¿Quiénes hacen posible la reproducción asistida?
La baja tasa de natalidad hace que cada vez sean más los bebés nacidos fruto de tratamientos de fertilidad. Un campo transversal con muchas oportunidades laborales
Proclamar que España tiene un problema de fertilidad no es, a estas alturas, desvelar ningún secreto, como tampoco lo es que se trata de una dificultad compartida por un gran número de países. Pero, si la natalidad lleva bajando de forma continuada en la Unión Europea desde 2008 (cuando se registraron 4,68 millones de nacimientos, frente a los 3,88 de 2022), no es menos cierto que España es el segundo país con menor tasa de fecundidad (1,16 nacimientos por mujer), solo por delante de Malta (1,08) y detrás de Italia (1,24), según Eurostat. Una situación de precariedad demográfica y de envejecimiento poblacional con causas que van desde las puramente económicas a las biológicas: ¿no tenemos más hijos porque no queremos, porque no podemos, o un poco de todo?
La respuesta, como casi siempre, está llena de matices, y es multifacética: es innegable que factores como el coste de la vida, la vivienda o las dificultades de conciliación juegan un rol relevante a la hora de decidir cuándo formar una familia, pero no son los únicos. También intervienen aspectos culturales como el cambio en las prioridades vitales de las generaciones más jóvenes, y por supuesto demográficos y biológicos: la calidad seminal (del semen) es cada vez menor y la edad a la que se tiene el primer hijo es cada vez más tardía, superando ya los 32 años. Otro indicador claro es el hecho de que el número de nacimientos en mujeres de más de 40 años haya crecido un 19,3 % a lo largo de la última década, según el INE.
“La fertilidad de una mujer a los 20 años se reduce a la mitad a los 30, y a la mitad de eso a los 35, de nuevo a los 38... Es una exponencial descendente. Se mantiene bastante bien hasta los 30 y dignamente hasta los 35, pero luego empieza a tener un descenso enorme”, explica el doctor Antonio Gosálvez, director de Fertilidad Humana en el Hospital Universitario Quirónsalud de Madrid. Programas como los de donación de óvulos, presentes en muchos hospitales y clínicas de fertilidad, tienen por eso cada vez más demanda (en España se realizan más de la mitad de tratamientos de ovodonación de Europa), si bien se enfrentan a la escasez de donantes. Por otra parte, en el varón, “el descenso de semen tan importante que tenemos ahora se debe sobre todo a problemas de contaminación ambiental. Por dar una referencia, en los años 80 la mayoría de varones eran fértiles, pero desde los años 90 empezó a haber un descenso enorme en la cantidad de espermatozoides válidos”, añade.
El escenario, por lo tanto, es propicio para el crecimiento de los tratamientos de reproducción asistida, al que recurren quienes sueñan con crear una familia que la naturaleza les niega: en 2021, se llevaron a cabo 165.453 ciclos de fecundación in vitro (FIV) y 33.8181 inseminaciones artificiales, dando lugar al nacimiento de 40.638 bebés (un 33,3 % más de nacimientos), según la Sociedad Española de Fertilidad. Los datos proceden de 334 centros públicos y privados repartidos por España, en los que trabajan todo tipo de profesionales: de ginecólogos a embriólogos, enfermeras y psicólogos. Y es que las perspectivas laborables, dicen los expertos, son razonablemente buenas.
¿Quiénes hacen posible los tratamientos de fertilidad?
Al contrario de lo que pudiera parecer, la demanda de profesionales en el sector de la reproducción asistida en España no es hoy especialmente elevada. Algo aparentemente contradictorio pero que se explica por varios factores: “Cuando yo empecé, hace casi 30 años, contratábamos gente año tras año, pero ahora la necesidad ya no es tan acuciante, se trata de un mercado muy atomizado”, explica Antonio Requena, director médico general de las Clínicas IVI. Pero aquí, esgrime, entran en juego dos factores clave: al tratarse de una especialidad relativamente joven, los que empezaron con ella comienzan ahora a jubilarse, y eso hará que las oportunidades crezcan en los próximos años. Y, además, “son profesiones con mucha demanda fuera de España: Suecia, por ejemplo, tiene mucha necesidad de embriólogos; en el Reino Unido, tras el Brexit, tienen muchas necesidades; e incluso en Estados Unidos”, sostiene Requena.
Dentro o fuera de España, las oportunidades laborales se caracterizan por una elevada transversalidad que implica especialistas de campos muy diversos:
Ginecólogos
Aunque pueda parecer obvio, hay que explicarlo: se necesitan ginecólogos, y no otro tipo de médicos generales, porque estos especialistas realizan cirugías y tratamientos hormonales. Son los directores de todo el proceso.
Embriólogos
Los expertos que trabajan en el laboratorio de reproducción asistida, “manejando óvulos, espermatozoides y embriones, y por lo tanto toda la creación de gametos y la fecundación humana”, cuenta Gosálvez. Un campo en el que caben especialistas procedentes de muchas disciplinas como Medicina, Biología, Biotecnología, Farmacia e incluso Veterinaria, y que también pueden acabar en un laboratorio de andrología.
Se nutren de todas estas carreras porque, por extraño que parezca, ninguna de ellas tiene esa especialidad. Así, quienes llegan al laboratorio lo hacen tras completar un máster en fertilidad, para adquirir los conocimientos de base, e incorporarse como personal en prácticas. “Llegar a ser sénior lleva mucho tiempo y no hay formas de estudiarlo más allá de meterse en un laboratorio”, añade el director médico de Quirónsalud. “Es imprescindible que, en el futuro, haya una formación específica, porque tiene mucha complejidad. No puede ser que alguien estudie cuatro o cinco años de Biología y después emprenda el camino de la fertilidad”, añade.
