Balance exprés de la vuelta a clase: “El curso ha arrancado porque los profesores nos hemos dejado la piel”

Medio centenar de docentes describen el inicio del año escolar. Sus desvelos giran en torno a la seguridad frente al virus, la falta de espacios y de apoyo institucional y el impacto de la crisis en el aprendizaje de los alumnos

Profesores de una escuela de Barcelona preparan los accesos a las aulas la semana pasada.Consuelo Bautista

Entre el entusiasmo por volver a clase y el miedo a los contagios; entre el cansancio por las incontables horas extra, el desconcierto por el vaivén de instrucciones y el orgullo colectivo de haber sacado adelante la tarea en las peores circunstancias. En ese revoltijo de sensaciones viven los profesores en este arranque de curso, el más extraño que se recuerda por la pandemia de covid, según el balance de los primeros días de vuelta clase que medio centenar de doce...

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Entre el entusiasmo por volver a clase y el miedo a los contagios; entre el cansancio por las incontables horas extra, el desconcierto por el vaivén de instrucciones y el orgullo colectivo de haber sacado adelante la tarea en las peores circunstancias. En ese revoltijo de sensaciones viven los profesores en este arranque de curso, el más extraño que se recuerda por la pandemia de covid, según el balance de los primeros días de vuelta clase que medio centenar de docentes de colegios e institutos de toda España han hecho para este periódico. “El curso ha arrancado porque nos hemos dejado la piel, el estómago y los ojos en cada medida que cada centro ha realizado por su propia cuenta y riesgo, con dinero de su propio bolsillo y tiempo, echando horas a destajo”, resume la directora de un colegio público sevillano.

Un total de 53 docentes de todas las comunidades contestaron entre el martes y el sábado pasados al cuestionario enviado por este diario sobre el arranque del curso. Y sus respuestas dejan claro, por un lado, que cada centro es un mundo en sí mismo, que el contexto geográfico, el ánimo de sus plantillas y la implicación de las familias pueden marcar diferencias más allá de los dos elementos centrales: los medios humanos y materiales con que les doten las comunidades.

Pero también dejan claro que, pese a las diferencias, todos se enfrentan a problemas muy serios. Cuando no hay suficiente refuerzo de profesores, es imposible bajar el número de alumnos por aula para asegurar las distancias de seguridad; si llegan más docentes, en muchos centros no hay espacio físico donde meter más clases; y si se opta entonces por opciones semipresenciales (que los alumnos vayan a la escuela unas horas al día o en días alternos), el problema es la falta de medios materiales, de formación y, de nuevo, de profesores para atender unas labores docentes que se multiplican sin parar… "[Los problemas] dependen mucho de cada comunidad. En algunas sí se han puesto los recursos materiales y personales necesarios. En general, los espacios disponibles en cada centro han condicionado mucho la posibilidad de reducir ratios”, resume Vicent Mañes, director del colegio Bertomeu Llorens i Royo de Catarroja (Valencia) y presidente de la federación española de asociaciones de directores de centros públicos de infantil y primaria, Fedeip.

“El horario para dar clase se ha visto muy reducido al tener que dedicar gran parte del tiempo en la toma de temperatura, el lavado de manos y las entradas y salidas escalonadas”
María Bellot, maestra de primaria en un colegio público de Madrid

Pero, sea cual sea el escenario, al final, casi todos admiten que la situación pasará irremediablemente factura a la calidad de la enseñanza. “En esta comunidad al menos se redujo la ratio para los grupos de primero de ESO, pero en bastantes casos se ha hecho a costa de horas de atención a la diversidad: desdobles, compensatoria, refuerzos…”, escribe Toni Solano, director del instituto público Bovalar de Castellón. Incluso en las mejores circunstancias sanitarias, habrá consecuencias pedagógicas, aseguran: “El horario para dar clase se ha visto muy reducido al tener que dedicar gran parte del tiempo en la toma de temperatura, el lavado de manos y las entradas y salidas escalonadas”, señala María Bellot, maestra de primaria en un colegio público de Madrid.

