Cartas al director

Beduinos de altura

Grande, Lola Huete, acercándose a las fronteras del dolor. Esta vez al Tíbet exiliado en Dharamsala, donde se trabaja cada día con paciencia milenaria para convencer y, si eso sucede, vencer por fin. En su reportaje se lee entre líneas que el Tíbet del futuro no será ya una teocracia, que se trabaja también en la modernización y en la democratización. Tal vez tuviera razón el Dalai Lama con sus dos polémicas decisiones: no pedir la independencia a China, sino la autonomía, y apartarse de la vida política. Siempre soñamos con una visita del Dalai a los campos de refugiados del Sáhara para naveg...

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Grande, Lola Huete, acercándose a las fronteras del dolor. Esta vez al Tíbet exiliado en Dharamsala, donde se trabaja cada día con paciencia milenaria para convencer y, si eso sucede, vencer por fin. En su reportaje se lee entre líneas que el Tíbet del futuro no será ya una teocracia, que se trabaja también en la modernización y en la democratización. Tal vez tuviera razón el Dalai Lama con sus dos polémicas decisiones: no pedir la independencia a China, sino la autonomía, y apartarse de la vida política. Siempre soñamos con una visita del Dalai a los campos de refugiados del Sáhara para navegar sobre un mar de cabezas infantiles, idénticas a las de los niños tibetanos; la túnica azafrán entre melfas y ‘darráas’. Y es que son muchas cosas (y mucho dolor) las que los hacen iguales ante la historia. Ya lo dice este reportaje: tibetanos, beduinos de altura.

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