Columna

Pim, pam, pum

La situación es demasiado grave para que la resuelvan las sonrisas planas de un gobierno que, hasta el momento, no ha demostrado tener más dimensiones que los muñecos de un teatrillo de marionetas

Ahora resulta que no es sólo Bankia. Ahora, hacen falta 9.000 millones más para dos cajas que ya están nacionalizadas. ¿Y qué son 9.000 millones? Pues nada, una menudencia... Por si faltaba algo, un presidente del gobierno que ha concedido una sola entrevista en siete meses, adopta la mueca imperturbable que ha ensayado ante el espejo para salir sonriendo en las fotos, y con un aire de suficiencia verdaderamente incomprensible, recomienda a los medios que si quieren saber cifras, le pregunten a él.

Hace muchos años, en una fiesta del Partido Comunista Italiano, vi unos tenderetes en los...

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Ahora resulta que no es sólo Bankia. Ahora, hacen falta 9.000 millones más para dos cajas que ya están nacionalizadas. ¿Y qué son 9.000 millones? Pues nada, una menudencia... Por si faltaba algo, un presidente del gobierno que ha concedido una sola entrevista en siete meses, adopta la mueca imperturbable que ha ensayado ante el espejo para salir sonriendo en las fotos, y con un aire de suficiencia verdaderamente incomprensible, recomienda a los medios que si quieren saber cifras, le pregunten a él.

Hace muchos años, en una fiesta del Partido Comunista Italiano, vi unos tenderetes en los que se animaba a los asistentes a derribar, a pelotazo limpio, a unos muñecos identificados con las más sonrientes fotografías de los líderes de la Democracia Cristiana. Hace muchos años olvidé aquella escena, y sin embargo, la sonrisa de Rajoy me la devuelve a diario desde hace algún tiempo. Y no porque tenga ganas de darle un pelotazo, no es eso, lo prometo, sino porque el devenir del actual gobierno cada día resulta más irreal, sus miembros más frágiles, sus expresiones de confianza más ficticias, hasta el punto de que sus sonrisas parecen flotar en el aire como entes autónomos, desprendidos de sus rostros, de unos cuerpos que ni siquiera parecen tales, sino siluetas de cartón con una foto pegada encima. Como los muñecos en el pim, pam, pum, decía una vieja canción.

Y sin embargo, no es divertido. El baile de cifras en el que nos ha tocado vivir, ayer 23.000 millones, hoy 9.000, mañana quién sabe, proyecta la sombra de una pobreza fulminante, desproporcionada, injusta y tan tridimensional como la realidad, sobre el futuro de nuestro país. Una situación demasiado grave para que la resuelvan las sonrisas planas de un gobierno que, hasta el momento, no ha demostrado tener más dimensiones que los muñecos de un teatrillo de marionetas.

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