La deuda de los países en desarrollo alcanza un nuevo récord con 8,8 billones de dólares
Un tercio del total pertenece a China, según los datos del Banco Mundial. El país asiático redujo su pasivo por segundo año consecutivo pero triplica el que tenía en 2010
La pandemia de coronavirus ya ha quedado atrás, pero sus efectos sobre la economía de los países en desarrollo siguen estando presentes. Durante la crisis, estas naciones aumentaron drásticamente sus niveles de endeudamiento para enfrentar la caída de la actividad económica y de los ingresos gubernamentales, así como para fortalecer su sistema sanitario. Esta tendencia ha continuado hasta la fecha y, para 2023, su deuda total ha alcanzado un máximo histórico de 8,8 billones de dólares, según el informe sobre la deuda internacional publicado este martes por el...
La pandemia de coronavirus ya ha quedado atrás, pero sus efectos sobre la economía de los países en desarrollo siguen estando presentes. Durante la crisis, estas naciones aumentaron drásticamente sus niveles de endeudamiento para enfrentar la caída de la actividad económica y de los ingresos gubernamentales, así como para fortalecer su sistema sanitario. Esta tendencia ha continuado hasta la fecha y, para 2023, su deuda total ha alcanzado un máximo histórico de 8,8 billones de dólares, según el informe sobre la deuda internacional publicado este martes por el Banco Mundial.
La deuda a corto plazo de los países en desarrollo aumentó el año pasado por tercer ejercicio consecutivo. Lo hizo un 5,5% para alcanzar los 1,1 billones de dólares, lo que subraya su dependencia de la financiación para responder a necesidades inmediatas. Además, excluyendo una ligera disminución del 0,3% en 2022, la deuda a largo plazo también ha seguido una trayectoria ascendente desde 2006. Y como este crecimiento se produjo en un contexto de tipos de interés globales en máximos de dos décadas, los costos de servicio de la deuda se elevaron. Los pagos de intereses llegaron al nivel más alto de los últimos 20 años, lo que, según el Banco Mundial, “redujo los presupuestos de muchos países para áreas críticas como salud, educación y medio ambiente”.
A pesar de los retos internos, China sigue siendo un pilar clave en el contexto de la deuda global. Hasta el año pasado, era el mayor prestatario entre los países emergentes al poseer el 27,4% del total de su deuda. Pero a la vez el endeudamiento chino también se ha triplicado desde 2010, alcanzando en 2023 los 2,4 billones de dólares, No obstante, es el segundo año consecutivo en que el nivel disminuye, después de que en 2021 alcanzara su máximo histórico ―2,7 billones―. En concreto, cayó un 1,1% respecto a 2022, debido a una contracción en los préstamos del sector privado no garantizado, que son aquellos créditos otorgados sin el respaldo explícito del Gobierno.
El panorama de la deuda china refleja que el país avanza a dos velocidades. Por un lado, posee más de la mitad del total del pasivo a corto plazo (aquella que debe pagarse en menos de un año) que acumulan los países en desarrollo, lo que, según el organismo, lo deja expuesto “casi por igual a las fluctuaciones” de los mercados internacionales tanto en el corto como en el largo plazo. En el último año, esta partida repuntó casi un 2%, hasta los 1,3 billones de dólares. Contrariamente a esta tendencia, la deuda a largo plazo (cuyos plazos suelen ser de 10 años) ha caído por segundo año consecutivo, reduciéndose un 4,2% hasta los 1,1 billones de dólares. Esta disminución se explica en gran parte por la menor cantidad de préstamos tomados por empresas privadas sin respaldo estatal, cuya deuda total se redujo en más del 8%. En particular, las empresas pidieron menos dinero a través de bonos y préstamos bancarios, lo que refleja una mayor cautela en el endeudamiento del sector privado.
La disminución en la deuda total de China se alinea con la desaceleración de su crecimiento económico, impulsado principalmente por problemas en el sector inmobiliario. Entre abril y septiembre, su Producto Interior Bruto (PIB) aumentó por debajo del objetivo del 5% que el Gobierno se había marcado para este año, debido principalmente a la caída en la inversión en promoción inmobiliaria, que entre enero y septiembre ha disminuido un 10% interanual. En un intento por reflotar la situación, Pekín ha puesto en marcha una serie de medidas de estímulo, que incluyen recortar las tasas de interés e hipotecarias, elevar los límites de deuda de los gobiernos locales para impulsar el sector inmobiliario y aumentar la financiación para proyectos de vivienda con el objetivo de respaldar a los desarrolladores con obras en curso.