Amancio Ortega encuentra un filón en las renovables para mantener el pulso inversor en España
Pontegadea, el grupo que gestiona el patrimonio de la primera fortuna del país, suma ya 1.000 megavatios de infraestructuras eólicas o solares, mientras que lleva años sin hacer compras inmobiliarias de relumbrón
Todavía no había terminado enero cuando Roberto Cibeira, consejero delegado de Pontegadea, hizo un comentario que generó murmullos en el auditorio madrileño donde participaba en un foro inmobiliario. “Si encontramos algo que se ajuste a nuestro criterio, desde luego que invertiremos en España porque nos hubiera gustado invertir más”, dijo el máximo ejecutivo del grupo que gestiona el patrimonio de Amancio Ortega, ...
Todavía no había terminado enero cuando Roberto Cibeira, consejero delegado de Pontegadea, hizo un comentario que generó murmullos en el auditorio madrileño donde participaba en un foro inmobiliario. “Si encontramos algo que se ajuste a nuestro criterio, desde luego que invertiremos en España porque nos hubiera gustado invertir más”, dijo el máximo ejecutivo del grupo que gestiona el patrimonio de Amancio Ortega, la mayor fortuna de España. Cibeira se refería al contexto de caída de los precios inmobiliarios con que se inauguraba 2023, una oportunidad para una compañía como la que dirige, con el mandato de invertir cientos de millones al año para sacarles rentabilidad y con edificios repartidos por una decena de países con un valor que supera los 18.000 millones. Pero cuando queda poco más de un mes para que se complete el ejercicio, la mayor operación que Pontegadea ha acometido este año en España (y en todo el mundo) no tiene nada que ver con el ladrillo. La pasada semana se anunciaba la compra del 49% de una megacartera de energías renovables en la que Repsol mantendrá el 51%. A cambio ha pagado 363 millones.
La última compra de Amancio Ortega no es una ocurrencia ni una extrañeza. En realidad, es coherente con el comportamiento inversor que Pontegadea ha tenido en España en los últimos tiempos. “Es una apuesta más por la diversificación, con un socio de referencia que, además, no es nuevo”, indican en el equipo de análisis de mercados de la firma. De hecho, la compra recuerda mucho a la que supuso el estreno del grupo en las infraestructuras renovables: en 2021 se hacía con parte de un parque eólico por 245 millones. El porcentaje y el vendedor eran los mismos que ahora. Dos años después, y sumando otra adquisición (de nuevo a Repsol) de un parque fotovoltaico, Pontegadea destaca que su cartera de energías limpias ya supera los 1.000 megavatios (MW) de capacidad.
La compañía parece sentirse cómoda en ese sector. Su mayor participación industrial —una de las dos patas del grupo, junto con las inversiones inmobiliarias— sigue siendo Inditex, el gigante textil que fundó Amancio Ortega y lo ha convertido en uno de los hombres más ricos del planeta (su fortuna se estima actualmente en más de 86.000 millones de euros, según Forbes). Pero también posee porcentajes minoritarios en Enagás Renovables, las redes eléctricas de España (Redeia) y Portugal (REN), así como en Telxius, una empresa de torres de telecomunicaciones que comparte con Telefónica.
En suma, desde hace años aumentan las posiciones del brazo inversor de Ortega en compañías con un denominador común: todas se relacionan con algún tipo de infraestructura y tienen socios de referencia que se encargan la gestión del día a día. “La filosofía de Pontegadea es seguir creando riqueza económica, no mediante una atención directa al usuario, sino con servicios estables a largo plazo”, resumen en la firma gallega. Evitar prestar servicios directos es una manera de ahorrarse una potencial crisis reputacional para Inditex o alguna de sus marcas con implantación mundial (Zara, Massimo Dutti o Bershka, entre otras) ante cualquier contratiempo.
Se trata de una estrategia que recuerda en algo a la que sigue en la que es su principal fuente de actividad. Pontegadea posee decenas de inmuebles que explota en arrendamiento, mayoritariamente oficinas cuyo mantenimiento se encarga a terceros. Los activos inmobiliarios representan más de cuatro quintas partes de su cartera inversora. Sin embargo, mientras su presencia en el mundo de las renovables no ha dejado de crecer en los últimos años, hay que remontarse a 2016 para recordar la última compra inmobiliaria de relumbrón que hizo en España. Fue la Torre Cepsa, uno de los rascacielos que definen el horizonte del norte de la capital, y el desembolso se elevó a 490 millones, según las cifras que se publicaron entonces.
Potencial de crecimiento
Comprar un bloque de casi 250 metros de altura en Madrid o hacerse, como ahora, con una participación en doce parques eólicos y dos plantas fotovoltaicas que se reparten por toda la geografía española parecen cosas muy diferentes. Pero todo responde a la necesidad de buscar inversiones en mercados donde Pontegadea vea potencial de crecimiento, que se ajusten a sus expectativas de retorno y que además permitan mantener los activos mucho tiempo. La lógica es diferente a la de los fondos de inversión, que tienen plazos para luego vender y recuperar su apuesta. El mandato para la patrimonial de Ortega es claro: comprar, comprar y comprar. Y lo es porque su principal fuente de ingresos, que son los dividendos que recibe anualmente por el 59,29% de participación que tiene en Inditex (traducido: 2.217 millones solo en este ejercicio), perdería sentido (además mucho valor en una situación como la actual crisis inflacionaria) si se quedaran inmóviles.
Eso lleva a Pontegadea a invertir cifras astronómicas año tras año. En lo que va de 2023, supera los 1.000 millones. Pocas operaciones llegan al mercado sin pasar por la mesa de análisis de la firma con sede en A Coruña. Pero muy pocas se ajustan a las características descritas más arriba y al tamaño que necesita para mantener tal volumen de negocio. Máxime para una empresa, otra marca de la casa, que cuenta con una plantilla relativamente modesta: no alcanza el centenar de personas pese a estar presente en 10 países. Como resultado, no parece que el mercado inmobiliario español haya brindado en los últimos años las oportunidades que anda buscando el que es uno de los mayores family offices (como se conoce en argot financiero a las empresas que gestionan grandes patrimonios familiares) del mundo.
La situación contrasta llamativamente con lo que sucede al otro lado del Atlántico. En los últimos años, Pontegadea ha tenido una intensa actividad en el mercado inmobiliario estadounidense, a años luz de cualquier otro por las cifras que se manejan. Allí la compañía de Ortega es casera de grandes tecnológicas, cuyas oficinas compra para arrendárselas, y llevó a cabo en 2022 la mayor operación de su historia: 905 millones de dólares (entonces prácticamente en paridad con el euro) por hacerse con siete centros logísticos que prestan servicio a gigantes de la distribución como Amazon o Nestlé. Y también ha comprado, el año pasado y este, grandes bloques de viviendas de semilujo en alquiler, tanto en Nueva York como en Chicago.
Todo esto hace de EE UU el primer mercado de Pontegadea por volumen de inversiones, gracias a activos que, en definitiva, parecen difíciles de encontrar en otras partes. Pero Ortega también parece haber hallado con las renovables la solución para seguir manteniendo a España, el país de origen de su imperio empresarial, como el segundo mayor mercado para el grupo. Al fin y al cabo, lo advirtió de manera discreta Cibeira en la charla que dio en Madrid once meses atrás: “Tendremos el ojo también puesto en las infraestructuras”.
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