Además, reivindica, “no tiene ninguna lógica que la Seguridad Social y el Gobierno sigan sin reconocer a los biólogos de la reproducción como personal sanitario. Y deben hacerlo, porque están trabajando, por ejemplo, en los hospitales, tienen responsabilidades frente a los pacientes, manejan historias clínicas, se entrevistan con ellos y firman documentos”.
Enfermeras, técnicos de laboratorio y auxiliares de clínica
La enfermera se ocupa de dar un soporte vital a la paciente porque, más allá de explicar cómo ponerse la medicación y aclarar cualquier duda sobre los tratamientos, asume un papel de asesor personal: se relaciona con ella y la asiste en consulta. “La enfermera va teniendo cada vez más importancia y responsabilidad, y ya está empezando a hacer ecografías para ver el desarrollo de los ovarios cuando se está estimulando a la paciente”, esgrime Requena.
Y luego, por supuesto, la auxiliar de clínica, que está en contacto con los materiales, lleva muestras, recoge y ordena.
Psicólogos
La psicología, coinciden los expertos consultados, resulta fundamental a la hora de llevar a cabo de tratamiento de fertilidad. Y lo es porque, muchas veces, detrás de la infertilidad se esconde un problema emocional o de estrés psicológico muy importante para el que, recuerda Gosálvez, es necesario tener una formación específica: “Por eso, se ha creado un máster específico relacionado con lo que se llama salud mental perinatal en el Centro de Estudios Superiores Cardenal Cisneros [adscrito a la Universidad Complutense], que empieza en octubre, y que incluye lógicamente la parte de reproducción asistida”.
Genetistas
La importancia de los médicos especialistas en genética es creciente. ¿Por qué? Más allá de los tratamientos habituales, “cada vez son más los pacientes con un problema genético familiar que, gracias a los tratamientos de FIV, pueden conseguir tener un hijo libre de esa enfermedad”, señala Requena. Los mismos procesos que sirven también a perfiles de otro tipo, como las mujeres solas o parejas lesbianas que recurren a la FIV para poder tener un hijo.
La importancia de la fisioterapia
La uroginecología es la especialidad que, dentro de la Fisioterapia, se ocupa de tratar todo tipo de disfunciones relacionadas con el suelo pélvico, tanto en el hombre como en la mujer. Un campo donde cada vez son más frecuentes los tratamientos en pacientes que están siendo también tratados por infertilidad. “Lo que más veo en mi consulta son mujeres que tienen que someterse a una fecundación in vitro porque tienen la endometriosis, una enfermedad en la que el tejido del útero se expande hacia afuera y puede provocar la obstrucción de las trompas, impidiendo los embarazos de forma espontánea”, explica Ágata Krupa, fisioterapeuta especialista en uroginecología de SueloPélvico.eu. “O puede suceder que esas placas de la endometriosis se instalen en los ovarios, alterando la ovulación e impidiendo igualmente los embarazos espontáneos”.
Los síntomas de esta enfermedad, sostiene Krupa, pueden mejorarse con la fisioterapia mediante, por ejemplo, el tratamiento manual, de forma que se mejore tanto la movilidad uterina como de las trompas o los ovarios, “lo que a su vez aumentaría las posibilidades de esa paciente de quedarse embarazada o de que su tratamiento in vitro sea más efectivo”. “Para evaluar la musculatura del suelo pélvico, introducimos unas sondas manométricas por vía vaginal que nos ayudan a medir tanto la fuerza perineal como su elasticidad. Después, manualmente y por vía vaginal, llegamos a trabajar sobre los ligamentos que rodean el útero y sobre el cuello del útero”. También realizan ejercicios de contracción de suelo pélvico con un aparato que se llama biofeedback y una sonda vaginal.
Otros pacientes que pueden beneficiarse de los efectos de la fisioterapia son, por un lado, mujeres que sufren dispareunia (una disfunción muscular que provoca un dolor al mantener relaciones sexuales que imposibilita las mismas), así como aquellas con más de 40 años y que deciden ser madres: “Esas pacientes, por edad, tienen más riesgo de sufrir disfunciones relacionadas con el suelo pélvico. Cuando se quedan embarazadas, pueden tener incontinencia urinaria, prolapso uterino o más dolor en la zona pélvica”, afirma la especialista.
¿Pueden hacerse ejercicios durante el embarazo? “La idea de que no se pueden hacer ejercicios abdominales durante el embarazo es un mito: hay que fortalecer la faja abdominal pero de una forma adecuada, no como se haría en un gimnasio”, señala Krupa. “Los estrógenos bajan drásticamente durante la gestación, y para no perder masa muscular se deben hacer ejercicios de resistencia con gomas elásticas”.
Eso sí, los ejercicios van cambiando según se esté en un trimestre u otro del embarazo: en el primer trimestre se evalúa el suelo pélvico, su abdomen, cómo lo activa y qué fuerza tiene, mientras que el segundo trimestre es el momento para un entrenamiento más intenso: “Las chicas sin contraindicaciones médicas pueden hacer cardio de bajo impacto, levantar pesas y fortalecer el abdomen. Y en el tercer trimestre se introducen ejercicios de preparación al parto vaginal”, explica.
FORMACIÓN EL PAÍS en Twitter y Facebook
Suscríbase a la newsletter de Formación de EL PAÍS