También son comunes y absolutamente generalizados los reproches a las Administraciones por improvisación, descoordinación, falta de claridad y, sobre todo, de apoyo. Los docentes sienten que les han dejado solos para solucionar casi todo, incluidos muchos asuntos que exceden lo educativo para entrar en lo sanitario, sin tener los conocimientos ni la formación adecuada para hacerlo. Ya han vivido jornadas de huelga los docentes del País Vasco y Andalucía, y los de Madrid lo harán esta semana.

“Todo el trabajo ha recaído en los equipos directivos"
Profesor de un instituto de Ciudad Real

Se quejan de haber sido abandonados a su suerte y hablan de una especie de “autonomía de centro convertida en tú te las apañas”. “Todo el trabajo ha recaído en los equipos directivos, con una gran sensación de abandono, tanto del Gobierno central como de las comunidades (existe la sensación de que cada una de estas Administraciones pasa la patata caliente a la otra y nadie resuelve nada)”, escribe un profesor de un instituto público de Ciudad Real (una parte de los docentes que han contestado al cuestionario han preferido que no apareciera su nombre).

Y esa sensación de soledad se puede aceptar más o menos bien en la parte pedagógica, aun con protestas por la falta de tiempo, de formación y de medios, pero no en el ámbito de la salud. “Ni somos expertos sanitarios ni en prevención de riesgos laborales y necesitaríamos que especialistas en la materia estudiaran la realidad de cada centro y aula y nos asesoraran”, reclama Diego Redondo, director del centro de adultos Sierra Norte, de Torrelaguna (Madrid). Un profesor de un instituto segoviano pone un ejemplo básico de esa falta de supervisión por parte de especialistas de la salud: “El personal docente ―licenciados o graduados en Historia del Arte, Química, Humanidades o Biología― se ha encargado de orientar el sentido de las flechas, trazar los recorridos, establecer las distancias y señalizar las puertas de acceso y evacuación para gestionar la movilidad de 500 alumnos de edades comprendidas entre los 12 y los 18 años, con cinta adhesiva y pegatinas”.

Un profesor ordena el acceso de los alumnos de un instituto de Vitoria, el pasado martes. David Aguilar (EFE)

De ese modo, buena parte de los docentes que han contestado la encuesta reclaman el apoyo de profesionales de la salud, de forma permanente en los centros a ser posible o, al menos, acelerar la asignación de personas de referencia concretas en los centros de salud: “Nuestro contacto médico en el centro de salud el lunes pasado no estaba nombrado aún”, dice Duarte Correa, jefe de estudios del instituto Ramón Cabanillas de Cambados (Pontevedra). Y, sobre todo, explicar muy bien a los responsables de atender la epidemia en cada centro qué tienen que hacer: “No es normal que el coordinador covid (que es el jefe de estudios) todavía no haya recibido la formación correspondiente a día de hoy [por el jueves 16]”, escribe Miguel Fernández Frutos, profesor de Geografía e Historia en un instituto de Madrid.

“Nuestro contacto médico en el centro de salud el lunes pasado no estaba nombrado aún”
Duarte Correa, jefe de estudios de un centro de Cambados (Pontevedra)

Porque no se trata de lidiar únicamente con los síntomas y las cuarentenas de clases cuando se produzcan, sino de dar información a las familias y reorganizar continuamente el trabajo cada vez que falten profesores por enfermedad o aislamiento. “A fecha de hoy, 16 de septiembre, hay tramitadas seis bajas docentes entre el 1 y el 4 de septiembre por incapacidad temporal, de las cuales se cubrió una el día 10”, señala María Begoña Chacón Arrabal, directora de un colegio público de Granada. Sonsoles Girón, orientadora escolar, pone otro ejemplo de un instituto público de Sagunto: “El jueves 10 de septiembre faltaban 14 profesores (entre bajas y confinados). Todos ellos han dado PCR negativa, pero tienen que estar unos días en casa. Se están sustituyendo las bajas por enfermedad, maternidad, pero no las de profesores confinados. Es muy difícil la gestión de un centro con la plantilla incompleta y esto va a ser continuo”.

Hay, sin embargo, una pequeña parte de la muestra docente de esta consulta que considera que la seguridad sanitaria está bastante solucionada o, al menos, razonablemente resuelta en sus centros. A la pregunta sobre los problemas durante los primeros días Miguel Muñoz, secretario del colegio público de Monesterio (Badajoz), responde: “Casi ninguno”. Otro profesor de FP de un colegio concertado de Valencia explica: “En principio, en nuestro centro no haría falta nada más, disponemos de servicio de enfermería y nos han proporcionado EPI [equipos de protección individual] y productos de higiene en todas las aulas”.

