El eterno Periodo Especial o cuándo los cubanos saldrán de la crisis económica
El Gobierno de La Habana impone un duro paquete de medidas para tratar de rescatar la famélica e ineficiente economía de la isla
Lo que Lucía Caridad Torres quiere es que la atiendan, y cuando dice que la atiendan, realmente está pidiendo que le ayuden a levantar su casa de tabaco, y que le permitan vivir como lo que es: una campesina. Cuando en la madrugada del 27 de septiembre de 2022 el huracán Ian tocó tierras cubanas con vientos que superaron los 200 km/h y arrasó con no pocas viviendas y el servicio eléctrico de la zona occidental del país, Lucía perdió la casa de curar el tabaco ubicada en el barrio de Las Barrigonas, en la provincia de Pinar del Río, y desde entonces no ha podido cosechar más. Lo más probable es...
Lo que Lucía Caridad Torres quiere es que la atiendan, y cuando dice que la atiendan, realmente está pidiendo que le ayuden a levantar su casa de tabaco, y que le permitan vivir como lo que es: una campesina. Cuando en la madrugada del 27 de septiembre de 2022 el huracán Ian tocó tierras cubanas con vientos que superaron los 200 km/h y arrasó con no pocas viviendas y el servicio eléctrico de la zona occidental del país, Lucía perdió la casa de curar el tabaco ubicada en el barrio de Las Barrigonas, en la provincia de Pinar del Río, y desde entonces no ha podido cosechar más. Lo más probable es que también se pierda la cosecha de este año, porque nadie, ningún encargado del gobierno, ninguna autoridad agraria, se ha dispuesto a ofrecer la ayuda que necesita.
“Nadie sabe lo que pasamos los que vivimos de la tierra para que nos dé sus frutos”, dice Lucía, de 62 años, quien en otros tiempos llegó a sembrar unas 40,000 posturas de tabaco. Para cosechar este año, a Lucía no solo le haría falta la madera para levantar la casa, sino un mayor acceso a los fertilizantes y al combustible. “Habiendo petróleo, sembramos, con lo que sembramos criamos cerdos y, en pocas palabras, tendremos la comida producida por nosotros mismos”.
Pero no hay nada que indique que el campesinado, y por tanto la producción de comida en Cuba vaya a mejorar, ni siquiera el paquete de medidas que anunció el gobierno el pasado mes de diciembre, y que, entre otras cosas, contempla un aumento del precio del combustible en más de un 500%, un alza del precio de la electricidad en un 25%, un incremento del precio del cilindro de gas licuado, y que, según las autoridades de la isla, tiene el objetivo de lograr una estabilización macroeconómica en medio de una crisis que muchos creen que ya ha superado el llamado Período Especial de inicios de los noventa. Si lo que se divisa es un alza del precio de la vida, ¿entonces cuál es el cambio real que beneficiará a los cubanos con este nuevo paquete de medidas económicas? ¿Existe una voluntad política encaminada a una apertura y diversificación de la economía cubana?
Los expertos aseguran que el objetivo de dichas medidas es poder recuperar los equilibrios macroeconómicos y la estabilidad monetaria para así contribuir con el crecimiento económico, aunque lo cierto es que a corto plazo la familia cubana se verá afectada.
El economista cubano Omar Everleny Pérez Villanueva, exdirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana, cree que las nuevas medidas no solo no son coherentes, sino que están concentradas en la esfera de la circulación, cuando deberían enfocarse en la producción.
“Las medidas se han hecho sin coherencia”, sostiene. “A corto plazo se está afectando a la población, que ya tiene un deterioro muy grande de su poder adquisitivo. Si el salario promedio fue de 4,219 pesos cubanos (35 dólares según el cambio oficial), ¿cómo es posible que un kilogramo de leche en polvo valga 1,200 (10 dólares) y un cartón de huevos valga 3,000 (25 dólares)? Tampoco veo ninguna medida que incentive en mediano y largo plazo la producción. ¿Cómo puede ser posible que Cuba siga importando 1800 millones de dólares en alimentos, sin embargo sus producciones agrícolas vayan disminuyendo cada año? Las inversiones de los últimos años han estado concentradas en la construcción de hoteles, y cada vez menos en la agricultura y en la industria. ¿No es mejor negocio invertir en la agricultura?”, se pregunta.
Durante el 2023, las autoridades cubanas aparecieron en no pocas ocasiones en la televisión nacional para anunciar a la población que los tiempos que se avecinan no serán menos difíciles. La “economía está en una situación compleja”, advirtió en septiembre el ministro de Economía, Alejandro Gil Fernández. Y recalcó que en el país es necesario “depender cada vez más de lo que seamos capaces de producir”. En ese entonces, el ministro reconoció la falta de leche para los niños, y el poco pan o café que estaba llegando a los hogares cubanos a través de la entrega mensual racionada del Estado a cada hogar, y que cada vez más se vuelve imposible de subsidiar. El pasado año se produjeron 2,2 millones de huevos diarios, cuando en 2020 se contaron 5 millones. Un estudio de la embajada de España en Cuba reveló que la producción de carne de cerdo se ha reducido casi el 90%. Si en 2017 el país llegó a producir 199 mil toneladas de carne de cerdo, en 2022 solo produjeron 16.500. El pasado año se reportaron unas 9 mil toneladas de café, cuando el consumo interno demanda unas 24 mil. Igualmente se registraron disminuciones en los porcentajes de arroz, frijoles, y una zafra azucarera que no supera las 350 mil toneladas, lo cual no cubre la mitad de la demanda del país. Según la CEPAL, en el primer semestre de 2023 en Cuba las importaciones se desplomaron un 35 % en comparación con el año anterior.
