Una filial irlandesa de Microsoft no pagó nada en impuestos por unos beneficios de 260.000 millones
Microsoft Round Island One tiene su residencia fiscal en Bermudas, y carece de empleados más allá de sus directores
El último ejemplo de los cuantiosos ahorros que logran las grandes corporaciones gracias a los paraísos fiscales lo protagoniza Microsoft. Según una información del diario The Guardian, la filial irlandesa de la compañía de telecomunicaciones, llamada Microsoft Round Island One, no desembolsó ni un solo euro en impuestos el año pasado, a pesar de declarar un beneficio de 314.700 millones de dólares (260.000 millones de euros). La firma,...
El último ejemplo de los cuantiosos ahorros que logran las grandes corporaciones gracias a los paraísos fiscales lo protagoniza Microsoft. Según una información del diario The Guardian, la filial irlandesa de la compañía de telecomunicaciones, llamada Microsoft Round Island One, no desembolsó ni un solo euro en impuestos el año pasado, a pesar de declarar un beneficio de 314.700 millones de dólares (260.000 millones de euros). La firma, que cobra los derechos de autor que generan las licencias por uso de software de Microsoft en todo el mundo, habría evitado el pago gracias a que fijó su residencia fiscal en Bermudas.
El diario local Irish Times publicó el mes pasado que el ingente beneficio atribuido a la filial irlandesa de Microsoft procede, según la multinacional, de los excedentes y activos recibidos de dos subsidiarias liquidadas, Microsoft Luxembourg USA Mobile Sarl y MACS Holdings Ltd. Para Microsoft, por tanto, no se puede hablar de beneficios ligados a su actividad, sino a un cambio de fichas en su estructura empresarial. Así lo señala a este diario un portavoz de la compañía. “El aumento en el balance de Microsoft RIO, una sociedad de cartera, fue un evento único y refleja una reorganización entre empresas, no una ganancia en efectivo”.
La filial irlandesa carece de empleados, solo dispone de directores, y distribuyó a su matriz, Microsoft Corporation, 55.000 millones de dólares (unos 45.400 millones de euros) en dividendos repartidos en dos pagos. El salto cuantitativo que dio en el último año fiscal ha sido espectacular, dado que el ejercicio anterior declaró unas ganancias muy inferiores, de 10.000 millones de dólares (unos 8.250 millones de euros).
Según The Guardian, en la declaración de impuestos la empresa aparece registrada en la oficina del despacho de abogados Matheson, en el centro de Dublín, y en dicho documento justifica así la ausencia de pago alguno: “Como la empresa es residente fiscal en las Bermudas, no se cobra ningún impuesto sobre la renta”. Fuentes de Microsoft aseguran que no han hecho nada ilegal. “Microsoft ha estado operando e invirtiendo en Irlanda durante más de 35 años y es un contribuyente y empleador de su economía desde hace mucho tiempo. Nuestra estructura organizativa y fiscal refleja nuestro complejo negocio global. Cumplimos plenamente con todas las leyes y normativas locales de los países en los que operamos”, defienden por correo electrónico.
Las maniobras de ingeniería fiscal de multinacionales para ahorrar en su factura fiscal no son inusuales, pero en este caso, la enorme suma libre de impuestos, equivalente al 75% del PIB de Irlanda, ha desatado críticas, y eleva la presión sobre las grandes corporaciones en pleno debate sobre la implantación de un impuesto de Sociedades global de un mínimo del 15%, impulsado por la Administración del presidente de EE UU, Joe Biden. Este mismo viernes, los ministros de Finanzas del G-7 —que agrupa a Canadá, Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania, Italia y Reino Unido, además de contar con la presencia de la UE— empiezan un encuentro de dos días en Londres para allanar el camino al pacto sobre la nueva fiscalidad global.
Irlanda, el país que ha servido de trampolín a estas operaciones de Microsoft para evitar pagar impuestos, es uno de los más firmes opositores de esa nueva regulación a escala planetaria. Su impuesto de Sociedades es del 12,5%, el más bajo de la UE junto al de Chipre, lo que le permite convertirse en un polo de atracción para las empresas que no quieren vérselas con el fisco. En el pasado, Dublín ya se erigió en defensora feroz de su sistema, pese a que priva de ingresos fiscales a las Haciendas de otros países. En uno de los casos más sonados, durante años pleiteó en los tribunales para que Apple no tuviera que devolverle los 13.000 millones de euros a los que le obligaba la Comisión Europea por los pactos fiscales entre Dublín y la compañía del iPhone. Finalmente, la justicia europea le dio la razón, y Apple no tuvo que ingresar esos 13.000 millones a Irlanda pese a que según Bruselas se benefició de unos acuerdos en condiciones muy ventajosas: la empresa solo tributó el 1% en 2003 y ese tipo efectivo fue bajando hasta el 0,005% en 2014.