La reforma de 2017, la pandemia y la competencia extrema explican la inflación de notas de la EVAU
El laboratorio de ideas EsadeEcPol analiza una extensa base de datos para entender por qué la media para acceder al grado ha subido en seis años del 8,75 sobre 14 al 10,34
La nota media de la Selectividad ha aumentado de un 8,75 sobre 14 en 2016 a un 10,34 en 2021/2022, y el motivo del alza no es solo la gran cantidad de sobresalientes que ponen los claustros escolares ―suponen un 60% de la calificación final―, sino las altísimas puntuaciones en las pruebas (40% del total). Una subida tan grande merece una explicación, y el laboratorio de i...
La nota media de la Selectividad ha aumentado de un 8,75 sobre 14 en 2016 a un 10,34 en 2021/2022, y el motivo del alza no es solo la gran cantidad de sobresalientes que ponen los claustros escolares ―suponen un 60% de la calificación final―, sino las altísimas puntuaciones en las pruebas (40% del total). Una subida tan grande merece una explicación, y el laboratorio de ideas EsadeEcPol se ha hecho la pregunta: ¿se están hinchando las notas o los estudiantes aprenden más y rivalizan? Su conclusión, tras analizar una base de datos inexplorada del Ministerio de Universidades que comienza en 2013, es que se dan las dos hipótesis al mismo tiempo. EsadeEcPol añade otros dos factores, la reforma de la EVAU (Evaluación para el Acceso a la Universidad) llevada a cabo en 2017, que afectó a las materias de las que deben examinarse; y la pandemia, con la manga ancha que se dio tras el confinamiento en 2020 ―que continúa, aunque más moderada―.
Es necesario hacer un recorrido cronológico para entender cómo se ha llegado a unas notas desorbitadas. En 2000, cuando Mariano Rajoy era ministro de Educación, el Gobierno decidió que la nota de los exámenes de la EVAU ―también conocida como EBAU (Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad)― contase en el cómputo final un 40%, no un 50%, para que los alumnos no se jugasen todo a una prueba. El examen, ”más que una amenaza, es un estímulo, porque al ponderar más la nota del Bachillerato la gente se esforzará más”, razonó el Ejecutivo. Indirectamente, con este cambio en los porcentajes se otorgó más poder a los claustros, responsables de una nota de expediente cada vez más valiosa.
En 2010, con Ángel Gabilondo como ministro socialista, se implantó la prueba específica, que es voluntaria y sigue existiendo, “para elevar la opcionalidad en el examen y así extender [hasta el 14] y afinar la competición por el acceso a las carreras más demandadas y prestigiosas”, según argumentaron las autoridades. Es decir, no necesitaba cursar esa parte potestativa un bachiller que quería entrar a una carrera sin demasiada demanda ―Derecho o Geografía― , pero sí alguien que pretendía acceder a Medicina o Relaciones Internacionales.
Con estos mimbres se llega a la Selectividad de 2017, con el popular Íñigo Méndez de Vigo al frente del ministerio, y las gráficas de sobresalientes se disparan. ¿Motivo? Hasta ese momento los candidatos podían elegir entre una veintena de materias de los dos años de Bachillerato, pero el 22 de diciembre de 2016, el Gobierno acordó que además de examinarse de Lengua y Literatura, Historia y un idioma, los aspirantes tendrían que enfrentarse a una asignatura fija, ineludible, acorde a la modalidad de Bachillerato que estaban cursando: Matemáticas en el caso de Ciencias, Latín en Humanidades, Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales en Ciencias Sociales y Fundamentos del Arte en Arte. Un auténtico sobresalto, por ejemplo para aplicados alumnos que necesitaban una nota estratosférica para entrar en Medicina y huían siempre del examen de Matemáticas. Para su mayor sorpresa, se redujo considerablemente el número de asignaturas al que los alumnos se pueden presentar en la fase voluntaria, estrechando aún más sus opciones.
El revuelo en los centros y entre el alumnado fue tal que, “de una forma tácita, silenciosa y no regulada” ―en palabras de Lucas Gortazar, director de Educación de EsadeEcPol―, las universidades y los gobiernos autonómicos estipularon que esa cuarta materia de modalidad (Matemáticas, Latín, Matemáticas de Ciencias Sociales y Fundamentos de Arte) pudiese puntuar dos veces, una en la fase general y otra en la específica. “Esta suma de decisiones no coordinadas entre el Ministerio de Educación y las universidades supuso una reducción de la opcionalidad en las fases general y específica y produjo de facto un incremento artificial de las calificaciones”, concluye EsadeEcPol en su informe La subida de las notas de Selectividad: ¿Inflación o competición?
“A mí no me parece mal que el ministerio quisiese meter las matemáticas, el problema estuvo en reducir a la mitad las asignaturas voluntarias, y el remate fue que las comunidades lo contasen por dos. Fue una reforma bienintencionada, pero no se consensuó bien”, subraya Gortazar. “Antes de 2017 era la competición objetiva. Si quiero hacer Medicina, me presento a Biología, Química, Física... En esos años las notas crecen, pero por una competición pura y dura”.
La precipitada reforma de 2017 ―con el curso empezado― tuvo consecuencias que perviven. Para empezar, se reflejó en los centros escolares. “Sí, parece haber un fenómeno inflacionario (...) Cuando los estudiantes no pudieron anticipar las medidas tomadas por el Ministerio de Educación, los centros podrían haber compensado al alumnado vía subidas de notas de expediente (mayor cuanto más alta era la nota de corte del grado al que accede el alumno)”, sostiene el laboratorio de ideas de la escuela de negocios Esade. En segundo lugar, aunque los matriculados en la EVAU bajaron un 4,4%, aumentaron los aspirantes que se apuntaron a la fase voluntaria, que es la que marca las diferencias.
¿Cómo actuar ante este aumento desmedido de las notas? “Mi lectura es que el Bachillerato predice bien lo que va a ser del alumno en la Universidad, pero es muy sensible a la prueba de Selectividad. Si algo fastidia en la EVAU, ese año sube la nota [en el centro]”,sostiene Gortazar, autor del informe junto a Lucía Cobreros y Juan Manuel Moreno. “Porque es donde pueden presionar los alumnos, sus familias y los propios docentes. El profesor piensa: ‘Menuda injusticia para mi alumna que quiere entrar en Medicina, le voy a poner un sobresaliente’. Es el único mecanismo de compensación de las escuelas, que van reaccionando a las reformas”.
Una medida para frenar la inflación de sobresalientes es rebajar el peso del expediente escolar, pero Gortazar tiene un dilema. “Por un lado, sabes que el Bachillerato protege a las alumnas, por ejemplo [las mujeres rinden menos que ellos en una situación competitiva], pero por otro lado, tiene demasiado peso”. Por eso, él propone “un mayor control de los centros que hinchan las notas” y rebajar su valor. “En Francia, que es un poco el modelo de España, la nota de bachillerato cuenta un 40% [frente al 60% español]”.
A raíz de la pandemia, en 2020, con Isabel Celaá a la cabeza del ministerio, se facilitó a los alumnos no solo aprobar el Bachillerato, sino la Selectividad, otorgándole al aspirante más opciones de respuesta, y el modelo ha pervivido. “Hay que terminar ya con la excepción. Hay gente que está cómoda y cuando el ministerio dice de cambiar, se niega”, afirma Gortazar. Además, el informe propone volver a aumentar la opcionalidad de la fase específica de la prueba, venida a menos desde 2017, y desarrollar una “prueba de madurez” que ya está prevista en la nueva EVAU acorde a la ley Celaá.
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