La inversión en España cae por debajo del nivel prepandemia, pero no sacrifica su productividad

En 2023, esfuerzo inversor apenas supera el 19%, pero cobra peso la industria manufacturera, actividades financieras y otros servicios como hostelería

Sede de la Oficina Española de Patentes y Marcas, en Madrid.Foto cedida por el organismo

“Más vale poco y bueno, que mucho y malo”; el viejo refrán simplifica de alguna manera lo que ha ocurrido en España en materia de inversión durante el último año. El número de operaciones se ha quedado por debajo del ritmo de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), pero a cambio se están dejando atrás esos años en los que solo se apostaba por el ladrillo y empiezan a cobrar fuerza otros sectores que mejoran la capacidad productiva del país, como puede ser la ...

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“Más vale poco y bueno, que mucho y malo”; el viejo refrán simplifica de alguna manera lo que ha ocurrido en España en materia de inversión durante el último año. El número de operaciones se ha quedado por debajo del ritmo de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), pero a cambio se están dejando atrás esos años en los que solo se apostaba por el ladrillo y empiezan a cobrar fuerza otros sectores que mejoran la capacidad productiva del país, como puede ser la maquinaria o los recursos tecnológicos. Esa es una de las conclusiones del informe El stock de capital en España y sus comunidades autónomas 1995-2023, publicado este viernes por la fundación BBVA.

El documento precisa que en 2023, el esfuerzo inversor de España fue inferior al nivel prepandemia. La tasa apenas llegó al 19,3%, mientras que en 2019 superó el 20%. La caída, sin embargo, tiene dos lecturas. Por un lado, debe tenerse en cuenta que en el porcentaje influyen tanto el número de inversiones como el PIB. Es decir, que cuando la economía crece mucho la cifra tiende a caer y viceversa. En segundo lugar, ha cambiado el peso de las ramas de producción, reforzándose el gasto hecho por las manufacturas y los llamados servicios privados (desde la hostelería y la restauración hasta las actividades financieras y de seguros) en detrimento de la construcción, la agricultura y la energía, por lo que “la ralentización del esfuerzo inversor no implica necesariamente un menor impulso a la capacidad productiva de la economía”. Por el contrario, según explica Francisco Pérez, coautor del informe, la tendencia hace pensar que irá a más.

El analista recuerda que para mantener un crecimiento económico sostenido, es esencial que el país se aleje de la inversión en la construcción y se centre en otras áreas con mayor valor, como pueden ser las tecnologías de la información y el I+D. Y es que, aunque han perdido protagonismo, los activos inmobiliarios todavía representan más de la mitad de la inversión total en España. Es una cifra similar a la de los grandes países europeos, pero mucho mayor que la de Estados Unidos, donde destaca el desarrollo científico y tecnológico.

En una visión global, se observa que el esfuerzo inversor ha estado en torno al 20% en los últimos cinco años, lo que supone una tasa un poco más baja que la de la mayoría de países europeos —el promedio de la Unión Europea es del 22% desde 2019—, pero superior a la de los países que al igual que España, sufrieron la Gran Recesión —Grecia, Italia, Portugal—.

En cuanto a la inversión bruta total en España —que incluye el sector público y privado—, el país se apunta un aumento interanual del 2,8% en 2023, alcanzando los 281.769 millones de euros. La tasa media de crecimiento anual ha sido similar en los últimos dos años, lo que confirma, según los expertos, la recuperación paulatina de la inversión tras la brusca caída que sufrió el año de la pandemia. Otra buena noticia es que en los últimos 30 años ha sido, junto a Estados Unidos, el país con mayor crecimiento bruto en patentes, marcas, derechos de autor y demás activos inmateriales, que son a la larga los que impulsan el PIB.

Lejos de la burbuja inmobiliaria

Desde 1995 la inversión creció de forma continuada e intensa, hasta alcanzar un máximo en 2007. A partir de esta fecha fue cayendo de forma paulatina a causa de la crisis financiera hasta alcanzar su mínimo en 2013. El informe precisa que en ese año la tasa aumentó, pero fue una recuperación incompleta que se frenó de golpe con la pandemia. La covid-19 supuso un fuerte descalabro en una variable tan dependiente de la incertidumbre y las expectativas económicas. Sin embargo, la rapidez en el desarrollo de la vacuna y las medidas tomadas para proteger a los trabajadores y las empresas permitieron una recuperación importante a partir de 2021.

El esfuerzo inversor del último decenio también es muy inferior al alcanzado durante la burbuja inmobiliaria, cuando se aproximó al 30% del PIB. El documento precisa al respecto que estos niveles eran insostenibles y generaron “excesos de capacidad en activos inmobiliarios muy duraderos que provocaron un desplome de la inversión a partir de 2007, del que todavía no se ha recuperado el país”.

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