La escalada de precios de la energía deja ya las primeras señales de destrucción de demanda

El consumo de luz cae más de un 6% en marzo entre los consumidores grandes y medianos; el de gas, casi un 9%. Antes del descuento de 20 céntimos, las ventas de gasolina y diésel también registraban caídas de doble dígito

Un hombre ajusta una bombilla de bajo consumo, en una imagen de archivo.Marta Fernández Jara (Europa Press)

El mercado empieza a imponer su ley en el sector energético español. La escalada de precios sin precedentes de la electricidad, el gas y los carburantes en los últimos meses está llevando a empresas y hogares a pensárselo dos veces antes de consumir y a aplicar medidas de ahorro para atajar cualquier gasto accesorio. El objetivo de estas medidas es nítido: reducir unas facturas que se han disparado en respuesta al encarecimiento de los combustibles fósiles en los mercados internacionales. Aún sin medidas de racionamiento en Europa ...

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El mercado empieza a imponer su ley en el sector energético español. La escalada de precios sin precedentes de la electricidad, el gas y los carburantes en los últimos meses está llevando a empresas y hogares a pensárselo dos veces antes de consumir y a aplicar medidas de ahorro para atajar cualquier gasto accesorio. El objetivo de estas medidas es nítido: reducir unas facturas que se han disparado en respuesta al encarecimiento de los combustibles fósiles en los mercados internacionales. Aún sin medidas de racionamiento en Europa —un escenario que, a estas alturas, nadie descarta— la destrucción de demanda ya ha empezado.

El consumo peninsular de luz acumula desde el 1 de enero un descenso del 2,9% interanual, según los últimos datos de Red Eléctrica de España (REE). De esa cifra, según Javier Revuelta, experto de la consultora Afry, 2,3 puntos porcentuales son íntegramente achacables a un menor consumo por el alza de precios, sobre todo en el ámbito industrial. El resto (0,6 puntos) tienen que ver con la explosión del autoconsumo, una tendencia que también se ha visto impulsada por el brutal encarecimiento de los recibos.

En el caso específico de las empresas (industriales o no), el índice adelantado de consumo de luz que elabora mes a mes REE, refleja una disminución del 1,3% en enero, del 2,1% en febrero y del 6,6% en marzo. En todos los casos, ya aplicada la habitual corrección por calendario y temperaturas. Las cifras de Datadis, otra plataforma de seguimiento de la demanda, abundan en esa línea: en enero, el último dato disponible, la caída en hogares y microempresas se retrajo aún más de lo calculado por Red Eléctrica (un 3,2% interanual).

Los datos, por tanto, sugieren que el retroceso de la demanda de electricidad no ha hecho más que comenzar. Y que va a más. Todo, pese a que la comparativa es frente al tramo inicial de 2021, cuando aún había activas restricciones a la movilidad para frenar la expansión del virus —con muchas actividades económicas consumiendo menos de lo habitual para esas fechas— y el turismo internacional era poco menos que un páramo. Este año ya no es así.

“Aunque no es el único factor, está claro que el incremento de precios ya se está empezando a notar sobre la demanda”, confirma Pedro González, director de regulación de la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica (Aelec), la patronal del sector. “En hogares no debería haber grandes variaciones, porque seis de cada 10 tienen una tarifa de mercado libre, que apenas se han visto afectadas. Pero, sin duda, todos somos más sensibles y hemos empezado a aplicar medidas de eficiencia para reducir el consumo”, agrega. “Es lógico que se esté empezando a producir una destrucción de demanda, sobre todo en el sector privado: empresas que no pueden repercutir el incremento de costes”, completa Revuelta.

La dinámica es muy similar en el caso del gas natural. El consumo convencional de este combustible, usado en un buen número de procesos industriales y para calefactar y proveer agua caliente a hogares, retrocedió un 4,9% en marzo a pesar de la congelación de la tarifa regulada. Esa métrica, publicada por el gestor del sistema gasista español (Enagás) es la más fiable, ya que excluye la parte destinada a generación eléctrica —que depende mucho más de la disponibilidad de viento y sol, dado que las centrales de ciclo combinado hacen de respaldo del sistema en los tramos del día en los que las renovables no dan abasto—. Aplicadas las habituales correcciones de temperatura y laboralidad, la caída anual es aún mayor: del 8,7% en marzo y del 5,4% en el acumulado de los tres primeros meses de 2022.

“En el caso del gas, ya estamos empezando a ver una bajada de la demanda vinculada a los precios. Espero que sea algo temporal, después de la fuerte subida de marzo y abril, pero es una evidencia que el encarecimiento está retrayendo consumo”, desliza Verónica Rivière, presidenta de GasIndustrial, la asociación que representa los intereses de los consumidores de este combustible en el sector secundario. “Atendiendo a la evolución de indicadores de consumo industrial, se aprecia una reducción de la demanda en el primer trimestre del año”, constata, por su parte, Joan Batalla, de Sedigas, otra voz autorizada en el sector. “Habrá que atender a los datos de los próximos meses para poder valorar si se trata de algo coyuntural o si el contexto energético actual tiene efectos estructurales sobre la demanda gasista”.

Carburantes: descenso con peros

Aunque la disponibilidad de datos es menor, el sector de los carburantes (gasóleo y gasolina) también empieza a arrojar algunas señales de destrucción de demanda. Según los datos de la Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio (Ceees), en marzo —cuando los combustibles de automoción batieron su máximo histórico de precios—, las ventas se hundieron un 20% interanual. De nuevo, a pesar de que en marzo de 2021 las restricciones aún inhibían muchos movimientos de ocio. “El precio ha sido la variable clave: se fue por encima de los dos euros por litro y esa es una barrera psicológica que hace que mucha gente no vaya a las estaciones de servicio”, apunta el director general del organismo, Nacho Rabadán.

El vínculo entre precios y demanda es especialmente claro con un dato en la mano: en lo que va de abril, después de que el pasado día 1 el Gobierno anunciase un descuento extraordinario de 20 céntimos por litro repostado, el consumo de gasolina y diésel crece un 35% interanual. Una parte se puede achacar a que muchos conductores esperaron al cambio de mes para aprovechar la rebaja. Otra, a que la Semana Santa ha caído este año íntegramente en el cuarto mes del año, mientras que en 2021 estuvo a caballo entre marzo y abril. “La bonificación está animando el consumo, pero ahora vemos cómo los precios están volviendo a subir de nuevo y tememos que lo de abril sea poco menos que un espejismo. Mientras no se tomen medidas en los mercados mayoristas, se seguirá destruyendo demanda”, añade Rabadán.

La destrucción de demanda energética asociada a la subida de los precios está lejos de ser una cuestión únicamente española. Con el barril de petróleo por encima de los 100 dólares por barril desde el inicio de la guerra en Ucrania, el banco de inversión estadounidense JP Morgan cree que el proceso —una constante en cada crisis de precios y una de las vías clásicas para reequilibrar oferta y demanda— ya ha empezado a escala global. Salvo giro drástico en la dirección del mercado, es solo el aperitivo de lo que está por llegar. Una dinámica que, sin embargo, tiene visos de ser más “modesta” en el caso de los carburantes que en anteriores crisis energéticas (como el doble shock de los setenta: en 1973 y en 1979), según el Banco Mundial.

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