Las importaciones españolas de gas caen con fuerza, pero las llegadas desde Rusia se duplican

El país euroasiático fue, tanto en agosto como en el acumulado de 2024, el segundo país de origen de este combustible, solo por detrás de Argelia. A diferencia del petróleo, la UE sigue sin prohibir las compras a Moscú

El metanero 'Nikolay Urvantsev', cargado con gas ruso procedente yacimientos de Yamal y bandera de Hong Kong en el momento de la descarga en el puerto de Bilbao, el 10 de marzo de 2022.Luis Tejido (EFE)

Menos importaciones de gas en general, pero mucho más gas ruso. Las llegadas de gas natural licuado (GNL, el que viaja congelado en barco) procedentes del gigante euroasiático, un apestado internacional desde el inicio de la invasión de Ucrania, prácticamente se duplicaron en agosto. Hasta el punto de cubrir ya casi la cuarta parte de la demanda nacional. A escala europea, la tendencia apunta en la misma dirección: las llegadas de gas ruso por tubo han caído con fuerza tras ...

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Menos importaciones de gas en general, pero mucho más gas ruso. Las llegadas de gas natural licuado (GNL, el que viaja congelado en barco) procedentes del gigante euroasiático, un apestado internacional desde el inicio de la invasión de Ucrania, prácticamente se duplicaron en agosto. Hasta el punto de cubrir ya casi la cuarta parte de la demanda nacional. A escala europea, la tendencia apunta en la misma dirección: las llegadas de gas ruso por tubo han caído con fuerza tras la voladura del gasoducto Nord Stream y el rechazo generalizado a Moscú, pero las importaciones por vía marítima siguen imparables.

A España llegaron 6.367 gigavatios hora (GWh) de gas licuado ruso en agosto, un 91,7% más que en un año antes, de acuerdo con el último boletín estadístico de Enagás. El combustible procedente de aquel país cubrió, así, el 23,6% del consumo total español ese mes. Una cifra ligeramente más baja que la registrada en julio, cuando se superó el 27%, pero muy superior al escaso 10% de agosto de 2023.

Tanto el mes pasado como en el acumulado de lo que va de año, Rusia fue el segundo punto de origen del gas que entra en España, solo por detrás de Argelia. Y el primero en el caso concreto del GNL, muy por delante de potencias gasistas como Estados Unidos, Nigeria, Australia o Qatar.

Aunque en España la tendencia es particularmente acusada, no es ni mucho menos única en Europa: en el primer semestre, las llegadas de GNL ruso al Viejo Continente crecieron un 11%. En Francia se duplicaron con creces, según las cifras que publica este jueves el Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero (IEEFA, por sus siglas en inglés).

Tanto España como Francia y Bélgica son destinos naturales del GNL ruso por una cuestión puramente logística: cuentan con la mayor capacidad de regasificación del continente, a años luz de Alemania (que llegó a la guerra sin una sola planta de recepción y transformación de gas licuado) y de Italia, otro gran consumidor de gas que en los últimos años se ha echado en brazos de Argelia para reducir su supeditación de Rusia. Una parte del combustible que llega a estos países acaba siendo posteriormente reexportado a otros vecinos a través de la cada vez más mallada red gasista europea.

En el caso español se suma, además, la habitual infrautilización de sus regasificadoras: en la primera mitad del año, la del puerto de Barcelona trabajó al 11% de su capacidad máxima, las de Sagunto y Cartagena rondaron el 21% y la de Huelva, el 27%, de acuerdo con el IEEFA. También el llenazo de sus depósitos subterráneos de gas, que en agosto alcanzaron el 100% de su capacidad, lo que reduce la necesidad de acopio.

“La Comisión Europea debería repensar la política comercial de las importaciones de GNL desde Rusia, ya que es competencia exclusiva de Bruselas”, urge Pedro Cantuel, analista del grupo energético Ignis. “Limitarlas y dar mecanismos a los importadores para no incurrir en penalizaciones por los contratos vigentes debería ser una prioridad”.

Aunque es muy difícil diferenciar entre unas llegadas y otras, el gas licuado ruso entra en España por dos vías. La principal es el contrato de Naturgy con Yamal LNG, firmado en 2018 y con una duración prevista de dos décadas, que contempla la entrega de alrededor 3,5 millardos de metros cúbicos (bcm) al año. La segunda, menor aunque también muy importante, es la de los traders privados: empresas que compran barcos en alta mar para su posterior descarga en una planta de regasificación. Desde el inicio de la guerra, el gas ruso adquirido por esa vía es notablemente más barato que el procedente de otros países.

Sin veto

A diferencia del petróleo y el carbón ruso (y sus derivados), sobre los que pesa una prohibición europea desde junio de 2022, el gas procedente de aquel país sigue sin ser objeto de sanciones comunitarias. En parte, porque es su flanco más débil, en el que la dependencia de Moscú era mucho mayor hace tres años, cuando las primeras tropas de Vladímir Putin cruzaron la frontera con Ucrania.

A las citadas importaciones por barco se suman, además, las llegadas por tubo: Europa sigue recibiendo modestos volúmenes de gas ruso a través de los ductos que fluyen bajo suelo turco y, paradójicamente, también ucranio. Nada que ver, en todo caso, con lo que ocurría antes de la guerra, cuando más del 40% del gas que consumía Europa procedía de Rusia; en 2023 esa cifra cayó hasta el 14%.

Mientras que en las ventas por ducto, donde la empresa pública rusa Gazprom —muy próxima al Kremlin— tiene el monopolio, el que llega por barco procede mayoritariamente de Yamal LNG, un consorcio participado por la compañía privada rusa Novatek, la energética francesa TotalEnergies y la china CNPC. Es decir, que no todos sus beneficios acaban en las arcas de Moscú.

En los últimos tiempos, la UE ha tratado de estrechar el cerco sobre algunas de estas llegadas. En junio pasado, el decimocuarto paquete de sanciones contra Rusia —adelantadas en parte por este diario— prohibía la recarga de buques de GNL ruso en transbordo hacia terceros países con el objetivo de reducir los “importantes” ingresos del Kremlin procedentes del gas. La medida, que sí está siendo efectiva, no afecta, sin embargo, en ningún caso a las importaciones directas.

La demanda europea de gas cayó en agosto hasta su menor nivel en al menos un siglo, según las cifras de la Universidad de Columbia. A diferencia de en la fase más cruda de la crisis, cuando el principal vector de caída era la industria, ahora son las energías renovables las que han tomado el testigo, al reducir la quema de gas en la generación de electricidad. “Es clave apostar por la reducción de la demanda residencial de gas, dando apoyo a las familias para la sustitución de sus instalaciones de gas por electricidad”, apremia Cantuel. “Los hogares alemanes consumen el 10% del gas europeo en invierno; es imprescindible que esto último se aplique sin demora, principalmente en el norte de Europa”.

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