El BCE no debe ser cruel

Esta es sobre todo una inflación de oferta, no de demanda

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, durante una rueda de prensa en Fráncfort el pasado 27 de octubre.WOLFGANG RATTAY (REUTERS)

La inflación crece con saña en la eurozona. El logro de España, que la reduce 3,4 puntos en octubre respecto a la media y se coloca como subcampeona en la tasa interanual del área euro, certifica tres realidades.

Una, que esta inflación la provoca sobre todo el encarecimiento de la energía.

Dos, que, por tanto, el país que no solo buscó (como los demás) aliviar sus nefastos efectos sociales, sino también atacar sus ca...

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La inflación crece con saña en la eurozona. El logro de España, que la reduce 3,4 puntos en octubre respecto a la media y se coloca como subcampeona en la tasa interanual del área euro, certifica tres realidades.

Una, que esta inflación la provoca sobre todo el encarecimiento de la energía.

Dos, que, por tanto, el país que no solo buscó (como los demás) aliviar sus nefastos efectos sociales, sino también atacar sus causas —apostando a las renovables y combatiendo el alza con la excepción ibérica y otras medidas—, destaca para bien.

Y tres, que los aumentos de tipos del BCE para combatir la inflación apenas tienen efectos inmediatos; y deben modularse con extrema precaución.

La opinión halcona atribuye esta inflación a la pasada política monetaria expansiva de los bancos centrales. El ordoliberal Otmar Issing endosa al BCE haber “contribuido enormemente a esta trampa” (FT, 14 de abril). Su colega ultra Hans Werner-Sinn delira al escribir que “Alemania está experimentando actualmente la inflación más fuerte de su historia” (Expansión, 4 de diciembre de 2021).

Y al afirmar que “el BCE ha venido impulsando la inflación en la UE” (Project Syndicate, 3 de octubre), por multiplicar su balance, y pues, el dinero circulante. Otra presunta culpable: la expansión fiscal de la UE y los 27 para contrarrestar la covid, las barreras a la recuperación y la guerra. No es así. Esta es sobre todo una inflación de oferta, no de demanda. Incluso en EE UU, donde la oferta energética apenas flaquea, “los factores de oferta” como “las contracciones de suministros y las disrupciones de las cadenas vinculadas a la pandemia y la guerra de Ucrania” son los “responsables de más de la mitad”; solo un tercio se debe a la demanda, y el 20% restante es de génesis mixta, calculó al milímetro Adam Shapiro, economista de la Reserva Federal de San Francisco (How Much Do Supply and Demand Drive Inflation, 21 de junio).

Más clara música suena en Europa. “La energía y la alimentación contribuyen alrededor de dos tercios” al alza de precios, calcula un reciente estudio del BCE (Eduardo Gonçalvez y Gerrit Koester, The Role of Demand and Supply in Underlying Inflation).

El Banco de España cifró en primavera que el 73% de la inflación de la eurozona y el 89% en España se explican por la energía y los alimentos (Informe anual, 18 de mayo). De modo que “los precios de la energía han sido el principal determinante de este acusado incremento a causa de las grandes subidas de los precios del gas y el petróleo” (Introducción al mismo informe del gobernador, Pablo Hernández de Cos).

Entonces, son clave dos cuestiones. Que la política monetaria “opera principalmente a través del canal de la demanda” (en resumen esencial de Gonçalves-Koester) y puede hacer directamente poco sobre los precios de la energía o del transporte marítimo: solo indirectamente, rebajando expectativas que desincentiven la demanda. Y que como esto “lleva tiempo”, pues va por fases (los tipos altos actúan sobre la banca; esta sobre el crédito, que presiona a las empresas; reduce la demanda de mano de obra, y afectan al fin a los precios), “nuestra tarea no es responder al dato de inflación más reciente”, pues “sería un ejercicio vano”, como explica Cos (La política monetaria en el área del euro, Bilbao, 29 de septiembre).

Así que, calma. Nada de imitar el ansioso sesgo al “dolor” de los trabajadores (recesión, menos empleo) que el jefe de la Reserva Federal, inocente o cruel, invoca en su cabalgada de tipos. Además, porque, como compara Olivier Blanchard, “en la eurozona la demanda probablemente se reducirá por sí sola” y el BCE “puede que no necesite incrementar los tipos mucho más” (The United States and the Eurozone Face Different Challenges in Battling Inflation, Peterson Institute, 11 de octubre). ¿Dónde está escrita la obscenidad de que los bancos centrales deban doctorarse en sadismo?

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