Aulas llenas con alumnos de cursos diferentes: el ‘efecto Airbnb’ y la caída demográfica precarizan las escuelas del centro de París
Las dinámicas urbanísticas, el avance de la educación privada y la reducción de medios por parte del Estado obligan a los colegios implantar aulas de doble y triple nivel de edad para sobrevivir, tal y como se hace en la Francia rural
La escuela Vertus, en los confines del céntrico Le Marais parisino, está empapelada estos días con carteles de protesta. No es la única. La mayoría de colegios del mismo distrito, que comprende tres barrios, llevan protestando desde hace semanas por el nuevo cierre de clases que se avecina el próximo septiembre. Las razones demográficas y urbanísticas se mezclan en la coctelera del desmantelamiento público con un avance paulatino...
La escuela Vertus, en los confines del céntrico Le Marais parisino, está empapelada estos días con carteles de protesta. No es la única. La mayoría de colegios del mismo distrito, que comprende tres barrios, llevan protestando desde hace semanas por el nuevo cierre de clases que se avecina el próximo septiembre. Las razones demográficas y urbanísticas se mezclan en la coctelera del desmantelamiento público con un avance paulatino e implacable del modelo privado de educación. El resultado es la previsión de eliminar 110 plazas de profesor, que se traducirán en unas 180 clases, aunque el Ministerio de Educación deslizó a este periódico que podrían ser más. Una cifra, en cualquier caso, que engrosa un largo acumulado —unas 500 clases— y que conduce a la precarización de la legendaria educación francesa: aulas superpobladas donde, a menudo, se agrupa a alumnos de tres edades diferentes. El viejo retrato de la escuela rural, en suma, trasplantado al corazón de la capital de la segunda economía de la zona euro.
El centro de París, como el de tantas otras grandes ciudades, sufre la corrosión del turismo, la gentrificación y un tejido social conformado cada vez más por un perfil de habitantes en tránsito, los llamados expatriados: directivos y altos empleados que cambian de destino internacional regularmente. Los precios del alquiler, la falta de vivienda y la progresiva desaparición del comercio tradicional van ahora acompañados del cierre constante de clases en las escuelas públicas. El próximo septiembre, pese a que el presupuesto de Educación sigue siendo la partida más elevada de las cuentas nacionales (88.600 millones de euros) se prevé la supresión de 470 puestos de profesor a nivel nacional en la educación primaria, de los cuales 110 recaerán en París y una parte considerable, en su centro.
La caída demográfica afecta a todo el país (43.000 escuelas). Pero las escuelas públicas de París han perdido 33.689 alumnos desde 2010, según el rectorado de la capital. Para el inicio del curso 2025, las previsiones indican una reducción de 3.200 alumnos. Se prometió mantener una ratio de 20 alumnos por clase (la media europea es de 19). Pero las cuentas no salen. París sufre este año una bajada demográfica del 3% [unos 1.500 alumnos], pero a la ciudad el Gobierno le exige un cuarto de esos puestos, explica la directora del Vertus, Laura Gédin, en su despacho. “Y en el centro nos piden que eliminemos 15 plazas de profesor, que se traducen en 15 clases”, señala en su despacho. “La primera consecuencia del cierre será el aumento de alumnos por aula y el deterioro de su confort. Tenemos estudiantes con discapacidad, y eso requiere también de espacio, de medios para atenderles. Mi previsión es que si se cierra la clase con la que nos amenazaron, tendremos aulas de hasta 30 alumnos [la media francesa es 20]”, continúa.
El Ministerio de Educación justifica sus medidas por una “fuerte disminución en el número de alumnos”, del orden de 80.800 estudiantes en la educación primaria pública. “El trabajo comenzó en otoño, con las previsiones presupuestarias y tomamos en cuenta muchos parámetros: los efectivos, si el ambiente es más o menos rural, el contexto socioeconómico y un trabajo de concertación que finalmente se traduce cada año en aperturas y clausuras de clases en función de la evolución demográfica”, apunta un portavoz del Ministerio de Educación, que recuerda que la previsión de cierre, antes del nombramiento de Elisabeth Borne como ministra de Educación el pasado enero, era de 4.000 puestos. “Los criterios para cerrar las clases no son fijos a nivel nacional. Es un análisis muy detallado que se desarrolla a nivel local. Se ve la evolución de los efectivos, la trayectoria de los estudiantes y también la diversidad de las escuelas”, señala este portavoz, que reconoce que París está especialmente afectada por esta cuestión.
