Países Bajos pide a sus universidades dejar de captar estudiantes extranjeros ante el exceso de internacionalización
El Gobierno holandés trata de paliar la carga docente y la falta de alojamiento para el alumnado, para mantener la calidad de la enseñanza a largo plazo
El Gobierno de Países Bajos ha echado el freno a la internacionalización de las universidades y politécnicas nacionales. La oferta de grados y de cursos de máster en inglés es amplia, pero la cifra de matriculados de otros países ―115.000 en el curso 2021-2022, un 35% del total de alumnado, y un 12% más que el año anterior― ha crecido de tal modo que tiene efectos negativos. Produce sobrecarga a los docentes y ...
El Gobierno de Países Bajos ha echado el freno a la internacionalización de las universidades y politécnicas nacionales. La oferta de grados y de cursos de máster en inglés es amplia, pero la cifra de matriculados de otros países ―115.000 en el curso 2021-2022, un 35% del total de alumnado, y un 12% más que el año anterior― ha crecido de tal modo que tiene efectos negativos. Produce sobrecarga a los docentes y falta alojamiento para los estudiantes, y la combinación de ambos factores puede comprometer la calidad misma de la enseñanza. Debido a ello, el Ministerio de Educación ha solicitado a los rectores que dejen de captar temporalmente alumnos extranjeros. Robbert Dijkgraaf, titular del departamento, ha remitido este diciembre una carta al Parlamento comunicando su petición, y espera presentar hacia febrero de 2023 nuevas medidas destinadas a regular los flujos de admisión y el sistema de becas.
Las universidades holandesas han ido ampliando la oferta de carreras impartidas en inglés desde el año 2000. En estos momentos, el 53% de los grados (bachelor) se imparten en lengua neerlandesa, y un 28% en inglés. Por el contrario, el 77% de los cursos de máster son en inglés, según Nuffic, la organización que fomenta la cooperación internacional en materia educativa y colabora con el Gobierno. Este noviembre, el ministro Dijkgraaf declaró lo siguiente: “Necesitamos tener una visión nacional sobre la apertura al exterior de las universidades; saber qué queremos. Nos falta esa mirada”. La mayoría del Parlamento está a favor de frenar el flujo de estudiantes extranjeros, y Educación espera que las universidades lo hagan de forma voluntaria. Podrán hacerse excepciones en sectores del mercado laboral necesitados de graduados, entre los que destacan sanidad, tecnología y educación.
Mientras el ministro prepara nuevas normas, los rectorados han publicado también su propia lista de peticiones. Les preocupa la masificación y también los posibles agravios comparativos a la hora de aceptar al alumnado. En ingeniería espacial o ingeniería mecánica, querrían diferenciar entre los estudiantes de dentro y fuera de la UE. De este modo, podrían limitar las inscripciones de un grupo sin que ello afecte al otro. En las licenciaturas impartidas en neerlandés, y que tengan su variante también en inglés, tales que Psicología, Administración Pública o Ciencia Política, preferirían limitar las plazas en inglés para poder mantener el acceso igualitario de los aspirantes holandeses. También sugieren repartir a los alumnos entre las distintas universidades, para descongestionar las más solicitadas. En cabeza de las más atractivas figuran Ámsterdam, Maastricht, Groningen, Róterdam y Delft, señala en sus documentos Nuffic. Equilibrar la carga docente es otra de las constantes para evitar que, en carreras con mucho tirón, como la de Informática en la Vrije Universiteit VU (Universidad Libre), de Ámsterdam, haya en primer año cientos de alumnos. De momento, se trata de ideas lanzadas desde los propios centros, pero todo depende de las nuevas normas que dicte el ministerio.
En el curso académico 2021-2022, un 72% de los alumnos llegaron de un país europeo, calculan los expertos de la propia Nuffic. Por este orden, Alemania, Italia, Rumanía, China y Bélgica, son los principales lugares de origen. En su informe anual sobre el particular, la misma organización señala a su vez un aumento significativo de los nacionales de Polonia (47%), España (34%), Rumania (30%), Francia (19%) y Grecia (19%). La Oficina de Estadística añade que, en primer curso, un 40% del total de inscritos (unos 42.000) viajó también a Países Bajos desde otro lugar. Las carreras preferidas por estos grupos de estudiantes son Derecho, Administración y Empresa, Negocios, junto con Lenguas, Ciencias Sociales o Diseño.
Incentivos para captar alumnado
La captación de alumnos de fuera no solo sirve para internacionalizar la universidad. También mejora el monto de los subsidios concedidos por el Gobierno: cuantos más inscritos, más ayudas oficiales para financiar la educación. En 2021, el apoyo era de 8.000 euros por alumno, según las cifras presentadas entonces en los Presupuestos Generales del Estado. Sin embargo, el problema del alojamiento se ha enquistado. En manos de caseros particulares en su mayoría, este verano hubo un colapso generalizado. Los propios centros docentes se vieron obligados a colgar en sus páginas web anuncios advirtiendo a los alumnos extranjeros de que no podían garantizar su alojamiento. Se les aconsejaba que anularan sus matrículas, o bien que pospusieran un año sus estudios para poder encontrar una casa con calma. Para J.P., un estudiante español de ingeniería inscrito en la VU, la situación ha mejorado mucho, aunque el recorrido aún no ha terminado. Habló con El PAÍS este julio, y como entonces, prefiere seguir manteniendo el anonimato. Al teléfono, explica su periplo: “Estudio en inglés y he estado en un hostal en Utrecht, luego encontré una casa en Ámsterdam, y en enero me mudaré de nuevo hasta el resto del curso. Luego empezaré a buscar sitio para el año que viene”. En su opinión, “el gran problema es si se acaban los pisos que ofrecen las propias universidades [este curso no hubo suficientes para todos], y te quedas fuera de esas bolsas cerca ya del inicio del curso “.
Paul, holandés y alumno de Bioquímica, está acabando la carrera y tuvo primero clases en Delft. Ahora las sigue en la universidad de Leiden (a unos 16 kilómetros y bien comunicado por tren) y no se ha movido del piso donde vive en la primera ciudad con otros estudiantes. Prefiere que no aparezca su nombre completo, y asegura: “es mejor viajar entre ambas ciudades a perder mi habitación para luego no encontrar otra”. La falta de casas es padecida también por los autóctonos, aunque ellos conocen mejor las carencias del sistema y pueden empezar a buscar acomodo con más tiempo. Para el año 2030, el Gabinete holandés espera haber construido unos 60.000 pisos de estudiantes. Entre 2022 y 2024, al menos 37.500 viviendas modulares y temporales deben estar listas para acelerar el proceso.
El ministro Dijkgraaf quiere hacer las cosas con calma porque la presencia de alumnos extranjeros tiene también aspectos positivos a la larga para la economía holandesa. Según cálculos de Nuffic, uno de cada cuatro graduados ―de dentro y fuera de la UE― sigue viviendo y trabajando en Países Bajos cinco años después de obtener el título. Cerca del 75% de los que permanecen encuentran empleo en la sanidad, educación o en instituciones oficiales.
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