Lo que esconden los aranceles
Las políticas arancelarias han demostrado ser poderosos instrumentos financieros, capaces de influir en el déficit comercial y la acumulación de deuda externa
Tanto Mario Draghi en Europa como Donald Trump en EE UU respaldan el aumento de aranceles a las importaciones chinas, pero con objetivos que reflejan concepciones históricas distintas sobre la riqueza de las naciones. Para que cualquiera de estas estrategias tenga éxito será necesario gestionar no solo las consecuencias en una red productiva muy interconectada a nivel mundial —tema ampliamente debatido— sino también el impacto e...
Tanto Mario Draghi en Europa como Donald Trump en EE UU respaldan el aumento de aranceles a las importaciones chinas, pero con objetivos que reflejan concepciones históricas distintas sobre la riqueza de las naciones. Para que cualquiera de estas estrategias tenga éxito será necesario gestionar no solo las consecuencias en una red productiva muy interconectada a nivel mundial —tema ampliamente debatido— sino también el impacto en la arquitectura financiera global.
Trump adopta una perspectiva mercantilista, midiendo la riqueza por los activos que un país controla. Su énfasis en revertir el déficit comercial con China responde al temor de una transferencia de riqueza que hoy fortalece el poder financiero de Pekín. Su preocupación evoca el pánico en EE UU durante los años 80, cuando Japón utilizaba sus superávits para adquirir activos estadounidenses, Rockefeller Center incluido.
Por el contrario, Draghi concibe la riqueza como la capacidad productiva de una economía. Propone aranceles temporales y focalizados en sectores estratégicos nacientes, para fomentar industrias que innoven y lideren la transición sostenible. En esencia, mientras Trump se centra en redistribuir la riqueza existente, Draghi busca ampliarla.
Aunque diferentes, estas visiones no son excluyentes. La postura de Draghi, alineada con la teoría económica desde Adam Smith, se refleja en el desarrollo observado desde la Revolución Industrial. Sin embargo, la historia muestra cómo muchas naciones han colapsado bajo políticas confrontacionales impuestas por países acreedores, un riesgo clave en un mundo con instituciones multilaterales debilitadas y tensiones geopolíticas.
Ninguno de los dos tiene el éxito asegurado. Ambos son conscientes de las repercusiones en una red productiva mundial interconectada, pero harían bien en considerar más detenidamente el otro lado del espejo: el impacto de los aranceles en una arquitectura financiera global donde el inversor chino es cada vez más relevante. Si los nuevos aranceles reducen su interés por activos externos —ya sea por una recesión en China o un menor interés en financiar economías menos conectadas comercialmente—Trump podría sentirse reivindicado. Pero este escenario implicaría un endurecimiento de las condiciones financieras globales, encareciendo la financiación necesaria para la renovación industrial que propone Draghi. Por el contrario, si el crédito chino continúa fluyendo, sin control de capitales y respaldado por superávits con terceros países, el objetivo de Trump podría fracasar mientras Draghi se beneficiaría de una persistente fuente de crédito internacional.
Las políticas arancelarias, herramientas fiscales y comerciales por naturaleza, han demostrado ser poderosos instrumentos financieros, capaces de influir en el déficit comercial y la acumulación de deuda externa. Los mercados ya reflejan la complejidad de posibles guerras arancelarias, lo que subraya la importancia de vigilar las repercusiones en la arquitectura financiera global, incluido el cada vez más importante inversor chino.