Auge y caída de Gamesa: un puntal de la industria vasca pasa a manos alemanas
La oferta de Siemens por el 33% del fabricante de aerogeneradores que aún no tiene genera incertidumbre en la plantilla y en el Gobierno vasco pese a los mensajes de tranquilidad del gigante industrial de Múnich
Lo primero que hizo el presidente y consejero delegado del gigante alemán Siemens, Christian Bruch, tras hacerse pública la decisión de absorber Siemens Gamesa hace poco más de un mes fue viajar a Bilbao para reunirse con el Gobierno vasco. En el Gabinete que preside Iñigo Urkullu había un alto grado de preocupación: por los efectos que puede tener esta operación y por el futuro del millar de empleados que la compañí...
Lo primero que hizo el presidente y consejero delegado del gigante alemán Siemens, Christian Bruch, tras hacerse pública la decisión de absorber Siemens Gamesa hace poco más de un mes fue viajar a Bilbao para reunirse con el Gobierno vasco. En el Gabinete que preside Iñigo Urkullu había un alto grado de preocupación: por los efectos que puede tener esta operación y por el futuro del millar de empleados que la compañía tiene repartidos en la sede corporativa de Zamudio (Bizkaia) y en las fábricas de Asteasu (Gipuzkoa) y Mungia (Bizkaia). De aquel encuentro con la consejera de Desarrollo Económico, Arantxa Tapia, solo trascendió que “los trabajadores no son el problema de la empresa”. Pero dado que todas las gestiones que se han producido desde entonces se mantienen bajo un tupido velo de secretismo, las dudas están lejos de disiparse.
La zozobra es más que comprensible: está en juego la joya de la corona del sector secundario vasco y una de las pocas piezas de gran valor de la industria española en la era de la ingeniería, el conocimiento y las energías renovables. Gamesa, una empresa rentable en la mayor parte de sus más de 40 años de historia —”era una máquina de generar beneficios”, recuerda Ángel Pérez, analista de Renta 4—, acumula pérdidas de 2.300 millones de euros en los dos últimos. Solo en el último semestre del ejercicio pasado, los números rojos ascendieron a —atención— 780 millones.
Este súbito empeoramiento en la salud financiera de la empresa, ha llevado al coloso alemán, que en 2017 fusionó su división eólica con la empresa vasca, a tomar una de las pocas alternativas que tenía disponibles: lanzar una OPA por el 33% del capital que aún no controla para sacarla de Bolsa e integrarla como una empresa más de su conglomerado. “Es un rescate”, sintetiza Daniel Rodríguez, que sigue el día a día de Siemens Gamesa desde Bestinver Securities.
Sin la oferta alemana, dice Rodríguez, “Gamesa tendría que acometer una ampliación de capital; así que, llegados a este punto es la mejor opción posible: los resultados no creemos que vayan a mejorar en los próximos trimestres, pero a largo plazo es un negocio buenísimo en el que la empresa alemana no puede renunciar a estar”, añade. “Si el control de Alemania hasta ahora era importante, a partir de ahora será total. Es una situación bastante delicada”, completa Pérez, de Renta 4.
Aunque particularmente grave, la situación de Gamesa no es ajena a la del resto de fabricantes de aerogeneradores, como la danesa Vestas, su competidor más claro, que acumula varios avisos consecutivos al mercado de que no cumplirá los resultados previstos. Por paradójico que pueda parecer, el apetito global por las energías renovables no se está traduciendo en una mejora en las cuentas de resultados de las empresas del sector, que acusan la multiplicación de la competencia, la rivalidad de la solar fotovoltaica —con unos costes de generación menores—, el aumento en el precio de las materias primas y el encarecimiento del transporte. “Todos estos factores han erosionado los márgenes. A eso se suma que su negocio está entre dos grandes poderes, Estados y eléctricas, que les presionan mucho, y que muchos proyectos estaban firmados a precios de hace años, sin ajustes posteriores”, resume el analista de Renta 4.
Los mensajes de tranquilidad que Bruch trasladó a las autoridades vascas no han conseguido evitar una pérdida de confianza en los planes que maneja Siemens Energy. En una reciente intervención en el Parlamento vasco, Urkullu alertó de “nuevos riesgos”: aunque fuentes de la compañía aseguran que tanto el empleo y la actividad [actual] como las compras a proveedores nacionales (1.300 millones en 2020, de las que el 26% corresponden a 700 suministradores vascos) están garantizados, al mandatario le inquieta que la Gamesa enraizada en Euskadi acabe como una sucursal alemana sin apenas capacidad para tomar decisiones relevantes.
