La vivienda, bomba de relojería
Urge una palanca común que galvanice actuaciones dispersas y competencias diversas
La vivienda es una bomba de relojería. Los datos son inequívocos y dramáticos. Solo se construye al año un tercio (90.000 viviendas) de los hogares que se crean (275.000). La oferta de pisos de segunda mano en venta se desploma: en 2023, un 17% en Barcelona y un 15% en Madrid, por un 6% en todo el territorio. En el primer trimestre de este año se han registrado un 5,6% menos de compraventas que en igual periodo de 2023, y en ese año un 9,3% menos que en 2022 (INE).
Los jóvenes son víctimas principales. Solo un 15,9% de los menores de 35 años puede emanciparse (Universitat Popeu Fabra). Suponen ahora solo el 6% de los que pueden endeudarse para comprar, contra el 40% a finales de siglo pasado (Banco de España). El peso de este segmento cae a la mitad desde 2007, cuando suponía el 43% (Colegio Notarial de Cataluña).
El alquiler va igual o peor. En un año de aplicación de la nueva ley de vivienda, el precio habría subido un 13%, según los portales, mientras muchos contratos se escapan al alquiler temporal. Peor: es posible que el mercado se ría del Gobierno. Este impuso en 2022 un tope del 2% al aumento de los alquileres en curso. Se superó según el INE.
La necesidad de nuevas viviendas roza las 150.000 unidades anuales, según los promotores. El déficit habitacional asciende a un total de 600.000 entre 2022 y 2025 (Banco de España). Y como recuerda el presidente del Consejo Económico y Social, Antón Costas, “la vivienda puede acabar estrangulando el buen comportamiento de la economía”: trabajadores turísticos y digitales no encuentran techo y se alojan en caravanas (Baleares, Canarias), el malestar social crece.
Ni las Administraciones ni el sector están quietos. Multiplican iniciativas: uso de locales comerciales, reconversión de oficinas; exigencias a los tenedores de viviendas vacías; freno a los pisos turísticos (exigencia de 3/5 de los vecinos para autorizarlos, acaba de ratificar el ministro Carlos Cuerpo); revisión de los falsos alquileres de temporada; construcción de viviendas públicas de alquiler asequible…
¿Basta? Es dudoso. Lo cierto es que la solución no vendrá por una sola medida; deberá evitar lo unilateral (pública o privada, local, autonómica o general); y deberá ser multiinstrumental: más inversión, agilizar la construcción, cambios legales y culturales.
Seguramente conviene articularlas en tono a una medida visible, contundente. Un auténtico bazuca. Desde Bruselas se proyecta también una iniciativa continental, la vigilaremos. El nuevo Gobierno laborista británico planea duplicar la construcción de pisos: fijará cuotas a los municipios, les absorberá la competencia si las incumplen.
Urge también una palanca común que galvanice actuaciones dispersas y competencias diversas. Un órgano del tipo task force, que agrupe a los ministerios implicados, comunidades autónomas y ayuntamientos. Hay pocos ejemplos de eso en España. Pero hubo uno muy exitoso. La integración en la hoy Unión Europea se maduró desde la “Trinidad” (por el viejo convento donde se alojaba), la entonces nueva Secretaría de Estado para las cuestiones europeas. Trabajó bien. Mandaba mucho. Y a fe que fue efectiva.
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