Plan genial, dinero viejo
El conjunto de medidas lanzado por la Comisión Europea para afrontar la crisis por la invasión rusa de Ucrania no tiene parangón, pero los recursos para hacerlo posible son otro cantar
Es un paquete magnífico. El conjunto de normas, medidas y propuestas lanzado por la Comisión Europea el día 18 para afrontar la crisis generada por la invasión rusa de Ucrania tiene poco parangón histórico.
Aborda casi todas las cuestiones clave, como el apoyo, tanto urgente como a largo plazo, al país agredido. O el diseño y dotación material de una sólida política de Defensa. O el impacto energético en la UE, buscando su sustancial...
Es un paquete magnífico. El conjunto de normas, medidas y propuestas lanzado por la Comisión Europea el día 18 para afrontar la crisis generada por la invasión rusa de Ucrania tiene poco parangón histórico.
Aborda casi todas las cuestiones clave, como el apoyo, tanto urgente como a largo plazo, al país agredido. O el diseño y dotación material de una sólida política de Defensa. O el impacto energético en la UE, buscando su sustancial autonomía.
Los objetivos y actuaciones parecen muy bien trazados, pese a la incomparable brevedad de su preparación. Pero los recursos que deben hacerlos posibles son otro cantar. Se plantean metas y políticas comunes, pero con financiación de apaño, partidas presupuestarias recauchutadas y una escasa apelación a la mutualización del esfuerzo.
Parece como si la exitosa experiencia federal de emitir eurobonos para sufragar el Plan de Recuperación Next Generation (NGEU) hubiese sido flor de un día.
Una excepción es el apoyo a Ucrania. Desde la invasión, la UE movilizó 4.100 millones de euros. Y prevé otros 9.000 en préstamos subvencionados, rascando recodos de su presupuesto o con su garantía. Pero a largo plazo la reconstrucción será faraónica (Kiev computa ya medio billón de euros) y Europa deberá pechar con parte: “Las necesidades imprevistas superan en mucho los recursos disponibles” en el presupuesto septenal, “por lo que habrá que encontrar nuevas fuentes de financiación”, entre ellas, obtener fondos “en nombre de la UE”. Mutualizar.
Más reciente que la ayuda de crisis, la política de Defensa se plantea un salto de gigante. Sobre todo en su base, la inversión en material común que se echa en falta (hasta ahora, solo un 11% es de despacho “colaborativo” entre los 27): aéreo (drones y antidrones); terrestre (artillería antitanques); espacial (satélites), ciberseguridad, buques, movilidad militar... Un grupo de trabajo dotado de 500 millones concretará esa planificación. Y el modo de sufragarla.
Quizá lo más maduro es el capítulo energético, no en vano se lleva años trabajando en él y se acumula aprendizaje, error tras error. El catálogo de medidas para cancelar con urgencia la dependencia del gas de Rusia (155 bcm anuales) y obtener la suficiencia soberana (en 2027) es casi infinito.
Va desde las compras conjuntas de gas a controles de precio en casos extremos; de financiar nuevos oleo-y-gasoductos y plantas regasificadoras para conectar a todos, al plan intensivo de ahorro en hogares e industrias; de aumentar las renovables, hasta duplicar la actual producción de solar fotovoltaica para 2025.
La inversión adicional prevista para ello es de 210.000 millones: autopagables a largo plazo por los ahorros a generar, (93.700 millones anuales), sostiene Bruselas. Hasta movilizar un total de 300.000 millones: pero de estos, 225.000 saldrán de los préstamos no utilizados del NGEU, y otros de partidas colindantes, la agrícola o la de cohesión. Un recauchutado, a medias lógico (parte de sus fines coinciden). Pero al cabo no es dinero nuevo.