Innovación para acelerar la transición energética

Retina Series, en colaboración con Moeve, reunió a un grupo de expertos para hablar sobre la aplicación de las nuevas tecnologías para lograr una economía más sostenible

Desde la izquierda, Belén Linares, directora de Innovación de Moeve, Teresa Riesgo, Secretaria General de Innovación y David Fairén-Jiménez, director científico de Inmaterial y catedrático del departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Cambridge.Álvaro García

Parece que fue ayer, pero hace casi 30 años, en 1997, el mundo centraba su atención en la firma del Protocolo de Kioto, un acuerdo que prometía frenar el calentamiento global y marcar un punto de inflexión en los esfuerzos por mitigar sus efectos. En aquella época, el umbral de dos grados Celsius de aumento en la temperatura media global se consideraba el límite más allá del cual las consecuencias serían catastróficas. A lo largo de las siguientes décadas, las cumbres internacionales continuaron alimentando la esperanza de alcanzar un consenso global que frenara la crisis climática. Hoy, sin embargo, ese escenario de emergencia ya no parece tan distante. Ciudades inundadas, sequías devastadoras y monzones extremos, que en su momento parecían fenómenos aislados, se han convertido en una nueva normalidad.

Ante esta situación, el cambio de modelo energético se ha convertido en una prioridad indiscutible para gobiernos, empresas y ciudadanos. Pero esta transformación no solo implica un giro hacia tecnologías como la solar, la eólica y el hidrógeno verde, sino también una reconfiguración de la industria. “La transición energética se tenía que haber hecho ayer”, aseguró David Fairén-Jiménez, director científico de Inmaterial y catedrático de la Universidad de Cambridge, en un encuentro organizado por Retina Series, en colaboración con Moeve, celebrado en Madrid. La urgencia de esta transformación, impulsada en parte por la crisis sanitaria mundial, es evidente, pero también lo es la oportunidad de incorporar nuevas innovaciones que, hasta hace poco, parecían lejanas o incluso inalcanzables. El ejemplo más claro de esta evolución es la disminución drástica del precio de los paneles solares en los últimos 10 años.

Lo que antes se consideraba una inversión costosa, ahora es una opción viable y accesible para muchos sectores. De manera similar, tecnologías emergentes como la captura de CO2 y la hidrólisis para la producción de hidrógeno verde están abriendo nuevas posibilidades para descarbonizar la economía. “La covid fue el despertar. Vimos cómo de repente el énfasis en el hidrógeno verde y la captura de CO2 se volvió más urgente”, señaló Fairén-Jiménez en el encuentro titulado Innovación para acelerar la transición energética. El experto explicó cómo los metal-organic frameworks (MOF), materiales porosos similares a nanoesponjas, están revolucionando el almacenamiento de hidrógeno y la captura de CO2. “Estos materiales permiten almacenar hidrógeno a presiones mucho más seguras y filtrar gases contaminantes como el CO2, que luego pueden reutilizarse en procesos químicos, creando una economía más sostenible”.

En esta época llena de inteligencia artificial, Fairén-Jiménez también resaltó el uso de esta herramienta para acelerar el desarrollo de nuevos materiales. “En lugar de recurrir al ensayo y error, utilizamos datos existentes y modelos de machine learning para predecir el comportamiento de los materiales, reduciendo los tiempos de desarrollo a meses”. Por su parte, Belén Linares, directora de Innovación en Moeve, resaltó el potencial transformador de estas tecnologías en la industria energética. “El hidrógeno es clave para estabilizar las renovables. La tecnología de almacenamiento desarrollada por Inmaterial podría ser un factor de cambio, permitiendo almacenar hidrógeno de manera más eficiente y económica”, comenta Linares. Según Linares, este avance es un punto de inflexión para superar la intermitencia de fuentes renovables y garantizar una mayor estabilidad energética.

En un contexto marcado por la urgencia de descarbonizar la economía, las energéticas asumen un rol crucial. “Es fundamental hablar de temas como la transición energética, porque las señales que indican la necesidad de actuar son cada vez más evidentes”, añadió Linares. En este camino, la electrificación ha sido el primer paso en este proceso. “Es una tecnología que nos permite generar energía verde sin grandes inversiones, pero no basta”, dijo la experta de Moeve. Sectores como la industria química o la siderurgia, donde la electrificación no es suficiente, exigen alternativas como el hidrógeno verde y los combustibles sintéticos. “Estas moléculas verdes, derivadas de hidrógeno y CO2, son esenciales para descarbonizar sectores difíciles y complementar las energías renovables”.

Otro eje prioritario es el desarrollo de biocombustibles avanzados. De acuerdo con Linares, los combustibles de segunda y tercera generación, basados en materia prima orgánica, representan una alternativa realista y escalable para sustituir a los fósiles. “Podemos aprovechar las infraestructuras existentes mientras realizamos nuevas inversiones para escalarlos, logrando una transición menos disruptiva”. Aunado a ello, la experta indicó que en este nuevo escenario es de suma importancia que las empresas incorporen principios de economía circular. Pero el papel de las grandes empresas no se limita a desarrollar nuevas tecnologías, sino que su responsabilidad es mayor: son agentes tractores de nuevas ideas. “Debemos liderar con inversión y colaboración público-privada para transformar la innovación en negocio. Si no es rentable, no podremos escalarla”, destacó la representante de la empresa.

Cambio cultural

Este modelo incluye no solo inversiones directas, sino también la cooperación con start-ups, universidades y administraciones públicas. Bajo esta perspectiva, Moeve ha adoptado un enfoque de innovación abierta con su iniciativa Positive Motion. “Este modelo nos permite acelerar el desarrollo al trabajar con start-ups, instituciones académicas y otras grandes corporaciones. La innovación no tiene fronteras, y nuestro reto es integrar soluciones generadas en cualquier parte del mundo”. Esta apertura, sin embargo, requiere un cambio cultural significativo. “Tradicionalmente, la investigación y desarrollo era un terreno competitivo, centrado en patentes. Ahora, necesitamos colaboración máxima entre grandes y pequeños agentes, superando las barreras culturales y tecnológicas”, señaló.

En este cambio de modelo, los recursos son fundamentales. Y en este sentido, Teresa Riesgo, secretaria general de Innovación, señaló que la inversión en tecnologías disruptivas, como el hidrógeno y la captura de carbono, requiere modelos diversificados de financiación. “Históricamente, las ayudas se canalizaban a través de subvenciones y créditos favorecidos, como los que gestionamos en el ­CDTI. Sin embargo, ahora apostamos por fondos de inversión en capital riesgo que cofinancian proyectos con inversores privados, incluidos actores internacionales”, explicó. Durante su intervención, Riesgo destacó el caso de Hyperbaric, una firma burgalesa que ha adaptado su tecnología de tanques de alta presión, inicialmente desarrollada para el sector alimentario, para almacenar hidrógeno. “Estas empresas no solo necesitan subvenciones, sino también capital estratégico que acelere su crecimiento”.


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