió su primer cargo público, como diputada provincial, mientras su marido era alcalde de Río Gallegos, capital de Santa Cruz.

Ambos constituyeron una dupla política con proyección nacional. En los 90 él llegó a gobernador santacruceño, mientras ella se destacaba en el Senado de Argentina como una rebelde. Después Kirchner se consagró jefe de Estado en 2003 y Fernández consolidó el dominio kirchnerista en el peronismo al vencer en unas elecciones a senador por la provincia de Buenos Aires en 2005. Dos años después, ella asumió como presidenta y en 2009 él sufrió una derrota en unos comicios a diputado en territorio bonaerense. Kirchner además era el poder en las sombras en el Gobierno de Fernández hasta que falleció en 2010 a los 60 años. Ella tenía 57. Nunca fue una mujer conservadora, más allá de su rechazo a la despenalización del aborto, pero desde entonces permaneció tres años vestida de negro.

El tercer aniversario de la muerte de Kirchner, el pasado 27 de octubre, coincidió con las últimas elecciones legislativas, en las que el kirchnerismo se mantuvo como primera fuerza nacional y con mayoría parlamentaria, pero perdió en los cinco principales distritos. Para entonces, Fernández, a sus 60 años, cumplía un estricto reposo por la cirugía a la que se había sometido el 8 de octubre. En su obediencia a los médicos se diferenció de su marido. La presidenta no corrió ningún riesgo serio con la operación, no es que ha regresado de la muerte a la vida, pero sí ha optado por una vuelta al trabajo con el blanco, por ahora sin otro color. La prensa argentina vincula el cambio tanto a la superación del problema de salud como a que ya han pasado los tres años de luto que guardaban las viudas a principios del siglo XX.

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