La Asociación de Alcaldes de Francia ha lamentado unas “decisiones drásticas sin consulta con los representantes locales”, solicitando “debates y un plan plurianual que permita anticipar a largo plazo para evitar cierres abruptos de un año a otro”. Pero el doble nivel es ya una realidad muy extendida en París. Escuelas como Saint Martin o la Turenne, en el distrito tercero, vuelven a encontrarse en el objetivo de esta reducción. En Vertus, si se cumple la amenaza de cierre, ya no habrá ninguna clase de nivel simple. “Este modelo se puede llegar a gestionar con 20 o 22 alumnos por clase. Mientras enseñas a unos, otros hacen su trabajo de forma autónoma. Puede tener aspectos positivos. Pero si sucede, como ocurriría aquí, que llegamos al triple nivel, es muy complicado”, lamenta Gédin. “En el medio rural hay clases únicas, claro. Pero los profesores están formados para ese tipo de educación. En París no existe. El doble nivel puede ser interesante, pero si el profesor lo ha elegido y tiene alumnos con la capacidad para hacerlo. Si se cierran las clases, no se volverán a abrir. Y la gente se irá marchando cada vez más. Eso, o se pasarán a la escuela privada, como ya sucede”, revela.
Más enseñanza privada
El avance de la privada en París, antes residual, es imparable. La proporción de alumnos de sexto ―el curso anterior al bachillerato― escolarizados en la enseñanza concertada, que también se financia con dinero público y no sufre las restricciones del presupuesto, ha aumentado considerablemente desde 2020: del 35% al 38,6% en tres años, cuando se había mantenido relativamente estable desde 2005. Más de la mitad de los alumnos que entren al prebachillerato (14 años) en la capital estarán inscritos en la enseñanza privada concertada dentro de diez años, según un estudio realizado por los investigadores de la Escuela de Economía de París Julien Grenet y Pauline Charousset y que citaba Le Monde. Una evolución que acentuaría la divergencia social entre la educación pública y privada. En 2023, el 55% de los alumnos de sexto procedentes de clases sociales muy favorecidas ya estaban en la enseñanza privada concertada; en 2034 serían el 7%, representando así casi el 90% de los alumnos de sexto del sector privado. En cambio, solo entre el 6% y el 7% de los alumnos desfavorecidos estarían escolarizados en este sector, la misma proporción que en la actualidad.
El desequilibrio entre la educación pública (más del 40% de alumnos asiste a clases multinivel, según el ministerio) y privada se debe principalmente a la considerable disminución demográfica que está experimentando la capital y que, en ausencia de una acción ministerial hasta ahora, no afecta en la misma proporción a ambos sectores. En 2023, se registraron 21.700 nacimientos en París, es decir, 10.000 menos que en 2010. Esta disminución se refleja años después en los centros educativos y afecta principalmente a la educación pública. Las escuelas parisinas han experimentado una caída de casi una cuarta parte de sus alumnos de primero de primaria desde 2016, mientras que en las escuelas privadas concertadas la disminución ha sido solo del 4,5%.
Martin Raffet, presidente de la Federación de Asociaciones de Padres, recuerda que “en París, desde hace tres años, solo se cierran las públicas”. “En los privados, en cambio, se mantienen estables sus medios de financiación y sus efectivos. Así se crea una educación de dos velocidades: la pública para barrios populares, y la privada para las clases medias altas y los buenos alumnos. Es una segregación socioescolar. No hay ninguna justificación para esto. Si la privada no estuviera tan subvencionada, se podrían acoger todos sus alumnos en la pública”, denuncia, al tiempo que observa la cuestión como una estrategia política.