Frances Chang: “Es imposible ser completamente autosuficiente en chips”
La ejecutiva del programa estadounidense de semiconductores aboga por la cooperación con Europa para una producción diversificada: “No es una competición ni un juego de suma cero”
La crisis de los chips trajo de cabeza al mundo en 2021 y parte de 2022, paralizando industrias completas y agravando la sacudida inflacionista. Un año después, las aguas bajan más tranquilas. Pero Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, no quiere nuevos sobresaltos: el Gobierno de Joe Biden ha movilizado más de 50.000 millones de dólares (más de 47.000...
La crisis de los chips trajo de cabeza al mundo en 2021 y parte de 2022, paralizando industrias completas y agravando la sacudida inflacionista. Un año después, las aguas bajan más tranquilas. Pero Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, no quiere nuevos sobresaltos: el Gobierno de Joe Biden ha movilizado más de 50.000 millones de dólares (más de 47.000 millones de euros) para llevar de vuelta a su país las fábricas de semiconductores, reducir su enorme dependencia de las importaciones procedentes de Asia y cortar amarras con China en plena pugna por el cetro económico mundial. Frances Chang, directora de participación internacional del programa Chips —adscrito al Departamento de Comercio de EE UU—, atiende a EL PAÍS en Madrid, durante una visita destinada a estrechar lazos.
Pregunta. ¿Por qué se pone tanto el foco en los chips?
Respuesta. Porque están en todo lo que utilizamos en nuestro día a día: desde la tableta que está utilizando usted ahora mismo hasta los móviles; de los coches a las lavadoras... Se han convertido en una parte integral en nuestra vida diaria.
P. ¿Qué busca EE UU con su reciente ley de Chips?
R. El objetivo es ayudar a crear una cadena de suministro global de semiconductores más resiliente. La escasez de chips tras la pandemia llevó, a su vez, a una escasez de coches y ha tenido efectos realmente negativos sobre la economía mundial, estadounidense y europea. Hemos descubierto que había una concentración de la producción en muy pocos lugares, y que eso creaba dificultades. EE UU debe tomar un papel activo, pero desde que hemos empezado a analizar el problema nos hemos dado cuenta de que no podemos hacerlo por nuestra cuenta.
P. ¿Por qué?
R. Porque los semiconductores tienen muchos insumos: son centenares y muy especializados. Y requieren una disponibilidad de minerales críticos que está limitada por la propia geología. Eso hace que sea, naturalmente, una cadena global: es imposible que un solo país sea completamente autosuficiente en la producción de semiconductores. Ese no es el objetivo de la ley de Chips.
P. ¿A qué responde su presencia en España?
R. Queremos hacer divulgación con nuestros socios y aliados. Intercambiar información sobre cómo vemos el presente y el futuro inmediato de la cadena de suministro [de semiconductores]. Y cómo podemos trabajar conjuntamente en beneficio de ambos países y, también, de la población mundial.
P. ¿Cómo?
R. Ambos países tienen fortalezas en varias partes de la cadena de suministro. Y hay otras en las que, en cambio, se dan deficiencias. Por eso el Congreso de EE UU y los dos partidos [demócratas y republicanos] han decidido invertir dinero en la industria. La idea es identificar los cuellos de botella: dónde se produce una sobreconcentración.
P. ¿Por qué tiene la ley de Chips consideración de iniciativa de seguridad nacional?
R. Porque los chips son cruciales, no solo en productos de consumo, sino también en infraestructuras críticas, y necesitamos que el suministro sea consistente y fiable. El cambio climático, una pandemia… Cualquier contratiempo puede provocar una gran disrupción en la cadena de suministro.
P. ¿Han desaparecido ya los factores que llevaron a la escasez de semiconductores el año pasado?
R. Es un tema complejo. De hecho, yo misma sigo aprendiendo sobre la industria de los semiconductores. Es muy cíclica y pasa tiempo hasta que la oferta y la demanda vuelven a acompasarse. Estamos en un periodo en el que las cosas vuelven a ser un poco más estables, pero, dada su propia naturaleza, habrá periodos de infrasuministro y sobresuministro.
P. El riesgo de un nuevo periodo de escasez sigue ahí, entonces.
R. Esperemos que no, por eso estamos invirtiendo. También tenemos que ser cuidadosos para no crear una sobreoferta de algunos tipos de chips: de lo que se trata es de tener un suministro adecuado y fiable. Y eso, a veces, implica hasta cierto punto redundancia y producir más de lo que vas a necesitar en momentos puntuales, para estar preparados para lo inesperado. Ahí es cuando el Gobierno entra en juego: si fuera estrictamente por las compañías, tendríamos un modelo de just in time [justo a tiempo, en el que se fabrica a medida que va siendo necesario] que tanto daño ha causado durante la disrupción en la cadena de suministro. Tenemos que ir, más bien, hacia un modelo just in case [por si acaso, en el que se almacena para evitar roturas de stock], aunque no sea lo más económico para las empresas. Por eso tiene que haber apoyo público e incentivos que inviten a producir más para estar preparados cuando llegue la tormenta.
P. ¿Hay alguna forma de estar 100% seguros de que no se va a repetir un episodio como este?
R. Ojalá pudiera saberlo [risas]. Lo mejor que podemos hacer es estar seguros de que hemos aprendido las lecciones del pasado y que hemos puesto los procedimientos correctos.
P. Algunos críticos con la nueva ley estadounidense cuestionan la idea de dar ayudas a un sector tan rentable como el de los semiconductores.
R. Creo que algunas dinámicas de mercado se sobresimplifican. Hay productores que, durante mucho tiempo, han ido a lugares en los que el coste [de fabricación] es el más bajo, sin tener necesariamente incorporados otros factores, como el cambio climático —utilizando energía que no es limpia—, de disrupciones en la cadena de suministro… Lo que queremos es que las empresas tomen en cuenta todos estos costes no financieros.
P. En cierto modo, EE UU y Europa están compitiendo con sus planes de nuevas fábricas de semiconductores. ¿No tendría más sentido sumar fuerzas?
R. En realidad ya estamos uniendo fuerzas. Hemos tenido muchas conversaciones con nuestros socios europeos y estamos en contacto permanente con nuestras contrapartes. Lo que tiene sentido para España, por ejemplo, tiene sentido para EE UU: nuestros objetivos son bastante complementarios. La demanda de chips es tal, que hay espacio para más producción y, sobre todo, para más producción diversificada. Apoyamos los anuncios que se han hecho en Europa, y no lo vemos como una competición. No es un juego de suma cero.
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