“Encuentro más problemas a nivel pedagógico"
Luis Celis, director de un instituo de Cantabria

Pero incluso en esos casos, pasan a un primer plano otras dificultades que no son menores, o no deberían serlo en espacios educativos. “Encuentro más problemas a nivel pedagógico: el hecho de dar la clase sin acercarte a los alumnos, sin poder juntarlos para nada, sin poder disponer la clase en U, con máscaras todo el tiempo… Estamos fomentando continuamente (y tal vez no haya otra alternativa) el individualismo más atroz”, protesta Luis Celis, director del IES Vega de Toranzo, de Alceda (Cantabria), en la comarca del Pas.

En general, tanto para los problemas sanitarios como para los pedagógicos, la propuesta de solución más repetida no sorprenderá a nadie: más profesores para seguir bajando las ratios de alumnos por clase, buscando más espacios alternativos, si hace falta, fuera del centro. Muchos reconocen el esfuerzo hecho por las comunidades con más de 30.000 docentes de apoyo, pero creen que no son suficientes, ya que no se trata solo de bajar ratios, sino también de compensar las lagunas educativas por la disminución del tiempo de clase, las dificultades de la enseñanza semipresencial o para, como proponen varios docentes consultados, establecer turnos de mañana y de tarde para que todos los estudiantes puedan recibir enseñanza presencial en clases de pocos alumnos. También reclaman más personal sanitario y de limpieza y piden agilidad y apoyo a las Administraciones, menos burocracias menos cambios de criterio de última hora.

“Lo primero que necesitamos es diálogo y consenso con la comunidad educativa”, dice Montse Milán, profesora de FP en Barcelona. Y resume: “Lo que no puede ocurrir es que el bienestar y la seguridad de los alumnos o de los profesionales sea desigual porque las condiciones físicas de sus centros son distintas o porque la capacidad de gestión de los equipos de trabajo no sea igual de eficaz en todos lados”.

La sorpresa de las familias y la batalla de las Termópilas

Preguntados por el ambiente que se vive estos días en los centros escolares, un pequeño puñado de los 53 docentes que han respondido a este periódico lo han hecho con expresiones netamente positivas, que van desde “aceptable” hasta “bastante bueno” e, incluso, “inmejorable”. Pero, en general, las respuestas expresan sensaciones de malestar, con miedo, preocupación, incertidumbre, cansancio, estrés y tristeza.

Es cierto que muchas veces esos sentimientos negativos vienen contrapesados con otros de ánimo y esperanza. Sobre todo, de confianza renovada en el trabajo y el esfuerzo colectivo, con declaraciones muy cercanas a la euforia de directores que se deshacen en elogios (a veces con sorpresa) hacia sus docentes y de profesores que declaran su apoyo incondicional a sus compañeros y a sus equipos de mando. “En mi centro hay un magnífico equipo docente, liderado por un equipo directivo brillante. Tanto es así, que si Leónidas, el rey de Esparta, hubiera contado entre sus filas con soldados tan eficaces como el equipo directivo de mi cole, la batalla de las Termópilas se hubiera quedado en una escaramuza”, compara Mª Cruz Matas Trujillo, profesora del colegio público San Plácido de Badolatosa (Sevilla).

Por supuesto, demostrando una vez que cada escuela es un ecosistema único, también hay reproches hacia los docentes —“Los profesores estaban muy nerviosos y reivindicativos, disconformes con la situación, no querían asumir ninguna hora más de las que marca la normativa”, dice un director riojano—, hacia alumnos que no se colocan bien la mascarilla y no respetan las distancias y familias que llevan a sus hijos a clase con fiebre.

Sin embargo, en este caso también son aplastantemente superadas por las declaraciones (de nuevo, sorprendidas, eso sí) de buen comportamiento. “El apoyo de las familias está siendo fundamental. Comprenden que estamos haciendo todo lo posible para atender de la mejor forma posible a sus hijos a pesar de las enormes dificultades de la situación”, dice Jaume Bonet Florit, director de un instituto público en Maó (Menorca).

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