“El giro progresista en América Latina facilita la relación con Europa; sería absurdo negarlo”
El secretario general iberoamericano cree que ambos bloques están “en el alba” de un relanzamiento de sus vínculos, y ve más fáciles la renovación de los acuerdos comerciales con México y Chile que con Mercosur
Figura prominente de la derecha chilena en las últimas décadas, Andrés Allamand (Santiago de Chile, 66 años) fue elegido secretario general Iberoamericano a finales de 2021. El Gobierno de Sebastián Piñera, en el que él ocupaba el cargo de canciller, estaba en sus estertores y él saltó del barco justo a tiempo para asumir un cargo más que apetecible para cualquier político latinoamericano d...
Figura prominente de la derecha chilena en las últimas décadas, Andrés Allamand (Santiago de Chile, 66 años) fue elegido secretario general Iberoamericano a finales de 2021. El Gobierno de Sebastián Piñera, en el que él ocupaba el cargo de canciller, estaba en sus estertores y él saltó del barco justo a tiempo para asumir un cargo más que apetecible para cualquier político latinoamericano de alto rango. Casi un año después de aquel episodio —que despertó importantes críticas, pero del que no cambiaría nada si pudiera volver atrás—, atiende a EL PAÍS en su céntrico despacho madrileño, a una sola manzana de distancia de la fuente de la Cibeles y de la puerta de Alcalá. Exjugador de rugby y muy futbolero, rompe el hielo hablando del Mundial: con su país fuera de combate, sus preferencias se encaminan a Uruguay y a España.
Pregunta. Tras la pandemia, un episodio de precios altos y el dólar fuerte. ¿Cómo ve a América Latina en lo económico?
Respuesta. Claramente, es una coyuntura económica compleja. Hay un contexto de alta inflación, que era un fenómeno que estaba bajo control. Mi impresión es que los países latinoamericanos han reaccionado bien, con un manejo económico serio, a lo que ha contribuido la existencia de bancos centrales autónomos. Pero hay algo que me preocupa más: una perspectiva de bajo crecimiento, que es una de las deficiencias endémicas de la región. Comparto la preocupación de quienes temen una nueva década perdida: las perspectivas vuelven a ser particularmente modestas a partir del próximo año. Dejar atrás esa profecía es uno de los mayores desafíos de la región.
P. La coyuntura de materias primas caras, sin embargo, favorece a muchos países del bloque.
R. Es una ocasión que debe aprovechar, como entre 2004 y 2014, cuando el bum impulsó el crecimiento, redujo la pobreza y la desigualdad. En este momento hay una trilogía de oportunidades para la región: energía, minería y alimentos. Pero, para aprovecharlo y recibir más inversión, tiene que mejorar su gobernabilidad y aumentar sus niveles de confianza.
P. La UE busca energía y alimentos, y América Latina los tiene.
R. La región tiene lo que Europa necesita: alimentos, energía y minerales. Las dos terceras partes de las reservas de litio del mundo están en Argentina, Bolivia y Chile, por ejemplo. Pero los inversionistas necesitan marcos de largo plazo: la rentabilidad de un proyecto energético no se mide en años, sino en décadas.
P. La guerra, entonces, acerca ambos bloques.
R. Estamos en el alba de un relanzamiento de la relación entre América Latina y la Unión Europea, y todo lo que yo pueda hacer en mi rol de secretario general va a apuntar a eso. Hay varias razones para que esto emerja: la coincidencia de intereses contingentes, la presidencia española de la Comisión [Europea] en el segundo semestre de 2023 y una reconfiguración del orden mundial en la que se requieren alianzas. América Latina y el Caribe, junto con la UE, suman un tercio de los votos en las Naciones Unidas. Todo confluye.
P. Aún sigue pendiente de cierre el acuerdo UE-Mercosur.
R. La eternización de las negociaciones, también para la modernización de los tratados de asociación de México y de Chile, está dentro de los pendientes. Vemos con buenos ojos la cumbre entre la UE y Celac [la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños], anunciada para el segundo semestre de 2023 y que lleva ocho años sin celebrarse.
P. ¿Será 2023 el año, entonces?
R. Se ve más fácil en los acuerdos de México y Chile que en el de Mercosur, pero ojalá veamos un avance en los tres. Se dan las condiciones políticas para que se materialicen y se pueda iniciar una nueva etapa.
