Energía, espacio y Europa: la triple ‘e’ que lleva los centros de datos a Aragón

La electricidad renovable y barata es clave, pero la disponibilidad de terreno, la cercanía al resto del continente y las facilidades administrativas también pesan. El agua, el gran reto

Un centro de datos, en una imagen de archivo.baranozdemir (Getty Images)

“En Aragón nos habéis hecho sentir como en casa”, decía Suzana Curic, sueca de nacimiento, casi aragonesa de adopción y máxima responsable en España de Amazon Web Services (AWS) el día que la compañía anunciaba en esta comunidad autónoma su inversión más potente: 15.700 millones de eu...

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“En Aragón nos habéis hecho sentir como en casa”, decía Suzana Curic, sueca de nacimiento, casi aragonesa de adopción y máxima responsable en España de Amazon Web Services (AWS) el día que la compañía anunciaba en esta comunidad autónoma su inversión más potente: 15.700 millones de euros en una década para ampliar sus tres centros de datos ya existentes y construir uno más. La división global de computación en la nube del coloso del comercio electrónico sextuplicaba, así, sus planes iniciales en una región que se ha convertido en gran objeto de deseo para los desarrolladores de estas infraestructuras. No solo a escala española o ibérica, sino también continental. Hace dos semanas llegaba un nuevo aldabonazo: 7.500 millones del fondo de inversión estadounidense Blackstone para un centro de datos en Calatorao (Zaragoza). Será su mayor proyecto europeo, que se dice pronto.

La razón de que este territorio de la España vaciada, con una población desequilibrada —casi toda concentrada en la capital— y rodeado de desierto, montañas y silencio se esté convirtiendo en un polo de atracción de empresas tecnológicas la desarrollaba la propia Curic: “Es, sobre todo, por los terrenos amplios y disponibles, el acceso a energía renovable, el talento y porque es un centro estratégico muy importante, no solo en España sino mirando al sur de Europa”.

Son las mismas razones que esgrime Alberto Granados, primer ejecutivo de Microsoft en España. Una compañía que está impulsando campus y centros de datos en Aragón con un desembolso de más de 6.000 millones de euros. Como Amazon, la firma cofundada por Bill Gates la ha declarado región estratégica, prometiendo empleos bien remunerados y efecto clúster: cuantos más centros de datos se instalan, se repite en el sector, tanto más probable es que proliferen otras inversiones tecnológicas a su alrededor.

A la hora de elegir emplazamiento para los centros de datos, Microsoft —como el resto de grandes nombres del sector— tiene en cuenta siete criterios: que haya fuentes de energía sostenibles, abundantes, fiables y estables, así como de múltiples conexiones de red de alta capacidad; la demanda de mercado; la proximidad a los centros de población y ubicaciones empresariales; la disponibilidad de talento digital especializado y de una industria tecnológica local innovadora; la existencia de terrenos libres; y los posibles incentivos locales y el apoyo de las Administraciones públicas. Y en todas ellas, Aragón —la cuarta más extensa y también la cuarta menos densamente poblada— puntúa bien o muy bien.

La comunidad tiene todo lo necesario para un centro de datos, una de esas infraestructuras que permite tanto enviar un correo electrónico, ver una serie en una plataforma o alimentar la inteligencia artificial. En primer lugar, la energía y el agua: aunque las grandes tecnológicas callan lo que consumen, las estimaciones más certeras apuntan a una demanda eléctrica anual total de alrededor de 200 teravatios hora (TWh), casi tanto como la demanda anual total en España. Una cifra que no hará sino aumentar en los próximos años. Y que, tanto por sostenibilidad como por economía —aunque intermitente, es mucho más barata que la procedente de fuentes fósiles o la nuclear—, será renovable.

Aragón tiene todas las de ganar en el terreno de las energías limpias. Sus molinos eólicos y sus paneles solares ya producen el doble de lo que se consume en la comunidad: en un solo año, el pasado, aumentó su producción en casi un quinto y es la segunda comunidad española que más electricidad verde inyecta cada día en el mercado eléctrico nacional. “En Zaragoza, por ejemplo, hay 220 días [al año] de viento”, recuerda Alejandro Serrano, profesor del IESE. A eso se suma el sol, también ingente —con casi el doble de horas al año que en el centro y el norte de Europa—, y una red notablemente menos sobrecargada que en otras regiones españolas.

