Cartas al director

Aplausos, risas y jarana

Aplauden, se ríen. El jolgorio propio de un graderío en final continental animando los tantos de su equipo se lo provoca a la derecha dominante un ramillete de recortes que afecta a decenas de miles de personas, con sus familias. Y les afecta en la dificultad de la única vida que tienen. El aumento del sacrificio requerido puede ser discutible, o no, pero merece, al menos un respeto. Si la tensión de lo que en el hemiciclo tenía que suceder provocó esas desafortunadas expresiones de júbilo, pienso que los ciudadanos merecemos al menos una disculpa.

Sin embargo, conociendo la catadura de...

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Aplauden, se ríen. El jolgorio propio de un graderío en final continental animando los tantos de su equipo se lo provoca a la derecha dominante un ramillete de recortes que afecta a decenas de miles de personas, con sus familias. Y les afecta en la dificultad de la única vida que tienen. El aumento del sacrificio requerido puede ser discutible, o no, pero merece, al menos un respeto. Si la tensión de lo que en el hemiciclo tenía que suceder provocó esas desafortunadas expresiones de júbilo, pienso que los ciudadanos merecemos al menos una disculpa.

Sin embargo, conociendo la catadura de quienes así se comportaron, nada espero. Envalentonados en su abrumadora mayoría se comportan como patricios reordenando el cortijo, tratando a la plebe sumisa como a deficientes acríticos (y algo de eso hay). Recuerdo aún con dolor otros aplausos de estos mismos, y una jarana semejante, cuando alegremente nos embarcaron en una guerra que años después exhibe unos logros resumibles en decenas de miles de cadáveres y una creciente inseguridad y polarización mundial. Sospecho, que como entonces, sus líderes espirituales les llevan por camino equivocado, al menos para la mayoría. Como sus armas de destrucción masiva es posible que el crecimiento y el empleo prometidos no lleguen nunca a aparecer. Mientras tanto se desternillan, jo que risa.— José Luis Peira García. Piloña, Asturias.

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Me niego a que ni un solo céntimo de mis impuestos acabe pagando la nómina de diputada de la señora Fabra. Me da igual que sus aplausos y sus expresiones soeces vayan destinadas a los parados, o a sus compañeros del Parlamento (por muy del partido contrario que sean).— Pilar Ortiz Vergara. Barcelona.

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