El Gobierno del Reino Unido apuesta por relajar las normas urbanísticas y medioambientales para impulsar el crecimiento económico

Starmer invoca las medidas desregulatorias de Margaret Thatcher, y da luz verde a la construcción de una tercera pista en el aeropuerto de Heathrow, en contra de las organizaciones medioambientales

La ministra de Economía del Reino Unido, Rachel Reeves, este miercoles en la localidad de EynshamPeter Cziborra (REUTERS)

El Partido Laborista de Keir Starmer conquistó el Gobierno del Reino Unido, el pasado julio, con la promesa de que la economía británica volvería a crecer, después de catorce años de desidia conservadora. Seis meses después, el PIB registra unas cifras planas, los analistas hablan ya de estanflación —inflación alta, del 2,5%, más crecimiento congelado— ...

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El Partido Laborista de Keir Starmer conquistó el Gobierno del Reino Unido, el pasado julio, con la promesa de que la economía británica volvería a crecer, después de catorce años de desidia conservadora. Seis meses después, el PIB registra unas cifras planas, los analistas hablan ya de estanflación —inflación alta, del 2,5%, más crecimiento congelado— y el pesimismo se extiende entre la clase empresarial, sobre la que recayó el pasado octubre un aumento impositivo de más de 48.000 millones de euros. Starmer intenta reconquistar el apoyo de los mercados con la promesa de una ambiciosa desregularización urbanística y medioambiental.

“En la década de los ochenta, el Gobierno de [Margaret] Thatcher desregularizó el capital financiero. En la era del Nuevo Laborismo [de Tony Blair], la globalización aumentó las oportunidades del comercio. Este será nuestro equivalente. Durante mucho tiempo, [el exceso] de regulación ha impedido al Reino Unido construir su futuro”, ha escrito Starmer en una tribuna para el diario The Times, horas antes de que la ministra de Economía, Rachel Reeves, anunciara una batería de medidas para incrementar la inversión, acelerar los proyectos urbanísticos e industriales e impulsar el anhelado crecimiento.

La medida estrella, combatida durante dos décadas por organizaciones medioambientales, ha sido el anuncio de que el Gobierno laborista respaldará la construcción de una tercera pista en el aeropuerto londinense de Heathrow. “Ya no podemos arrastrar más esta decisión. La última gran pista aeroportuaria del Reino Unido se construyó en la década de los cuarenta. Llevamos ochenta años sin ningún tipo de progreso”, ha anunciado Reeves. La ministra ha asegurado que la construcción de la pista no chocará con los objetivos de reducción de emisiones adquiridos por el Gobierno británico.

El Gobierno confía en obtener los planes de expansión por parte de la empresa propietaria de Heathrow cuanto antes, para que la planificación esté lista y aprobada en 2029.

Los gobiernos conservadores cortejaron la idea, sin atreverse a realizarla. Boris Johnson la combatió durante sus mandatos como alcalde de Londres. Hasta los tribunales británicos frenaron el enésimo intento de construirla, porque “incumplía los compromisos contra el cambio climático acordado por el Reino Unido en el Acuerdo de París de 2015″.

El anuncio de Reeves ha desatado de inmediato un aluvión de críticas. Entre ellas, la del alcalde laborista de Londres, Sadiq Khan. “A pesar del progreso logrado en el sector de la aviación, para hacerlo más sostenible, sigo sin estar convencido de que cientos de miles de vuelos adicionales en Heathrow cada año no vayan a tener un enorme impacto dañino en nuestro medioambiente”, ha dicho.

En busca de la popularidad perdida

El índice de desaprobación del Gobierno de Starmer, según la empresa YouGov, ha alcanzado su nivel más alto desde las elecciones, con un 64%. Sus primeras medidas económicas han caído como un jarro de agua fría, y se han visto acompañadas de cifras paupérrimas. La oposición huele la sangre, y entre los analistas cunde ya la idea de que los laboristas no gobernarán más allá de un mandato.

Starmer y su ministra han decidido lanzar todos los guiños a los empresarios para recuperar la popularidad perdida, pero a la vez han defendido las medidas dolorosas que, según ellos, se vieron obligados a tomar en el primer presupuesto de octubre. Para lograr crecimiento e inversión, ha justificado Reeves, el primer paso era dotar de estabilidad a la economía británica. “Acepto que ser responsable tiene sus costes. Pero el coste de la irresponsabilidad habría sido aún mayor, y los que han expresado su oposición a mi presupuesto lo saben”, ha argumentado.

Reeves ha prometido para la próxima primavera el inicio de la tramitación de una Ley de Planificación e Infraestructura que “reformará de manera fundamental la normativa medioambiental”, para lograr de ese modo que se reduzcan el número de objeciones y recursos contra los nuevos desarrollos urbanísticos.

“El crecimiento bajo no tiene por qué ser nuestro destino. Pero el crecimiento no vendrá por sí solo, sin dar la batalla. Sin un Gobierno que no se ponga del lado de la clase trabajadora, y que esté dispuesto a adoptar las decisiones correctas para mejorar la trayectoria del país”, ha anunciado la ministra.

Entre las nuevas promesas del Gobierno de Starmer se encuentra también la de construir, en el corredor que une las localidades de Oxford y Cambridge —que concentran entre ambas un número creciente de start-ups, o empresas emergentes― un nuevo “Silicon Valley de Europa”, con planes de desarrollo urbanístico y nuevas conexiones ferroviarias entre las dos ciudades.

Choque con la patronal

Las promesas de impulso de la industria británica y del aumento de la inversión de Reeves han chocado con el escepticismo de Stephen Phipson, el presidente de la patronal industrial Make UK. “Hay una clara contradicción entre el anuncio de estas medidas tan loables de reforma de la planificación urbanística y de inversión en infraestructuras y la aprobación, a la vez, de una serie de medidas que van a reducir inevitablemente las inversiones y a congelar la contratación. El Gobierno debe resolver esta dicotomía interna”, ha denunciado.

Reeves se ha lanzado a la complicada misión de cortejar los oídos y los corazones de los empresarios sin despertar el recelo de los sindicatos, los aliados históricos del Partido Laborista. La ministra ha defendido las promesas de reforma de las leyes laborales con las que ganaron las elecciones, destinadas a dar mayor seguridad y estabilidad a los trabajares británicos, y fuertemente contestadas por el empresariado.

“Una fuerza laboral que se sienta más segura también se sentirá más confiada, será más productiva y tendrá un mayor ánimo para gastar e inyectar dinero en la economía”, ha defendido Reeves, en una demostración de fuerza destinada también a callar las voces de los que auguran su defenestración política.

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