Cartas al director

Emocionarse

Ayer fue un día de perros. Ya saben: esos días en los que parece que el mundo ha decidido ponernos la zancadilla. Me desperté con malas noticias, comí con mala cara, fui al trabajo esperando encontrarme con un panorama más aterrador si cabe, y entonces, intentando encontrar un hueco en el tranvía, la vi.

No cabía duda: aquella revista estaba hecha para ser devorada con los ojos. Unas enormes letras palo seco amarillo parecían gritarme desde lejos que las observara. “Silicon Valley”, sobre el fondo gris neutro de la fotografía. Y luego, la cabecera y poco más. Nada de horrorosos titulare...

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Ayer fue un día de perros. Ya saben: esos días en los que parece que el mundo ha decidido ponernos la zancadilla. Me desperté con malas noticias, comí con mala cara, fui al trabajo esperando encontrarme con un panorama más aterrador si cabe, y entonces, intentando encontrar un hueco en el tranvía, la vi.

No cabía duda: aquella revista estaba hecha para ser devorada con los ojos. Unas enormes letras palo seco amarillo parecían gritarme desde lejos que las observara. “Silicon Valley”, sobre el fondo gris neutro de la fotografía. Y luego, la cabecera y poco más. Nada de horrorosos titulares por todas partes y letras luchando por el protagonismo, solo el glorioso espacio gris y las anotaciones pertinentes.

Sé que parece ridículo. ¿Cómo puede nadie emocionarse con una portada? Pero es que una portada dice muchas cosas. Hoy más que nunca nos obligan a tragarnos lo que dicen las portadas, sin gracia, sin convicción, a ritmo de decreto mecánico. Parece que hacer las cosas con amor no se lleva. Ver que todavía hay gente que se esfuerza en aportar algo de valor y que además lo hace con convicción, con ganas de mirar hacia delante; en definitiva, con corazón, me emociona. Así que gracias por darle un aire fresco a la revista. Un sensiblero lector os saluda. Seguid así.

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