Estas cifras se traducen en hambre. El Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OACDH) publicó en septiembre su VI Informe sobre el Estado de los Derechos Sociales en Cuba, que asegura que el 88% de los cubanos vive con menos de 1,9 dólares diarios y el 48% ha dejado de comer por falta de dinero para comprar alimentos. Cuando el 11 y 12 de julio de 2021 miles de cubanos salieron a las calles en unas protestas históricas que dejaron el saldo de más de mil presos políticos, la gente pidió “Libertad” y gritó “Tenemos hambre”. Tres años después, Cuba es un país en ruinas, con una inflación del 30% al cierre del año, una economía que se contrajo el 2% pese a haber proyectado un crecimiento del 3%, y una depreciación de la moneda cubana de más del 50 % frente al dólar y al euro en el mercado informal.
“No existe una voluntad política orientada a adoptar las transformaciones que necesita la economía nacional”, opina el economista cubano Mauricio de Miranda, profesor titular de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colombia. “Se refuerzan las instituciones extractivas y no aquellas inclusivas que deberían desatar las fuerzas productivas, restringidas hoy por las medidas de control estatal y por la intervención ineficaz que ha caracterizado por varias décadas a la economía cubana”.
El gobierno ha seguido apostando por el turismo, un sector golpeado por la pandemia de coronavirus, que aunque experimentó una recuperación, no alcanza la cifra de 4,2 millones de visitantes que llegaron en 2019. En 2023 Cuba recibió 1,8 millones de turistas según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), en un área con destinos turísticos tan competitivos como Punta Cana o Cancún, con mejores infraestructuras extrahoteleras. No obstante, el país sigue invirtiendo millones en la construcción de hoteles cuyas habitaciones permanecen mayormente vacías.
A finales del pasado año el primer ministro cubano Manuel Marrero Cruz dijo que la directiva del país estaba insatisfecha por “no haber avanzado lo necesario”, y reconoció que “podíamos haber hecho más cosas”. Tras años de errores, procesos de rectificación, medidas que no parecen dar resultados, un aumento de las sanciones económicas de la administración de Donald Trump hacia la Isla, un país golpeado por la situación pandémica, una disminución de la ayuda de petróleo proveniente de Venezuela y México, un país desesperanzado, con una emigración de casi medio millón de personas en dos años, ¿qué tendría que pasar para que la economía cubana finalmente se recupere? ¿Cuál sería el verdadero cambio para que Cuba salga de la crisis y los cubanos empiecen a notarlo?
Medidas sin resultados esperados
El pasado diciembre, el gobierno de Cuba reconoció el fracaso de la llamada “Tarea ordenamiento”. En otras palabras, admitió públicamente que las medidas que anunciaron en 2021 y que supuestamente iban a sacar al país del estancamiento económico no habían tenido los resultados esperados. Dicha medida pondría fin a la dualidad monetaria, eliminando el peso convertible o CUC, e implicaba la reforma de precios, salarios y pensiones. Sin embargo, la medida no solo aceleró la inflación, y los salarios de 2,100 pesos cubanos terminaron convirtiéndose en poco más de 8 dólares al mes, sino que tampoco se resolvió la dolarización parcial de la economía, que entre otras cosas debilita el valor del peso cubano, en un país donde el 40% de sus habitantes no tiene acceso a dólares, y al resto les llega principalmente de las remesas familiares desde el extranjero.
“El ordenamiento monetario de 2021 añadió inestabilidad en medio de la pandemia y no trajo beneficios”, dijo el economista cubano Pavel Vidal, quien trabajó en el Banco Central de Cuba (BCC). “La política fiscal ha sido desproporcionada y desequilibrante. Ambas políticas son responsables de la inflación de tres dígitos que agobia a las familias”.
En los últimos años el gobierno ha tomado otras medidas en aras de salir a flote, tales como la apertura de tiendas en divisas, la inversión extranjera en algunas empresas de capital mixto, y ha implementado la bancarización de las operaciones financieras. Ninguna de estas medidas ha implicado la descentralización ni la eliminación del monopolio estatal de las industrias y los mercados. Ni siquiera ha sucedido con las llamadas Mipymes, pequeñas y medianas empresas que se aprobaron en 2021 y que significaron una apertura al sector privado en la isla con reconocimiento jurídico, tras décadas de prohibición. Si bien es cierto que no todos los cubanos pueden permitirse el acceso a los productos que ofertan estos negocios, han diversificado las opciones que el Estado hoy no puede garantizar.
