El Estado dejará de ingresar 2.000 millones al año por las pérdidas del Banco de España
Los números rojos se extienden por los bancos centrales de la zona euro
El Banco de España va a arrojar pérdidas durante al menos tres o cuatro años. Las fuertes subidas de tipos están produciendo un desfase temporal entre lo que está pagando y lo que está ingresando. Por un lado, el interés que abona por los depósitos que dejan las entidades en el banco central está aumentando de forma inmediata al elevarse los tipos. Por...
El Banco de España va a arrojar pérdidas durante al menos tres o cuatro años. Las fuertes subidas de tipos están produciendo un desfase temporal entre lo que está pagando y lo que está ingresando. Por un lado, el interés que abona por los depósitos que dejan las entidades en el banco central está aumentando de forma inmediata al elevarse los tipos. Por otro, lo que cobra por la deuda pública que ha comprado todavía reporta al banco unos intereses muy bajos de cuando los tipos estaban en negativo y que tardarán unos años en deshacerse. Mientras que los intereses de los depósitos escalan ipso facto con las alzas de tipos, la deuda que tiene el banco le genera unos intereses más reducidos, comprometidos a más largo plazo y que, por consiguiente, reflejarán los incrementos de tipos con mayor lentitud. Esta situación está ocurriendo en todos los bancos centrales de la zona euro y no es preocupante en tanto que la institución española tiene provisiones acumuladas por valor de 31.000 millones de euros y, por lo tanto, ni siquiera tendrá que plantearse el debate sobre si hay que recapitalizarlo. No obstante, sí que habrá consecuencias tangibles para el Estado. Las arcas públicas dejarán de ingresar los beneficios que hasta ahora obtenía el Banco de España. Estos han alcanzado en los últimos tiempos los 2.000 millones de euros al año, una cifra superior, por ejemplo, al coste actual del ingreso mínimo vital.
Según las cuentas del Banco de España, en 2019 su beneficio tras provisiones fue de 2.252 millones. En 2020, de 2.134 millones. Y en 2021, de 1.785 millones. En los últimos 40 años el supervisor siempre había dado beneficios.
“A partir de 2023 y durante algunos años el Banco de España, al igual que la inmensa mayoría de bancos centrales del Eurosistema, entrará en un periodo en el que los resultados antes de la aplicación de provisiones para riesgos sean negativos”, señaló el gobernador, Pablo Hernández de Cos, en una intervención reciente en el Senado. Y explicó: “Esto es consecuencia directa de que el coste de nuestros pasivos se ajusta inmediatamente a los tipos de interés más elevados mientras que la rentabilidad generada por nuestras carteras de activos no se ve incrementada a la misma velocidad, al estar constituidas mayoritariamente por inversiones realizadas a vencimiento”.
Sin embargo, ¿cómo es posible que un banco que tiene el poder de emitir dinero esté sufriendo pérdidas? Puede sonar extraño, pero en realidad no es una cuestión del Banco de España, sino de los 20 bancos centrales que forman el Eurosistema.
Los bancos centrales no tienen como objetivo ganar dinero. Su misión consiste en asegurar la estabilidad de precios. Para ello, en condiciones normales tendrían que aumentar el dinero en circulación a un ritmo similar al que aumenta el PIB y la inflación. De lo contrario, en principio provocaría una constricción de la economía al haber menos dinero con el que financiar esa actividad. Sin embargo, con la Gran Recesión y la pandemia tuvieron que disparar las cantidades de dinero que emitían para tratar de mantener la economía, evitar una crisis liquidez y alejar el fantasma de la deflación. En 2014 hundieron los tipos y empezaron a comprar en los mercados cédulas y titulizaciones emitidas por las entidades financieras. Pero eso no fue suficiente para lograr reducir los tipos de interés a largo plazo y estimular la demanda. De modo que en 2015 se iniciaron las compras masivas de deuda pública a largo plazo. Y la pandemia provocó que se fuese todavía más lejos en este proceso, comprando todavía más bonos para poder financiar un parón casi total de la producción. Semejante esfuerzo ha permitido a los Estados ahorrar muchísimo dinero en intereses y financiar grandes cantidades de endeudamiento.
Esas compras de deuda, sobre todo pública, y las inyecciones de liquidez a los bancos, conocidas en la jerga como TLTRO y que se concedieron para que financiasen al sector privado, aumentaron con fuerza el dinero en circulación y, en consecuencia, el activo de los bancos centrales. Estos eran quienes, en su mayor parte, hacían las compras según lo que se acordaba en el consejo del Banco Central Europeo en función de su participación en el capital.