El terreno disponible también es clave: no solo para la instalación de los propios centros de datos, sino para poner en marcha nuevas plantas fotovoltaicas y eólicas que los alimenten. “Aragón es algo más grande que Países Bajos, pero tiene 1,3 millones de habitantes frente a 17 millones. Y tiene el menor umbral de actividad sísmica de España, lo que hace que sea muy adecuado″, recuerda Serrano.

Entre Madrid y Barcelona... Y a un paso de Francia

Aragón está, además, en el eje Madrid-Barcelona, en el epicentro del 70% de la riqueza de España y con buen tráfico de datos —sobre todo, de nuevo, en la provincia de Zaragoza—. La cercanía a Francia —y, por tanto, también al resto de Europa— hace el resto. “Aragón es un punto neurálgico en términos de logística, no solo en España”, subraya un portavoz de AWS en conversación con este diario. Recuerda, además, que los retrasos en las comunicaciones “se reducen sustancialmente” cuanto más cerca esté el centro de los consumidores finales de datos.

“Estamos hablando de una comunidad muy bien situada desde el punto de vista de las telecomunicaciones, lo que le da una menor latencia”, desarrolla Irene Unceta, profesora adjunta del departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences de Esade. “Cuando una de estas compañías elige un lugar, lo hace para dar servicio a una región lo más amplia posible. Y Aragón le permite dar servicio a toda la península Ibérica y también al sur de Francia”. Unceta abre la puerta, así, a que algunos de estos inversores acaben yendo un paso más allá, privilegiando esta comunidad sobre algunos departamentos de la Francia meridional a la hora de abrir nuevos centros de datos. La partida está abierta, y Aragón juega con mejores cartas.

Política de brazos abiertos

Son varios los empresarios del sector consultados que prefieren no figurar con nombre y apellidos, a la espera de que sus proyectos de centros de datos —hay dos en marcha solo en municipios zaragozanos— reciban el aval en forma de declaración de interés autonómico. Esta es, de hecho, otra de las razones que atrae a las tecnológicas: los brazos abiertos de una administración regional que acorta a la mitad muchos trámites y que da facilidades a estas inversiones.

Esta política receptiva empezó la legislatura pasada, con el Gobierno del socialista Javier Lambán, y ha continuado con el Ejecutivo del popular Jorge Azcón. Todos los proyectos de Amazon y de Microsoft han contado con este apoyo sin fisuras. Esto y, como subraya la vicepresidenta y consejera de Industria autonómica, Mar Vaquero, “una paz social ininterrumpida desde 1989″ —sindicatos, gobierno y patronal se sientan, hablan y suelen acordar—, también han contribuido a la eclosión de instalaciones.

El desafío del agua

El problema del agua, el gran talón de Aquiles —y el gran reto ambiental— de los centros de datos, lo es menos en Aragón. Sobre todo si, como han anunciado los desarrolladores, las nuevas instalaciones cuentan con circuitos cerrados de refrigeración o, al menos, devuelven al sistema hídrico todos los recursos que captan. Sin embargo, este punto ya es objeto de discordia: los regantes siguen la cuestión con lupa, temerosos de que estas granjas de datos reciban un trato favorable respecto al campo. En especial, en tiempos de sequía.

“El agua es el punto más delicado. Está por ver cuáles son las soluciones tecnológicas que aportan estas grandes empresas: tendrán que apostar por métodos que, aunque menos eficientes que la evaporación, consuman mucho menos”, completa Serrano, del IESE. “Aunque se usen circuitos cerrados, es un negocio muy intensivo en agua. Es un reto no solo para Aragón, sino para cualquier otra comunidad española que aspire a tener este tipo de infraestructuras”, zanja Unceta, de Esade. “Hay que preguntarse, también, por hasta qué punto se ha tenido en cuenta la opinión de las poblaciones cercanas a los centros, que son los que más se van a ver impactados... En positivo o en negativo”.

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