Los estudiantes a favor de los grados de tres años: “Es una forma de acelerar la etapa universitaria”
Los jóvenes que cursan estos estudios lamentan que el Gobierno los elimine, mientras expertos piden una equiparación con el modelo europeo
El campus de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona (UPF) está inusualmente vacío. La pandemia ha mandado a buena parte de los estudiantes a las clases telemáticas, y los que se pasean por los pasillos son los que van o vienen de la biblioteca, cansados de estar en casa. Ha pasado mucho tiempo —12 años— desde el bullicio de las grandes movilizaciones estudiantiles contra el plan Bolonia, cuyo programa pretendía equiparar los sistemas universitarios europeos. Una de las claves era avanzar hacia la fórmula 3+2 (grados de tres años y másteres de dos), que empezaba a imperar en el resto de paíse...
El campus de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona (UPF) está inusualmente vacío. La pandemia ha mandado a buena parte de los estudiantes a las clases telemáticas, y los que se pasean por los pasillos son los que van o vienen de la biblioteca, cansados de estar en casa. Ha pasado mucho tiempo —12 años— desde el bullicio de las grandes movilizaciones estudiantiles contra el plan Bolonia, cuyo programa pretendía equiparar los sistemas universitarios europeos. Una de las claves era avanzar hacia la fórmula 3+2 (grados de tres años y másteres de dos), que empezaba a imperar en el resto de países europeos. En España se permitió la convivencia entre esta fórmula y la del 4+1, pero, según avanzó EL PAÍS la pasada semana, el Ministerio de Universidades ha decidido eliminar las carreras cortas.
Cuando Matt O’Malley, de 21 años, terminó sus estudios obligatorios en California, tenía dos opciones si quería seguir estudiando: o, como sus compatriotas, endeudarse para pagar las altas tasas de las universidades estadounidenses, o ir a estudiar fuera. Eligió la segunda, y recaló en el grado de Global Studies de la UPF, de vocación internacional, impartido en inglés, y de una duración de tres años. “Lo hubiese hecho igualmente si fuese de cuatro, pero lo vi como una manera de ahorrar para hacer un máster y también para acelerar mi etapa universitaria”, explica. Ahora se ha matriculado en un máster a distancia en la Universidad de Oxford, que fue junto a la de Cambridge la que inspiró el modelo 3+2 de Bolonia. Todo ha sido fácil. En Estados Unidos el sistema es de 4+1, pero O’Malley no cree que sea un problema si quiere volver: “Lo importante no son los años, si no lo que demuestres que has estudiado. Un año más me parecería forzado”.
La inminente prohibición de estas carreras cortas ha sido objeto de debate entre estudiantes y profesores. Pese a estar permitidos, solo hay grados de tres años en 15 de las 81 universidades españolas, y la mayoría están en Cataluña, en universidades públicas como la Pompeu Fabra, pero sobre todo en privadas. Docentes y expertos señalan que con esta decisión se pierde la oportunidad de atraer a más estudiantes extranjeros y de equipararse a Europa, y apuntan a que el problema de la diferencia de coste con los másteres se debería abordar con una mejor financiación y no en detrimento de unos grados cuya eficacia todavía no se ha evaluado.
El compañero de carrera de O’Malley, Aris Dougas, de 21 años, que también se graduó el año pasado y ahora estudia un máster en Graz (Austria), cree “ideal” que carreras generalistas como la suya sean de tres años. “Así puedes especializarte antes”, dice. Dougas considera que uno de los problemas del sistema español es la diferencia de precio entre los grados (entre 518 y 1.660 euros por curso) y los másteres (entre 590 y 2.800), por eso se marchó a Austria, donde son gratuitos. “Si quieren abordar el tema de forma seria, deberían bajarlos”. Natàlia García, de la misma edad, está cursando tercero de ese mismo grado. “Siempre había pensado que cuatro años era demasiado, y que quería invertir más tiempo en los másteres”. Cursará un posgrado en políticas europeas en el centro de Sciences Po, en París.
Demanda de las empresas
En la Universitat Ramon Llull hay cuatro grados cortos, el 10% de su oferta. Artur Alcoverro, de 22 años, estudia el de técnicas en aplicación de software de La Salle, institución miembro de la Llull. “Vengo de un grado superior de FP y quería tirar por la vía universitaria. Pensé que con este terminaría antes, y que tocaría muchos palos de la programación”. “Las carreras de tres años te preparan muy bien para el mundo laboral”, explica. El director de innovación educativa de La Salle, Xavier Canaleta, cree que “el diseño de los grados de tres años es muy profesionalizador”. “Lo hicimos porque se pide en el mercado, especialmente de empresas tecnológicas que necesitan desarrolladores”, explica. Ahora le preocupa cómo adaptarán ese tipo de carreras a los cuatro años decretados por el ministerio. “Claro que se puede alargar, pero quizá desvirtuemos su esencia”.
Para algunos estudiantes, los grados cortos presentan más inconvenientes que ventajas. La idea de estudiar solo tres años fue “tentadora” para Matías Oliver, de 20 años. “Pero una vez dentro me di cuenta de que los contenidos se habían comprimido, de que hay muy poco tiempo para hacer Erasmus, prácticas, el trabajo final o las optativas que te permiten pensar en qué te quieres especializar”, sostiene el estudiante de tercer curso del grado en arte para videojuegos y juegos aplicados, del centro ENTI, adscrito a la Universidad de Barcelona. Además, opina que el alumnado tiene incertidumbre a la hora de ir al mercado laboral solo con un grado de tres años, y que eso les obliga a estudiar un máster.
El debate del coste del máster y la armonización con Europa
Universidades ha decidido eliminar las carreras cortas para frenar la creación de estudios muy profesionales que se adecúan más a una FP que a un grado, y para garantizar cuatro años de formación a precio de grado y no abocar a los alumnos a dos años a precio de máster. Solo en Cataluña, si un alumno cursa un grado de tres años, el primero de máster tiene el mismo coste. “La universidad española está infrafinanciada, y los másters son una vía para conseguir financiación extra, pero para solucionarlo hace falta más presupuesto y regular los precios”, explica Antonio Cabrales, experto en el marco de Bolonia, que pide no mezclar el debate del coste con las necesidades de organización. Considera “triste” no haber evaluado su eficiencia. “Era una oportunidad para armonizar sistemas”, señala Ismael Sanz, profesor en la Universidad Rey Juan Carlos. Este experto señala que estudios muestran que los grados cortos reducen la tasa de abandono.
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