Berlusconi juega el as de corazones marcado

Campanas de boda en el clan de Il Cavaliere. Francesca Pascale se lleva el gato al agua. Un gato con el agua al cuello, que no da puntada sin hilo El anuncio de noviazgo precedió a la caída de Monti. El de su boda coincide con la agonía del Gobierno de Letta El tres veces primer ministro de Italia, ahogado, lanza su mensaje de amor. Y sus mujeres salen a defenderlo

Silvio Berlusconi y Francesca Pascale abandonan el escenario de una protesta por la condena del primero por fraude fiscal, en agosto en Roma.A. BIANCHI (REUTERS)

Se nos casa. Silvio Berlusconi, que cumplirá mañana 77 años con más pelo que cuando entró en política hace dos décadas, ha decidido por fin sentar la cabeza. La afortunada es Francesca Pascale, una joven de Nápoles solo medio siglo más joven que él, su novia oficial desde que, en 2010, su segunda esposa y madre de tres de sus cinc...

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Se nos casa. Silvio Berlusconi, que cumplirá mañana 77 años con más pelo que cuando entró en política hace dos décadas, ha decidido por fin sentar la cabeza. La afortunada es Francesca Pascale, una joven de Nápoles solo medio siglo más joven que él, su novia oficial desde que, en 2010, su segunda esposa y madre de tres de sus cinco hijos, Veronica Lario, pidiera el divorcio tras declarar a los cuatro vientos: “Silvio está enfermo. No puedo estar con un hombre que frecuenta a menores de edad”. ¿Se refería Lario, actriz secundaria en telefilmes como La viuda y el policía o El magnífico cornudo, a Pascale? No necesariamente.

Hay que tener en cuenta que el jovencísimo harén a sueldo del tres veces primer ministro italiano llegó a tener en cartera 130 muchachas, algunas de ellas alojadas y mantenidas en Via Olgettina, 65, un edificio situado en Milano 2, el barrio construido por Berlusconi en los años setenta y que constituyó el pelotazo que fundó un imperio. La pupila más famosa de las noches locas de la mansión de Arcore resultó ser Karima el Mahrough, de nombre artístico Ruby Corazones. No solo por su físico de infarto —ahí está Nicole Minetti, una azafata televisiva a quien Berlusconi convirtió en consejera de Lombardía y alcahueta de lujo— o por su donaire natural —la dominicana Marysthelle Polanca se disfrazaba como nadie de Obama y de Ronaldinho, y aun de monja lasciva—, sino por lo que sucedió la ya famosa noche del 27 al 28 de mayo de 2010.

“Con Berlusconi en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe”, ha escrito en las redes sociales Francesca

El entonces primer ministro telefoneó desde París a la comisaría central de Milán para que pusieran en libertad a Ruby, que había sido detenida por birlarle cuatro chucherías a una joven meretriz con la que compartía piso. Berlusconi alegó que era la sobrina del entonces presidente egipcio Hosni Mubarak —en realidad era marroquí— y que su detención podría originar un conflicto diplomático. Según la justicia italiana, que el pasado mes de junio condenó al político y magnate por prostitución de menores y abuso de poder, la verdadera razón de la llamada era evitar que saliera a la luz “el sistema de prostitución organizado en la mansión de Arcore para la satisfacción del placer sexual de Berlusconi”. Y, sobre todo, impedir a toda costa que trascendiera que en aquellas fiestas con final feliz participaba una —al menos una— menor de edad.

¿Y qué tienen que ver estos trapos sucios con la buena nueva del casamiento —a la tercera va la vencida— de Berlusconi? Pues, para empezar, que está científicamente demostrado que Il Cavaliere no da puntada sin hilo. Todas las acciones de su vida privada que trascienden —al margen, claro está, de los pinchazos telefónicos ordenados por “esos jueces comunistas y esas juezas feministas” que, según dice, la tienen tomada con él— persiguen un fin. Su fino olfato político, unido a su gran conocimiento del carácter de los italianos y a un equipo de asesores que toman el pulso y la temperatura constantemente al ánimo del personal, le están aconsejando ahora —tal vez el momento más difícil de su larga carrera política y judicial— que envíe el mensaje de hombre hogareño, enamorado y hasta rezador —“¡aquel trueno!, vestido de nazareno”, que diría Antonio Machado—. Un mensaje que, casualidades tiene la vida, ya envió en enero de 2011 y a mediados del pasado mes de diciembre.

Francesca Pascale, el pasado julio, abandona la residencia de Berlusconi con 'Dudú', el caniche de Berlusconi.ALBERTO PIZZOLI (AFP)

La primera vez coincidió precisamente con el escándalo de Ruby. Sin dar su nombre, “para no exponerla mediáticamente”, Berlusconi anunció que los desenfrenos nocturnos que se le atribuían eran falsos por cuanto, desde que se separó, tenía una novia que le acompañaba en las fiestas. Ahí quedó la cosa para quien quisiera creerle, esto es, millones de italianos que, llueva o truene, siguen apoyándolo elección tras elección.

