Mendigos y oligarcas
Gozar de altos ingresos y disponer de un gran patrimonio son cosas distintas, y hechos imponibles diferenciables
¿Tiene sentido un impuesto sobre el patrimonio, o sea, sobre la riqueza? Algunos dicen que no, porque ya basta con el de la renta, o sea, los ingresos, y lo eliminan. Pero no se extrañen, así animan a sus clientes, incluso a sus votantes.
Aquí intentaremos aclarar si la ...
¿Tiene sentido un impuesto sobre el patrimonio, o sea, sobre la riqueza? Algunos dicen que no, porque ya basta con el de la renta, o sea, los ingresos, y lo eliminan. Pero no se extrañen, así animan a sus clientes, incluso a sus votantes.
Aquí intentaremos aclarar si la renta (ingresos) y la acumulación de rentas a lo largo del tiempo (patrimonio) pueden diferenciarse. Si alumbran un hecho imponible distinto. Y, pues, si es adecuado fiscalizar ambas mediante tasas distintas. O no, porque renta y patrimonio serían lo mismo, y gravarlas por separado sería un pecado de la “doble imposición”: contra el non bis in idem de los romanos, para lo penal o lo tributario.
Veamos. Aunque algunos de sus seguidores lo nieguen, Adam Smith aplaude los impuestos sobre las rentas, a los que dedica el grueso del libro quinto de su Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (FCE, 1958). Pero no por ello deja de mostrar su admiración hacia el impuesto al ciudadano de Hamburgo de un porcentaje “de todo cuanto posee” y porque este lo declare de forma voluntaria. O por el seminal impuesto holandés al patrimonio, llamado del “penique quincuagésimo”, un 2% que “recaía sobre todo el haber correspondiente a los ciudadanos”.
Así que gozar de altos ingresos y disponer de un gran patrimonio son cosas distintas, y hechos imponibles diferenciables. “Las personas que tienen más cualificaciones o más capital obtienen una renta más alta, y por tanto consumen una cantidad mayor de los bienes producidos”, recogió Joseph Stiglitz en su reputado manual (Microeconomía, Ariel, Barcelona, 1998). El Nobel americano heredaba una reflexión arraigada.
La de quienes constataron que los “tenedores de recursos económicos superiores tienen la capacidad de pagar impuestos más altos que los que tienen parecidos ingresos, pero con menos riqueza”, como sintetizaron algunos economistas desde el Fondo Monetario Internacional (Taxation on Wealth, Rebecca Rudnick y Richard Gordon, en Tax Law Design and Drafting, 1986).
Un gran patriarca de esta distinción entre renta y patrimonio es lord Kaldor, un judío húngaro huido de la cruz gamada, de orientación keynesiana, profesor de la London School, ideólogo laborista ennoblecido por la corte de Windsor y padre de la muy aguda experta en defensa y geopolítica Mary Kaldor.
Kaldor escribió esta parábola del mendigo y el plutócrata: “El principal argumento en equidad para el impuesto [sobre el patrimonio] es que la renta tomada en sí misma resulta un criterio inadecuado de la capacidad fiscal… esto se explica mejor si comparamos la posición de un mendigo que no tiene ni ingresos ni patrimonio con la posición de un hombre que mantiene toda su riqueza, de, digamos, 10 millones de rupias, en forma de joyas y oro: si se evalúan sus capacidades solo por el examen del ingreso, la capacidad fiscal de ambos es cero” (Indian Tax Reform, 1956).
Así, los expertos del FMI concluían que la riqueza acarrea “un grado de seguridad, independencia, influencia y poder social que no es medible de forma adecuada por el flujo del ingreso de dinero tangible que acrecienta”. Y, por tanto, que la riqueza supone, en buena medida, “una base fiscal independiente”.
¿A qué conduce esto? A que establecer “un impuesto sobre el patrimonio es una de las maneras más efectivas de devolver la sensación de justicia a la sociedad...: si este tipo de impuestos fueran establecidos de manera agresiva, harían mucho por reducir la desigualdad económica”, escribió el nobel Robert Shiller (Las finanzas en una sociedad justa, Deusto, Barcelona, 2012).
Pues la imposición sobre la riqueza ha capotado del 47% al 24% en la OCDE desde 1980. Y en la Unión Europea, el 1% más rico posee [al menos] entre el 20% y el 25% de la riqueza. (Solidarity and Wealth Tax, Parlamento Europeo, abril 2022). Así que, ¿todos mendigos?