El sueño gasista de Egipto languidece

El consumo doméstico y sus problemas de producción elevan la dependencia de Israel para exportar energía a Europa

Vista de la central eléctrica de Giza, al oeste de El Cairo.AMIR MAKAR (AFP/GETTY IMAGES)

Cuando Egipto alcanzó la autosuficiencia en gas natural en 2018, cuatro años después de hallar ante su costa el yacimiento gasístico más grande del Mediterráneo, sus autoridades empezaron a fantasear con una posibilidad aún más ambiciosa: aprovechar sus dos plantas de licuefacción para convertirse en un hub regional para el comercio de este hidrocarburo.

Su sueño, proyectado con pompa de forma recurrente, se vio además reforzado con el inici...

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Cuando Egipto alcanzó la autosuficiencia en gas natural en 2018, cuatro años después de hallar ante su costa el yacimiento gasístico más grande del Mediterráneo, sus autoridades empezaron a fantasear con una posibilidad aún más ambiciosa: aprovechar sus dos plantas de licuefacción para convertirse en un hub regional para el comercio de este hidrocarburo.

Su sueño, proyectado con pompa de forma recurrente, se vio además reforzado con el inicio de la guerra en Ucrania y las prisas de los países de la Unión Europea por dejar de depender del gas ruso. Consciente de la oportunidad que se abría ante sus ojos, El Cairo incluso anunció en verano de 2022 un plan para reducir el consumo de electricidad, sobre todo del alumbrado e instalaciones públicas, para exportar tanto como fuera posible.

El dinero comenzó a fluir justo cuando las arcas estatales, contra las cuerdas por una grave crisis económica que la propia guerra aceleró, más lo necesitaban: en la segunda mitad de 2022, el último periodo del que hay datos públicos, el gas natural fue de lejos la principal exportación de Egipto y generó ingresos de casi 5.000 millones de dólares, según su banco central.

Un año después, sin embargo, el país se ha encontrado en una posición muy distinta: ante la ola de calor que ha sofocado al mundo este verano, Egipto no solo ha tenido que detener su exportación de gas, sino que se ha visto forzado a adoptar cortes de electricidad diarios.

Los primeros cortes de electricidad se empezaron a producir, sin ningún aviso y de forma aparentemente aleatoria, a finales de julio, justo cuando las temperaturas acariciaban o superaban los 40 grados. Ante la incredulidad de los egipcios, las autoridades finalmente salieron a dar explicaciones con su manual de gestión de crisis habitual: aseguraron que todo estaba bajo control y que los apagones acabarían pronto, quizás en cuestión de días.

“Cuando los cortes de electricidad [comenzaron] me sorprendí y pensé que solo pasaba en mi zona, hasta que vi en las redes sociales que era en todo Egipto. Fue extraño, porque de golpe descubrimos que tenemos problemas, sin previo aviso”, explica una vecina de un céntrico barrio de El Cairo en condición de anonimato para hablar con mayor libertad.

Transcurrido el plazo que las autoridades se habían marcado, el Gobierno se dirigió de nuevo a los egipcios con noticias menos optimistas, y avanzó que los cortes se alargarían hasta septiembre. Desde entonces, los apagones en El Cairo han sido de una hora al día, pero fuera de las ciudades han sido más largos y frecuentes, según medios locales.

Además del sofocante calor, los cortes eléctricos han llegado cuando el país atraviesa una dura crisis económica que está asfixiando a muchos egipcios. Desde marzo de 2022, sus autoridades han devaluado en tres ocasiones la moneda local, que ya ha perdido la mitad de su valor frente al dólar, y la inflación fue en agosto de casi el 40%, su máximo histórico.

La distribución de los cortes de electricidad también ha generado críticas, porque parecen haber afectado más a las zonas del país con las tasas de pobreza más altas, incluidas zonas rurales. Asimismo, los apagones no han afectado ni a las zonas costeras más turísticas de Egipto ni a la zona de veraneo por excelencia de sus clases altas bajo el pretexto de que, como las exportaciones, representan una importante fuente de ingresos para el Gobierno.

“Al principio ni siquiera sabíamos los motivos [de los apagones]; pero no es justo que los egipcios tengamos que quedarnos y sufrir en los días más calurosos del año porque el Gobierno ha decidido exportar [gas natural]”, considera la anterior vecina cairota.

Aunque tomarle el pulso a la ciudadanía en un país tan cerrado como Egipto no es posible, algunos analistas creen que los apagones y la errática gestión del Gobierno han aumentado el malestar social con el presidente, Abdel Fatah al Sisi, a pocos meses de que deba anunciar si opta por renovar su mandato por otros seis años. Desde que Al Sisi tomó el poder hace una década, el desarrollo de las infraestructuras ha sido una de sus grandes apuestas, a un coste muy alto para los egipcios: la deuda externa ha aumentado más de un 300%.

Yacimiento estrella

Aunque la disonancia entre el discurso exportador del gobierno y los cortes ha generado cierta sorpresa, algunos lo veían venir. Y es que, si bien autoridades tiendan a obviarlo, Egipto arrastra problemas de producción de gas desde 2021, sobre todo en Zohr, su gran yacimiento estrella. Y a ello se le suma un elevado consumo doméstico, que en la década posterior a 2011 aumentó cerca de un 30% y apenas se cubre hoy con la producción local.

“Habiendo visto el verano pasado lo cerca que estuvo Egipto de registrar un déficit de gas nacional sin incluir las importaciones de gas israelí, no fue realmente muy sorprendente ver la escasez de este año, teniendo en cuenta las tasas históricamente altas de declive de [producción] en sus yacimientos de gas y la creciente tendencia al aumento del consumo [interno]”, afirma Peter Stevenson, experto sobre el Mediterráneo oriental del Middle East Economic Survey (MEES), una publicación especializada en la industria energética.

A pesar de ello, las exportaciones de gas natural licuado (GNL) de Egipto aumentaron un 7% en 2022, y más del 80% se dirigió hacia Europa, según el ministerio de petróleo. Este crecimiento paralelo a los problemas de producción fue posible gracias al funcionamiento a máxima capacidad de las dos plantas de licuefacción del país, un mayor uso de fueloil en centrales eléctricas, y el racionamiento doméstico. Pero todo ello hubiera servido de poco de no haber sido por las importaciones de gas isra­elí que luego Egipto reexporta. Durante 2022, estas incrementaron un 48,5%, y se han mantenido muy elevadas en 2023.

Por ello, las perspectivas de que El Cairo no siga fundiéndose a negro y pueda cumplir con su sueño gasístico son ahora mismo más bien reducidas. Y dependen en gran medida de descubrir otros yacimientos como el de Zohr o de que países vecinos que sí que cuentan con vastas reservas, como Chipre y sobre todo Israel, exporten más a través de Egipto. Por el momento, sin embargo, ambos países están aún acabando de meditar sus opciones.

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