La segunda vez que el clan Berlusconi puso en juego la carta marcada del as de corazones fue a finales de 2012. La noticia de que Silvio Berlusconi y Francesca Natale eran novios se hizo pública coincidiendo con su regreso a la política, provocado a su vez por la condena —todavía en segunda instancia— en el caso Mediaset. Aquel varapalo judicial —cuatro años de cárcel y entre tres y cinco de inhabilitación— le hizo salir de su retiro fingido, cargarse el Gobierno técnico de Mario Monti —al que había sostenido de mala gana durante el año anterior— y anunciar su regreso a los ruedos. Una situación objetivamente tan adversa tenía que ser contrarrestada, y Berlusconi se dejó fotografiar en una pizzería junto a su hija Marina —la mayor de los cinco hijos, heredera de su imperio empresarial y tal vez también del político—; la dirigente de su partido Daniela Santanchè, jefa del núcleo duro del Pueblo de la Libertad (PDL), y su amada Francesca. No se trataba de una reunión de la asociación de amigos de la cirugía estética, sino —como ahora— de la puesta en escena de una operación mediática.

Si el anuncio de noviazgo precedió al deceso del Gobierno de Monti, el anuncio de boda —contado por la joven Francesca, de 27 años, en la edición italiana del Vanity Fair— coincide con los estertores del Gobierno de Enrico Letta. No hay que olvidar que Berlusconi apoyó un Gobierno de coalición entre el centro-izquierda del Partido Democrático (PD) y el centro-derecha que él lidera a cambio de que se resolvieran sus problemas judiciales. En traducción libre, pero muy ajustada a la realidad de los hechos: “Yo apoyo al Gobierno que necesita Italia a cambio de un salvoconducto que me evite la cárcel o el exilio”. Pero el salvoconducto no solo no ha llegado, sino que, desde que Letta llegó al poder, Berlusconi ha sido condenado en sentencia firme dos veces, por fraude fiscal en el caso Mediaset —cuatro años de cárcel, de los que tendrá que descontar uno en arresto domiciliario o en servicios sociales— y en el caso Mondadori, por adjudicarse la editorial sobornando a un juez —tendrá que pagar 541 millones de euros al empresario Carlo De Benedetti, que perdió el juicio amañado—. Para completar el cuadro, el Senado debate estos días su expulsión en virtud de una ley contra la corrupción que apoyó el Gobierno técnico.

Ruby Robacorazones, en noviembre de 2010.REUTERS

Así que Berlusconi ha tocado a rebato y las mujeres de la casa han acudido a defenderlo. Mientras, en Milán o Bari, fiscales y jueces siguen analizando hasta qué punto los vicios secretos de Berlusconi pusieron en peligro su gestión como primer ministro, sus hijas Marina —de su primer matrimonio— y Barbara —de su segundo— han salido públicamente a defenderlo, al tiempo que Francesca Pascale ha cumplido su sueño de una entrevista en primera página de revista junto a un novio tan estirado y maquillado que parece embalsamado. La joven, nacida en un barrio de Nápoles, licenciada en Ciencias Políticas y durante un tiempo concejal del PDL, siempre se sintió atraída por los focos. Alcanzó el estrellato local haciendo de bailarina en Telecafone (Telecateto). Salía en biquini junto a otras tres muchachas cantando un tema que no se llamaba a engaño: “Si te bajas las bragas, sube la audiencia”. Pecados de juventud, admite ahora. Luego emprendió el viaje más rentable de su vida. “Cuando se me puso en la cabeza llegar hasta Berlusconi era todavía menor de edad, ¿sabe?”, dice picarona, consciente y feliz de ser, entre todas las chicas de Arcore, la que se ha llevado el gato al agua.

Un gato, por cierto, con el agua al cuello. Pero eso no parece importarle a Francesca. “Con Berlusconi en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe”, ha dejado escrito en las redes sociales, que se han desternillado advirtiendo que lo de la pobreza es relativo. Veronica Lario, la segunda exesposa, cobra al mes tres millones de euros —100.000 euros al día— para sobrellevar el luto de haberse casado con Berlusconi. A pesar del medio siglo de distancia y del carácter espiritoso de ambos, tanto en la entrevista de Francesca como en otra que ha concedido ahora Alfredo Pezzotti, mayordomo de Il Cavaliere durante los últimos 25 años, se incide hasta la saciedad en la normalidad de la pareja. “Desayunan juntos en la cama”, dice Pezzotti, el indiscreto a sueldo, “él, biscotes y té, y ella, zumo de naranja. Juegan y se ríen con Dudú. El presidente lo trata como a un hijo, le deja incluso que se siente en los sillones. Y es que es tanto o más limpio que un humano…”. Dudú, ya lo saben todos los italianos, es el caniche blanco de Berlusconi.

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