Vintae: la bodega de múltiples tentáculos que quiere conquistar África

La empresa elabora 47 vinos en 14 denominaciones de origen y exporta a más de 70 países. En 2021 cerró con unos ingresos de 40 millones de euros, un 29% más

Richi Arambarri, director general de Vintae.Gilbert Bages

Presume de no ser un grupo vinícola al uso, con un punto de rebeldía en todo lo que hace, incluso, con una pizca de irreverencia en su forma de comunicar y en sus atrevidas etiquetas. Una combinación aderezada con algunas críticas al perfil de los vinos que comercializa. Su historia empezó como en muchas otras bodegas de La Rioja, en la que el legado de elaborar vinos pasa de generación en generación. Una historia que, en este caso, tiene dos etapas definidas, en las que dos generaciones de la familia...

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Presume de no ser un grupo vinícola al uso, con un punto de rebeldía en todo lo que hace, incluso, con una pizca de irreverencia en su forma de comunicar y en sus atrevidas etiquetas. Una combinación aderezada con algunas críticas al perfil de los vinos que comercializa. Su historia empezó como en muchas otras bodegas de La Rioja, en la que el legado de elaborar vinos pasa de generación en generación. Una historia que, en este caso, tiene dos etapas definidas, en las que dos generaciones de la familia Arambarri, propietaria del grupo al 90% (el resto está en manos del equipo de la bodega), ha comandado su desarrollo. La primera comenzó con José Arambarri, un emprendedor nacido en los años cuarenta, que en cuanto pudo salió de su pueblo y, tras poner en pie negocios de construcción e inmobiliarias en Logroño, decidió volver a elaborar vino. Compró bodega y viñedos y levantó proyectos como la gama de tintos Hacienda López de Haro o Maetierra, sus dos primeras marcas, con una inversión de más de 10 millones de euros.

En 2008, la enfermedad de José Arambarri da paso forzoso a la segunda generación. Un legado capitaneado por el veinteañero Richi Arambarri, el pequeño de sus tres hijos, que ve necesaria una renovación para hacer viable la compañía. “La empresa estaba diseñada para crecer, era un proyecto ambicioso con grandes inversiones en marcha. No había lugar para el error y la competencia era grande, así que sacamos vinos comerciales, agresivos y empezamos a viajar para vender”, explica Arambarri.

Esta nueva etapa los ha llevado a estar presentes en 14 denominaciones de origen, con zonas clave como La Rioja, su centro neurálgico; Navarra, o Castilla y León. “El resto repartido en otros lugares, como Galicia con vinos de albariño o treixadura; el País Vasco, con chacolí, o Aragón, con el Proyecto Garnachas, son apuntes que acompañan a nuestra empresa”, asegura el directivo. De hecho, el crecimiento de Vintae discurre en paralelo a marcas como Hacienda López de Haro en La Rioja, Matsu en Toro (Zamora) o Bardos en la zona burgalesa de la Ribera del Duero.

Reconoce que han vuelto a su origen, a La Rioja. “Hemos de consolidar lo que tenemos y la única manera de conseguirlo es evitar la dispersión, que te hace perder el foco”, asegura. Aun así, nunca están al margen de dar un nuevo salto fuera de su zona de confort. “Siempre estamos con la oreja puesta, aunque no busquemos de forma activa. Nos llaman para ofrecernos oportunidades, pero siempre en España”. Una aseveración esta última que derivó de una mala experiencia internacional, en el sur de Chile, donde llegaron de la mano de un amigo. Fue un proyecto con posibilidades vinícolas, pero que tuvieron que abandonar por falta de viabilidad. “Afortunadamente no habíamos realizado inversiones en la compra de bodega ni de viñas”, comenta Arambarri.

Sus cifras

El grupo tiene tres bodegas en propiedad en San Vicente de la Sonsierra y Calahorra (La Rioja) y en Zurukoain (Navarra), además de dos más en Toro y Burgos, donde asumen la gestión integral. Cultiva 300 hectáreas de viñedo propio, de las que más del 50% están en La Rioja, seguidas por Navarra y Aragón. Cuenta con 80 empleados, responsables de la venta de más de seis millones de botellas al año entre todas sus referencias, que elaboran además de con su propia uva, con la que llega a través de más de 100 viticultores a los que compran la materia prima.

En 2020, la bodega cerró con unos ingresos de 31 millones de euros, un 20% menos que el ejercicio anterior. Un año en el que se resintió el negocio, pero que salvaron gracias a la exportación, que se elevó hasta el 47%, un 15% más que en 2019; una cifra que según el directivo se mantendrá en el actual ejercicio. Las previsiones para el cierre de 2021 apuntan a un crecimiento del 30%, con una facturación próxima a los 40 millones de euros.

Exportan a más de 70 países con la marca Matsu, de Toro, como líder de ventas en este apartado, con más de un 70% de su producción, y en general sus vinos tienen en el Reino Unido su principal destino. “De momento no hay problemas con el Brexit, aunque se ven cambios, pero seguimos creciendo”, asegura Arambarri. También han apostado por abrir nuevos mercados en países como Nicaragua, Honduras, Venezuela y en el sudeste asiático. “Todavía tenemos África como un territorio por conquistar. Lo intenté en Kenia pero no cuajó. Es un país centrado en vinos económicos y los que se venden caros son franceses. Para los españoles de precio alto es difícil”, añade.

Sus ventas en España están centradas en el canal Horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías), con un 70% frente al 30% de clientes minoristas, pero también han apostado por la venta digital. “En 2020 estimamos que la facturación nacional online fue de un 10%, mientras que en 2019 estaba por debajo del 2%”, apunta. Aunque tienen tienda propia, el directivo comenta que la mayor parte de la caja llega desde distribuidores online ajenos.

En los últimos tres años han desembolsado 800.000 euros en I+D+i. Una inversión que ha derivado en proyectos como Viñedos El Pacto, en el Alto Najerilla y en La Sonsierra (La Rioja), para vinos tintos y blancos, con el reto de recuperar la esencia de la zona, y en un espumoso que verá la luz en 2022. “Es un proyecto pequeño pero ambicioso, del que haremos 15.000 botellas”, concreta.

Presume de hacer sus 47 vinos con una mínima intervención, con elaboraciones respetuosas con el medio ambiente, donde reflejan el espíritu de la viña. Aun así, de momento, solo un 10% de su producción se cuelga el cartel de ecológico y otro tanto el de natural, vinos estos últimos que se definen por no añadir ningún tipo de aditivo que asegure su buena conservación. Unos porcentajes que, según Arambarri, responden a la enorme burocracia que rodea al mundo del vino.


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