¿Inflación verde? No, encarecimiento ‘marrón’
Es clave salvaguardar la credibilidad antiinflacionista de la política económica, más cuando gran parte de las políticas climáticas, que han de gobernar la transición, están por implementarse
La inflación verde (del neologismo inglés greenflation) es la aceleración de precios de consumo desencadenada por el encarecimiento de productos ligados a la transición hacia una economía sin emisiones de carbono, tanto por los que hay que dejar de usar (como la energía de fuente fósil) como por los que hay que potenciar (como la renovable).
Respecto a los primeros, su encarecimiento es la medida más efic...
La inflación verde (del neologismo inglés greenflation) es la aceleración de precios de consumo desencadenada por el encarecimiento de productos ligados a la transición hacia una economía sin emisiones de carbono, tanto por los que hay que dejar de usar (como la energía de fuente fósil) como por los que hay que potenciar (como la renovable).
Respecto a los primeros, su encarecimiento es la medida más eficaz para eliminarlos y dejar de usar la atmósfera como sumidero de gases de efecto invernadero. El impuesto al carbono, explícito (tarifa por tonelada emitida, derecho de emisión adquirido en el mercado) o implícito (a través de regulaciones), encarecería el uso de la energía fósil y de productos intensivos en carbono. Se disciplina la demanda por el impacto negativo en la renta disponible, favoreciendo el gasto en opciones menos contaminantes, y se incentiva que la oferta, con I+D y con nueva inversión, busque procesos productivos sin emisiones. Además, la redistribución de los ingresos del impuesto al carbono es clave para mitigar los efectos regresivos en renta en los hogares y empresas más vulnerables, o para favorecer la inversión verde.
Igual que las subidas de precios del petróleo por embargos o guerras en los años setenta del siglo pasado no bastaron para acelerar sostenidamente la inflación en las economías importadoras, dada la reacción de la política económica, tampoco es lo más probable que el encarecimiento de insumos y bienes de consumo marrones desencadene una aceleración generalizada y sostenida de precios de consumo. La transición energética no va a cambiar la política económica de estabilidad nominal: política fiscal sin recurso a financiación monetaria, bancos centrales independientes para perseguir la estabilidad de precios, y objetivos explícitos de inflación. El anclaje de las expectativas de inflación de largo plazo con la incertidumbre actual es una prueba de resistencia para la credibilidad de los bancos centrales.
En lo que se refiere al aumento de precios por la mayor demanda de productos verdes, como materias primas en las que son intensivos (cobre, litio), cabe esperar encarecimientos dada la lenta respuesta de la producción al aumento de la demanda. Además, de acuerdo al Fondo Monetario Internacional, los aumentos de precios de las materias primas verdes pueden ser muy prolongados en el tiempo si se buscan emisiones netas cero en 2050, aunque pueda haber ganancias de eficiencia en el uso de estas materias primas, igual que las ha habido en el petróleo. Por ejemplo, EE UU consume por cada unidad de PIB una tercera parte del petróleo que utilizaba hace 50 años. Con todo, es clave salvaguardar la credibilidad antiinflacionista de la política económica, más cuando gran parte de las políticas climáticas, que han de gobernar la transición, están por implementarse.
J. Julián Cubero, de BBVA Research.