Y así fueron engordando sus balances. Lo que en un lado figuraba como deuda pública y préstamos a los bancos, por el otro lado aparecía en el pasivo como un incremento de los depósitos de las entidades en el banco central.
Mientras los tipos eran ultrabajos, tal situación no ocasionó problemas. En la parte del activo, la deuda brindaba un beneficio modesto pero positivo a los bancos centrales. Y por la liquidez que se prestaba a las entidades incluso se pagaba algo con tal de fomentar el crédito. En la otra parte, por el lado del pasivo, los depósitos que dejan las entidades en los bancos centrales pagaban en vez de cobrar. Así que en el neto el resultado era un beneficio para estos bancos centrales que luego entregaban a los Estados.
Vuelco con la inflación
Pero con la inflación este escenario ha dado un vuelco. Ahora en el pasivo los bancos centrales tienen que retribuir los depósitos de las entidades con los nuevos tipos. El de la facilidad de depósito del BCE, aquella donde dejan las entidades el dinero cuando no tienen donde colocarlo, ha pasado del -0,5% al 2%. Se trata de una diferencia de 2,5 puntos. En muy poco tiempo los bancos centrales han pasado de cobrar a pagar.
Tan solo hay que hacer unos números aproximados para darse cuenta de lo que significa: dado que en las últimas cuentas publicadas del balance consolidado del Eurosistema figura que hay unos 4,5 billones de euros en depósitos, esto significa que los bancos centrales han pasado de ingresar unos 20.000 millones por ellos a tener que pagar unos 100.000 millones.
Todo ello ha ocurrido en cuestión de meses. En cambio, la cartera de deuda que está en el activo se encuentra adquirida a tipos muy bajos y se mantendrá en principio en su balance hasta su vencimiento a más largo plazo. Los tipos de esta cartera irán subiendo, pero de forma mucho más lenta. Las inyecciones de liquidez conocidas como TLTRO y que se prestaron a los bancos por la pandemia ya están elevando sus intereses, pero también tardarán un poco más en ajustarse a los tipos de mercado.
No obstante, el BCE ha anunciado que en marzo iniciará una reducción del balance al no renovar una parte de las inversiones en deuda cuando venzan. A su vez esto hará que, al retirar dinero del sistema, se reduzcan los depósitos que tiene que retribuir y contribuirá a reconducir las cuentas de los bancos centrales. También empezarán a vencer pronto las inyecciones TLTRO que se prestaron a los bancos, ayudando a esta disminución del balance.
Pérdidas generalizadas
En este contexto inflacionario proliferan los bancos centrales con números rojos. El de Suiza ya ha informado de 130.000 millones de euros en pérdidas en 2022 por sus intervenciones para evitar la apreciación del franco suizo. El de Bélgica ha declarado 9.000 millones durante el próximo lustro. Por su parte, tanto el Bundesbank como la Reserva Federal de EE UU ya han dejado de ingresar beneficios a sus respectivas haciendas nacionales.
En algunos países donde no haya provisiones podría suponer un problema reputacional que el banco central tenga que solicitar al Gobierno que el contribuyente ponga dinero para recapitalizarse. En el Reino Unido, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria ha estimado que el Banco de Inglaterra requerirá en los próximos cinco años unos 133.000 millones de libras (casi 150.000 millones de euros) para cubrir pérdidas. Sin embargo, esto no tiene por qué ocurrir así. Bancos prestigiosos como los de Suiza y Canadá han operado con capital negativo. El de Chile lleva mucho tiempo en esas condiciones. En realidad no es un problema al no tener pasivos que sean exigibles por otros y poseer la capacidad de generar dinero. De hecho, pueden crear un activo diferido que se compense con los beneficios futuros.
No obstante, esta situación puede crear diversas polémicas en la arena política. Puede provocar un debate sobre cuánto se ha pasado el BCE con la expansión monetaria, sobre todo en países como Alemania. También puede poner el foco sobre cómo esos ingresos que tenían los Estados se están trasladando a las cuentas de la banca.
Otra cuestión es que el BCE tenga que ser más agresivo con la inflación. Entonces cabría la posibilidad de que no esperase al vencimiento de los bonos y los vendiese antes, recortando el dinero en circulación. Semejante escenario ahora mismo no se prevé. Pero de suceder supondría mayores pérdidas al venderse los bonos con precios hundidos y no esperar a recuperar su valor de forma íntegra en el vencimiento.