La energía renovable da alas a Lantania

La empresa surgida de las cenizas de Isolux cerrará el año con unos ingresos de unos 380 millones y 1.000 empleados

Parque solar fotovoltaico desarrollado por Lantania en Torrijos (Toledo).

La quiebra de Isolux, arrastrada por una deuda monumental, fue la oportunidad que vieron cuatro de sus exdirectivos —Federico Ávila, José Alberto Carrasco, Andrés Álvarez y Luis Corrales— para hacerse con sus activos en construcción, agua y energía. Una oferta in extremis que dio paso a un auto judicial favorable les convirtió, en enero de 2018, en los ganadores de un conjunto de obras en curso y de numerosos problemas. ...

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La quiebra de Isolux, arrastrada por una deuda monumental, fue la oportunidad que vieron cuatro de sus exdirectivos —Federico Ávila, José Alberto Carrasco, Andrés Álvarez y Luis Corrales— para hacerse con sus activos en construcción, agua y energía. Una oferta in extremis que dio paso a un auto judicial favorable les convirtió, en enero de 2018, en los ganadores de un conjunto de obras en curso y de numerosos problemas. Porque una constructora en disolución es como un camión cargado de fruta: si no haces nada con ella, se echa a perder. Lanzar una empresa desde cero asumiendo la contratación de cerca de cien trabajadores no iba a ser nada fácil, repasa Ávila, consejero delegado: “Recuerdo ese primer año, cuando veías acercarse el pago de las nóminas se te ponían los pelos de punta”. Necesitaron volver a hacer todo el papeleo para darse de alta en registros oficiales y conseguir certificaciones de calidad que les permitiesen acudir a concursos públicos. Siete años después, con más de mil personas en plantilla, Lantania vuela sola y espera cerrar el año con unos ingresos de 380 millones (el año pasado fueron 312), y unos beneficios de cerca de 15. Su deuda está en unos 40 millones.

Claro que los problemas no se terminan. Primero fue la covid, luego la guerra de Ucrania y ahora el conflicto en Israel puede desestabilizar toda la región —un granero de obras para grandes y medianas constructoras—. “El mundo es más impredecible que nunca”, reflexiona el directivo, “parece que lo único claro es que debemos adaptarnos”.

Ingeniero de Telecomunicación de Carballo (A Coruña), hincha del Celta de Vigo, Ávila tiene la suficiente experiencia como para no dejarse sorprender por el mercado. “La historia de Lantania es de resiliencia, cuando no es una cosa es otra. Nos las prometíamos felices después de la pandemia. Parecía que iba a llegar la recuperación en 2022, pero la guerra en Ucrania aceleró una crisis que ya había arrancado antes, con el desajuste entre oferta y demanda”. Con las materias primas y la energía en escalada, sus resultados se resintieron el pasado ejercicio, porque muchos de los proyectos presupuestados carecían de palancas de revisión de precios (sobre todo con la administración). Pero si la pandemia se estimuló la investigación científica con las vacunas, en su sector las compañías se buscaron sus propios remedios para afrontar el cambio de ciclo. “En nuestro caso vemos vectores de crecimiento en todo lo que tiene que ver con la gestión del agua y las energías renovables, donde estamos haciendo la mayor apuesta”. Para ello han reforzado el equipo colocando a Pedro Almagro, ex consejero delegado en la unidad de energía de Abengoa al frente de la unidad de desalación, y a Julio Masid, un exdirectivo de Suez, como director de energía.

Isolux tenía experiencia en la construcción de subestaciones y líneas de interconexión, y Lantania ha heredado esas capacidades. Hacen proyectos llave en mano en energía eólica y solar. “Ahora hay muchísima necesidad de construir parques, y no hay empresas suficientemente solventes, estamos en buen momento”, señala Ávila. Tienen 150 megavatios eólicos y 250 solares en distintas fases de construcción y no saben, por el momento, qué harán con ellos, si se convertirán en productores de energía, si los venderán a un tercero o si darán entrada a un socio. En cuanto al agua, trabajan en grandes planes de desalación y abastecimiento, haciendo la ingeniería, el suministro de equipos y la puesta en marcha de plantas.

Competir en otros países también es un seguro contra cierta preocupación que se ha instalado en España sobre qué pasará cuando se terminen los fondos europeos. “Estamos en un sector tremendamente cíclico, y una manera de evitarlo es estar en otros mercados. Este final de año muestra lo importante que es y que será para nosotros el negocio internacional”, expresa el directivo. Acaban de ganar un contrato de 80 millones de euros para la construcción de una línea de tranvía en Varsovia y están presentes en 12 mercados, incluido el español. Fuera del España conseguirán este 2023 el 25% de su negocio, “y esperamos que en 2026 sea ya la mitad”. Pero no todo oro reluce. En la crisis de 2008, repasa Ávila, las empresas perdieron el miedo a internacionalizarse de una manera un poco inconsciente. “Hay que analizar los riesgos regulatorios, los del tipo de cambio, el riesgo del cliente… y ver aquellos mercados donde puedes añadir algo de valor. De lo contrario, no tiene sentido entrar”.

Lo que por el momento les trae más de cabeza son sus contratos con administraciones. “El año pasado en España no se actualizaron los precios de las licitaciones, estudiabas los proyectos y no encajaban, es algo que no habíamos visto nunca”. Sus principales clientes, Adif, la Dirección General de Carreteras y Aena, han reactivado esa revisión de precios al alza, por fortuna para empresas como Lantania, pero hay otras puertas cerradas. “La ley de desindexación de la economía afectó a la colaboración público privada en el modelo concesional. La Ciudad de la justicia de Madrid [el concurso se declaró desierto] o la baja concurrencia en el plan de carreteras de Aragón son ejemplos de lo sucedido. La ley obliga a que los contratos tengan una transferencia de determinados riesgos que limitan la rentabilidad y no justifican la inversión. Pese a todo, el negocio de obra pública representa un tercio de sus ingresos. Tienen, como cualquier constructora clásica, una filial de servicios relacionada con el mantenimiento y la conservación de las obras que realizan. Entran ahí, por ejemplo, el mantenimiento de varias áreas del hospital 12 de Octubre de Madrid o del Gregorio Marañón; el de las pistas del aeropuerto Madrid Barajas o los jardines verticales de la M30, a la altura del barrio del Pilar, un proyecto del que están especialmente orgullosos.

Búsqueda de empleados

De cara al futuro, su objetivo es llegar a ingresar 500 millones en 2026. No se trata de crecer por crecer, puntualizan, sino de hacer proyectos para que los consideren en determinados concursos como interlocutores fuertes. Una cifra mucho más alta, de 700 millones, es la que tienen en cartera, con obras contratadas pendientes de ejecución, lo que les da una tranquilidad a más de dos años vista. También reservan cada año unos 15 millones para comprar otras compañías y ya han adquirido siete firmas. Sobre una hipotética salida a Bolsa, nunca se descarta, pero creen que no queda demasiado hueco en los índices españoles para una constructora más. La tarea más inmediata para Lantania no está en los mercados, sino a pie de obra. No encuentran trabajadores cualificados y son conscientes de que la construcción ya no es el sector atractivo de antaño para los actuales millenials. “El salario ha pasado a un segundo o tercer nivel en las valoraciones de los empleados. Les preocupa el teletrabajo, y lamentablemente las obras no se pueden ejecutar en remoto”. Acaban de poner en marcha un Programa de Graduados, para incorporar a recién titulados a la compañía.

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