“Desde un punto de vista de país, la oferta de Siemens es algo que los Gobiernos [español y vasco] tienen que prestar muchísima atención: es clave que haya un diálogo fluido con Siemens para asegurar que no se descapitaliza la empresa y que su actividad no se deslocaliza”, esboza por teléfono Javier Suárez, corresponsable de análisis europeo del banco de inversión italiano Mediobanca y especialista en empresas del sector energético. Es, dice, lo mismo que haría Alemania si la situación fuese la inversa. “Tener acceso a la tecnología que está detrás del desarrollo de las renovables, que son cruciales en el nuevo modelo económico, es fundamental. Más aún en un momento en el que la energía tiende a ser cada vez más local. Y, como se ha visto muchas veces a lo largo de la historia, sin un sector industrial fuerte el desarrollo económico es mucho más volátil e incierto”.
Dudas
La incertidumbre sobre el futuro de Gamesa es especialmente palpable en la plantilla, que no esconde su preocupación. El temor que tienen los sindicatos es que la “optimización estructural” anunciada por la multinacional alemana para tratar de enderezar el rumbo de la española se traduzca en un desplazamiento de los órganos de decisión a Múnich, recortes de la actividad industrial radicada en España y se prescinda de la cadena proveedores. “Desde que en 2017 Siemens Energy se hizo con el control”, critica un representante de UGT FICA, “la compañía ha ido deteriorándose por una mala gestión”.
En los últimos años, los trabajadores han visto cómo se iban vendiendo las plantas de Miranda de Ebro (Burgos), Aoiz (Navarra), Cuenca y As Somozas (A Coruña). También cómo se trasladaba parte de la fabricación a Portugal tras la compra de la alemana Senvion, y cómo se desprendía la división de parques eólicos, comprada por la eléctrica escocesa SSER por 580 millones. “Si también se venden la unidad de multiplicadoras y Gamesa Electric, podría desaparecer todo el tejido industrial que cuenta Gamesa: en España solo quedaría en España la fábrica de Ágreda (Soria)”, advierten desde UGT FICA.
La presidenta del comité de empresa, Clara Fernández (CC OO), apunta que, desde hace un lustro, cuando Siemens tomó el control de Gamesa, se han destruido 1.500 empleos en suelo español y se han cerrado cuatro plantas. “La OPA viene a certificar que el riesgo de nuevos despidos está ahí, aunque el consejero delegado Jochen Eickholt nos aseguró en una reunión reciente que esto no se va a producir”, afirma. En la práctica, coinciden los representantes de los trabajadores, “la decisión de sacar a Siemens Gamesa de la bolsa para que empiece a cotizar en Alemania significa que los centros de decisión se trasladarán allí”, afirma un delegado de UGT. Un portavoz de la empresa puntualiza que, desde 2017, el número de empleados en España ha pasado de 4.200 a 5.000.
Catalizador de inversión
En este escenario, el profesor Massimo Cermelli, profesor de Economía de la Universidad de Deusto, añade otro elemento fundamental: “Siendo relevante el impacto que los ajustes pueden tener sobre el empleo y la fiscalidad, la operación llega en un momento crucial en el que está en juego la captación de fondos europeos destinados a proyectos empresariales que apuestan por la revolución digital y verde”. Gamesa, añade, es una pieza esencial “para atraer inversiones de Bruselas con destino a España”.
Cermelli también destaca el “conocimiento y la tecnología que ha desarrollado Gamesa durante varias décadas” y su influencia en el impulso de las energías renovables en el país. “La estrategia empresarial irá dirigida a recuperar la senda de la rentabilidad tras las pérdidas millonarias acumuladas, pero el riesgo de una deslocalización tendría consecuencias negativas: es una compañía clave para obtener financiación europea por el ámbito económico en el que se desenvuelve”. La opa de exclusión sobre Siemens Gamesa, zanja el profesor universitario, “trasciende la operación financiera porque puede tener un alto coste en términos de empleo, fiscales y de pérdida de peso de la industria”, que en Euskadi supone el 22% del PIB. “Sería”, zanja “una pérdida irreparable con consecuencias que es muy difícil de medir en términos económicos”