Sin embargo, muchas son las críticas a una medida que sigue restringiendo la posibilidad del sector privado en el país, y que impone limitaciones en aras de conservar el predominio de la empresa estatal socialista como principal actor económico.
“Creo que las Mipymes demostraron en un breve periodo de tiempo, unos dos años, que ahí hay un potencial enorme y que no le cuesta al Estado”, asegura Everleny. “Entonces hay que empezar a mirar que realmente uno de los potenciales más grandes que tiene este país es el sector privado. El Estado tiene que decir ‘ya vamos a una economía de mercado, o vamos a tomar instrumentos del mercado, y que haya coherencia, porque todo lo otro que se ha hecho no da resultado”.
Aunque el gobierno ha apostado por el turismo, la inversión extranjera y el incipiente sector privado para inyectar un respiro a la economía cubana, el resultado sigue siendo un país completamente empobrecido.
Según Vidal, se requieren reformas estructurales para impulsar la recuperación y generar ingresos y exportaciones. “Si bien las sanciones estadounidenses distorsionan la normal integración en la economía global, el modelo y las políticas domésticas tienen una alta responsabilidad en la pérdida sostenida de la capacidad productiva y la exportación”.
También considera que se deben reforzar las instituciones fiscales para que el gobierno logre salir del ciclo recurrente de impagos de su deuda externa. “Se deben aplicar reformas integrales de fondo para aportar competitividad y eficiencia a la economía. Sin estos prerrequisitos es muy difícil que funcione cualquier tipo de arreglo monetario que se diseñe”.
De Miranda, por su parte, dice que para que Cuba en realidad salga de la situación de crisis en la que lleva años sumida es necesario adoptar una serie de medidas que signifiquen una transformación estructural, y ello pasa necesariamente por el desmonte del sistema de economía centralizada a un mercado regulado por un estado democrático.
“El país necesita medidas económicas audaces que no serán adoptadas bajo el actual sistema político autoritario y totalitario. Esa es la razón por la que no se han adoptado las medidas necesarias para salir de la crisis, porque ellas implicarán necesariamente diversos grados de cesión de poder y no están dispuestos a ello”, afirma.
Entre estas medidas estarían la dualidad monetaria y cambiaria, dinamizar la producción industrial y agrícola, liberalizar los mercados, establecer mecanismos de regulación, y abandonar la idea de que la empresa estatal debe seguir siendo el fundamento del sistema económico del país.
“Es necesario que la tasa de cambio sea la del mercado para que los precios en la economía interna puedan conectarse adecuadamente. Es necesario abandonar la multiplicidad de tipos de cambio y la dualidad monetaria de un mercado que nuevamente se segmenta en pesos y dólares. Esto solo para empezar”.
Un pueblo que no ve solución a sus problemas
Ingrid Febles dejó en 2022 su puesto de trabajo como técnica de telemática en la Empresa de Telecomunicaciones (ETECSA) de Camagüey. Está esperando su salida definitiva del país. “No creo que de esta crisis se pueda salir”, asegura. Tiene 54 años. Ha vivido muchos de los cambios que prometían un verdadero respiro económico a Cuba, y ya no cree que algo vaya a suceder. “Cuando anunciaron el mal pensado reordenamiento y la desaparición del CUC, solo provocaron el aumento de la inflación. Si no tienes para cubrir las necesidades de la población y la demanda es mayor que la oferta, los precios se disparan. Y el pueblo no ve la solución a sus problemas”, dice. Nelson Alvarez, de La Habana, tampoco confía en que pueda haber un cambio: “Solo les queda seguir exprimiendo al pueblo como si fuera una frazada de piso”, sostiene. El licenciado en enfermería Leonardo Villarreal, de 41 años, cree que cada medida tomada ha afectado a la familia cubana y que, sin dudas, siente que el país está peor que cuando desapareció el Campo Socialista y él tenía unos 20 años. “Estamos peor que cuando el Periodo Especial, por supuesto”.
Los economistas creen que hay muchas cosas en común entre la actual crisis y la del llamado Periodo Especial, tras la caída de la URSS y por tanto la pérdida para Cuba de su principal socio comercial. Aunque de Miranda explica que esta crisis no alcanza los números a los que llegó la economía cubana entre 1990 y 1993, cuando se contrajo alrededor de un 40%, hoy los cubanos viven situaciones similares como las largas horas de apagones, el escaso transporte y la falta de alimentos o medicinas. No obstante, si algo tenían los cubanos entonces era la esperanza de salir de la crisis, y ahora han dejado de tenerla.
“La gente pensaba que se iba a avanzar porque no había antecedentes de esa crisis. ¿Qué pasa hoy? Sin haber salido totalmente de ese Periodo Especial entonces el país se montó en una nueva crisis, pero diferente porque la gente no tiene esperanzas y no cree en el futuro”, dice Everleny. “Creo que el Estado trabaja como si el tiempo fuera infinito, y no hay tiempo. La población está envejeciendo, más del 25% de la población tiene más de 60 años. Y el gobierno perdió la credibilidad”.
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