Columna

Los infalibles

La Iglesia católica tiene por costumbre poner en conserva las nuevas ideas, pero casi siempre fue de una inteligencia rápida a la hora de incorporar las novedades tecnológicas

El milagro será este lunes. El Papa va a inaugurar una cuenta en Twitter. Dicen que Benedicto XVI no es un entusiasta de los nuevos cacharros y que se resiste a navegar por Internet. Un recelo que se supera pronto. Desde el Vaticano ya han difundido una fotografía del sumo pontífice con su iPad, observándolo como azúcar en bruto, y escribiendo un adelanto de la gran epifanía virtual: “Acabo de lanzar News.va ¡Alabado sea nuestro Señor Jesús Cristo!”. Cuando reciba el eco, el carillón del trendic topic, el severo teólogo Ratzinger pasará a disfrutar de la nueva herramienta pap...

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El milagro será este lunes. El Papa va a inaugurar una cuenta en Twitter. Dicen que Benedicto XVI no es un entusiasta de los nuevos cacharros y que se resiste a navegar por Internet. Un recelo que se supera pronto. Desde el Vaticano ya han difundido una fotografía del sumo pontífice con su iPad, observándolo como azúcar en bruto, y escribiendo un adelanto de la gran epifanía virtual: “Acabo de lanzar News.va ¡Alabado sea nuestro Señor Jesús Cristo!”. Cuando reciba el eco, el carillón del trendic topic, el severo teólogo Ratzinger pasará a disfrutar de la nueva herramienta papal con una excitación de pescador juvenil. La Iglesia católica, como acreditada institución dogmática, tiene por costumbre poner en conserva las nuevas ideas, pero casi siempre fue de una inteligencia rápida a la hora de incorporar las novedades tecnológicas. ¡Una cosa era Franklin, taimado masón, y otra el bendito pararrayos! Si me permiten la asociación narrativa, no resulta tan raro el protagonismo del todopoderoso electricista en el extraño caso del Códice Calixtino de la catedral de Santiago. Es a la vez el personaje más medieval y moderno en esta especie de representación, a igual que el mítico botafumeiro es un artilugio futurista, una versión fascinante del péndulo de Foucault. ¿Serán infalibles los tuits del Papa? ¿Tendremos que aceptar, como parte del desahucio general, la desaparición de la mula y el buey del pesebre de Belén? ¿Resistirá el botafumeiro? Lichtenberg, otro amigo de Franklin y los pararrayos, se reía del adjetivo incomparable: “Demuestra a lo que pueden llegar las palabras en el mundo”. Más absurdo todavía suena el calificativo infalible. Pero la infalibilidad ya no es un poder papal. Es el lenguaje de la OCDE, del FMI, de las agencias de calificación, del BCE, y de la neoteología económica dominante. El dogma de aumentar la desigualdad, acabar con la sociedad de trabajadores y santificar el consumo. ¡Qué me expliquen ese trendinc topic!

 

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