P. Elección tras elección, América Latina sigue virando a la izquierda. Por primera vez, las cinco mayores economías del bloque tienen gobiernos de ese signo.
R. Los cambios son elementos naturales al ejercicio de la democracia, y no afectan al devenir de la comunidad latinoamericana. Efectivamente, hay un cambio de orientación y, si uno mira los resultados electorales más recientes, hay un giro hacia posiciones de centroizquierda en países muy importantes, como Colombia, Chile o Brasil. Y hay algo muy significativo: en las últimas 14 elecciones en la región, salvo en Nicaragua, en todas ha ganado la oposición. Eso quiere decir que hay un malestar con los oficialismos.
P. ¿Cree que este giro de la región hacia posiciones progresistas puede facilitar su relación con Europa? El caso de Brasil es muy claro, con la derrota de Bolsonaro y la victoria de Lula, mucho mejor visto en Bruselas.
R. Objetivamente, la facilita: existe, en este minuto, una coincidencia que puede favorecerla. Sería absurdo negarlo, y hay que aprovechar esta oportunidad. Pero en el mediano y en el largo plazo, la relación entre ambas regiones debiera estar desacoplada de los ciclos políticos, porque si no se le resta fortaleza.
P. Cuando se impuso en la votación por la Secretaría General Iberoamericana, la realidad política era radicalmente distinta. Usted es claramente conservador, ¿se siente cómodo con estos nuevos liderazgos?
R. Mi cargo no tiene un perfil político, sino técnico, administrativo. Hay dos características que independizan su ejercicio de los ciclos políticos: que tiene que ser por consenso, por unanimidad, y que el mandato es de cuatro años, con una sola reelección posible.
P. Pero requiere de una cierta afinidad con los líderes.
R. Yo mantengo una muy buena relación con muchos de los jefes de Estado y con los cancilleres, a muchos de los cuales conocía por mi gestión anterior. Pero esto no es solamente un tema personal, sino institucional.
P. ¿Cómo es su relación con el presidente chileno, Gabriel Boric?
R. Muy buena. Yo no juego un rol político, ni intervengo en la política chilena. De hecho, cuando asumí el cargo, señalé que clausuraba definitivamente mi carrera política en Chile. Al secretario general de la comunidad iberoamericana no le corresponde involucrarse en cuestiones de política interna de los países.
P. Lo que ocurre es que usted tiene un perfil político muy marcado, mucho mayor que el de sus predecesores. Llegó incluso a tener aspiraciones presidenciales.
R. No lo niego: tengo una trayectoria política larga e intensa, que era plenamente conocida por quienes me designaron por unanimidad. Pero, al momento de asumir, cerré mi carrera política. Estoy 100% dedicado a este cargo y no me inmiscuyo en la política interna de ningún país. Partiendo por el mío.
P. Su salida del Gobierno chileno estuvo marcada por la polémica.
R. Fui objeto de críticas por mantener reuniones de trabajo en Madrid para preparar el cargo que debía asumir y a algunos sectores, con una cierta intencionalidad política, no les pareció bien.
P. Si pudiese volver atrás, ¿haría las cosas de otra manera?
R. Fui criticado por algo que no lo ameritaba. Lo que se me criticó es algo de lo que no me arrepiento: que durante mis feriados viniese a Madrid a imponerme de todas las tareas que tenía que realizar acá. Creo no haber cometido ninguna falta.
P. El aborto sigue estando prohibido o muy restringido en muchos países de la región.
R. En Chile hay una legislación de aborto en tres causales y cada país tiene distintas normativas.
P. Pero, ¿cuál es su posición personal?
R. Yo siempre fui partidario del aborto terapéutico, nunca tuve inconvenientes con ese tema. Pero le vuelvo a decir: sin ánimo de soslayar el debate, no creo que en mi actual posición deba plantear posiciones personales en temas que muchas veces son particularmente polémicos en los distintos países.
P. La próxima cumbre iberoamericana se celebra en la República Dominicana, que tiene una de las legislaciones más restrictivas del bloque respecto al aborto.
R. Los países adoptaron unánimemente la decisión de que la cumbre fuera en la República Dominicana, y no sé si fue una consideración que se tuvo en cuenta. Yo no era ni siquiera secretario general. En la comunidad iberoamericana se funciona sobre la base de la unidad, pero también con mucho respeto a la diversidad de los países. La comunidad tiene que ser particularmente cuidadosa para que los elementos en los que existen divergencias no se transformen en obstáculos para su funcionamiento.