ASML, el gigante holandés de los chips que es clave en la guerra tecnológica entre EE UU y China
El fabricante neerlandés de máquinas para producir microprocesadores vuela en Bolsa, pero la presión de EE UU para que limite las ventas al gigante asiático es un desafío a su dominio en un sector económico clave
La compañía holandesa ASML lidera la producción de equipos de fotolitografía para la industria de los semiconductores y es la joya empresarial de Países Bajos. Sus acciones han subido un 420% en los últimos cinco años, tiene una capitalización de 340.000 millones de euros y ocupa el puesto número 22 entre...
La compañía holandesa ASML lidera la producción de equipos de fotolitografía para la industria de los semiconductores y es la joya empresarial de Países Bajos. Sus acciones han subido un 420% en los últimos cinco años, tiene una capitalización de 340.000 millones de euros y ocupa el puesto número 22 entre las empresas más valiosas en Bolsa de todo el mundo. ¿El secreto de su éxito? Crea complejas máquinas destinadas a la fabricación de chips, claves en la transición hacia la economía digital, de los que dependen gigantes como TSMC, Samsung o Intel.
El exponencial crecimiento de ASML tiene aún más mérito si se tiene en cuenta el impacto de la geopolítica en su negocio. Las restricciones a la exportación de algunos de sus equipos al mercado chino, exigidas por Estados Unidos al Gobierno holandés, superan lo financiero. Washington quiere contrarrestar el desarrollo tecnológico de Pekín también por razones geoestratégicas, y ello ha derivado en una disputa de los chips. Una pugna chino-americana en la que la Comisión Europea y los 27 socios de la UE pueden acabar teniendo mayor protagonismo.
Estados Unidos no desea que China copie tecnología y pueda aplicar los chips de alta gama al terreno militar. De ahí que haya bloqueado la venta de sus propias máquinas punteras para la fabricación de semiconductores. Pide a sus aliados otro tanto, ya sea a base de acuerdos, presión diplomática o incluso de forma unilateral. Para esto último, se ha dotado de normas que le permitían hacerlo si los aparatos contenían una sola pieza estadounidense. El casi monopolio de ASML en el campo de los sistemas avanzados de litografía le ha situado en el punto de mira de Washington. En este contexto, el Ejecutivo holandés añadió en 2023 más tipos de máquinas a la limitación de exportar algunos sistemas de fotolitografía a varios clientes chinos de ASML. El bloqueo de licencias debía entrar en vigor el pasado 1 de enero. Antes, China importó tecnología de chips procedente de Países Bajos por valor de 1.100 millones de dólares, según cálculos de Bloomberg. La respuesta de Pekín a las cortapisas, fue clara: “Países Bajos debe respetar la ley”.
En octubre pasado, la entonces ministra de Comercio neerlandesa, Liesje Schreinemacher, admitió ante el Parlamento que si bien hasta la fecha habían negociado a solas con Estados Unidos, pensaba que el asunto “debería abordarse a escala europea y en coordinación con otros estados miembros de la UE”. El ministerio holandés de Interior no ha querido hacer comentarios “sobre permisos concretos ni sobre asuntos relativos a nuestra seguridad nacional”.
Una carrera de fondo
Según el periodista holandés Marc Hijink, autor del libro Focus: De wereld van ASML (Foco: el mundo de ASML) que se publicará en abril, “el uso final de los microprocesadores no puede determinarse con claridad”. En conversación telefónica explica que la compañía necesitó al menos 15 años para desarrollar su maquinaria más avanzada, y ahora es la tecnológica más valiosa de Europa. “Países Bajos suele alinearse con Estados Unidos en aspectos como el control exportador en el terreno de los semiconductores, pero como la tecnología más reciente de ASML está a años luz de sus competidores, los políticos podrían haber sido algo más asertivos en sus negociaciones con Washington”, subraya. ¿Cómo? “A base de cooperar con otros países europeos. Unir fuerzas es la forma de afrontar retos de esta envergadura”. Si bien a Hijink le parece que la colaboración puede acabar cuajando, sostiene que llevará tiempo y se necesitarán “políticos capaces de entender el papel de ASML en la economía global. Y esos son escasos”
En 2023, la compañía facturó 27.558 millones de euros, un 30% más que el año anterior, y ganó 7.839 millones frente a los beneficios de 5.621 millones obtenidos un año antes. ASML tal vez sea menos conocida para el gran público que otras firmas de origen neerlandés, como Shell o Philips, “debido a que no vende tecnología para el consumidor”, dice Hijink. No obstante, con sus máquinas se fabrican los chips que aparecen en la mayoría de los dispositivos que utilizamos: desde coches y teléfonos a ordenadores o ChatGPT. La fotolitografía que vertebra este conflicto geopolítico utiliza luz de una longitud de onda más corta para dibujar con gran precisión las finísimas líneas de la base del microprocesador: una especie de oblea de silicio. Cuanto más delgadas, más caben en un chip, y ello aumenta su potencia y rapidez.
Hay dos modelos en liza en esta historia de innovación industrial transformada en lucha por el poder económico y militar. Sobre el primero, la máquina de fotolitografía ultravioleta extrema (EUV, en sus siglas en inglés) pesaba desde 2020 un bloqueo exportador a China. Es una tecnología exclusiva de ASML, que ostenta aquí un monopolio, y sirve para crear patrones muy complejos en las obleas. “Se sirve de luz con una longitud de onda de 13,5 nanómetros: cuanto más corta, más pequeñas son las características del microchip que se puede imprimir”, según el servicio de información de la compañía. Un nanómetro (nm) equivale a la milmillonésima parte del metro, y con esta máquina se pueden desarrollar chips con un tamaño inferior a 10 nanómetros. Una máquina EUV vale unos 200 millones de euros, y las de nueva generación constarán cerca de 400 millones.
El otro modelo es de fotolitografía ultravioleta profunda (DUV), cuya longitud de onda es de 248 y 193 nm. Cuesta entre 80 y 90 millones de euros cada máquina, y las nuevas restricciones pueden afectar a entre un 10% y un 15% de las ventas a China, según ha admitido Roger Dassen, director financiero de ASML. En un vídeo publicado por la compañía, añadió que esperaba que la demanda de equipos más antiguos desde Pekín se mantuviera “muy, muy sólida este año y en el futuro”. En 2023, la firma efectuó en China en 29% de sus ventas. Fue su segundo cliente por detrás de Taiwán (30%). La tercera plaza la ocupó Corea del Sur (24%).
En estos momentos, ASML es una empresa en manos de grandes fondos de inversión globales como Capital World Investors, Price o Fisher Asset. Nació en 1984 de la mano de las multinacionales Philips y Advanced Semiconductor Materials (ASM), y tiene su sede en Veldhoven, una localidad cercana a Eindhoven. Allí operan cerca de la mitad de sus más de 42.000 empleados, un 40% de los cuales procede del extranjero. En 1995 salió a Bolsa y Philips vendió la mitad de sus acciones en la colocación. En los años siguientes hizo otro tanto con el resto. Las previsiones de la compañía para 2024 son, a pesar de las restricciones comerciales, optimistas. Espera facturar cifras similares a las de 2023 gracias a la mayor demanda de chips por el bum de la inteligencia artificial.
ASML opera casi como un monopolio. No es fácil, por ahora, competir en su negocio. Pero en tecnología todo es cuestión de tiempo. “China puede acelerar su propia industria de fabricación de chips espoleada por la negativa exportadora”, avisó Peter Wennink, el director ejecutivo, al conocer las nuevas trabas. ASML quiere comerciar con todo el mundo. También con China. ¿Será posible?
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