Año tras año, renovación tras renovación, la prima que se paga en un seguro de vida suele aumentar, de una forma que, a veces, puede parecer excesiva. La razón fundamental por este incremento podría resumirse con un eufemismo: “Cada año que pasa, al hacernos mayores, disminuye la probabilidad de tomar las uvas el año siguiente”, en palabra del director técnico de la correduría Lluch y Juelich, Carlos Lluch. Dicho en plata: cuanto más se aproxima la muerte, más alta será la prima. Pero este es solo uno de los aspectos que la compañía tomará en cuenta para establecer de qué manera se revalorizará periódicamente lo que le debemos por tener un seguro de vida. Existen otros factores y limitaciones que los expertos aconsejan conocer de cerca antes de contratar la póliza.
Más allá de una corrección por el índice de precios al consumo (IPC), “tanto para su contratación como para la revalorización de la prima, a una edad más avanzada le corresponderá un seguro más caro, y se excluirán los que hayan cumplido ya 65 años”, afirma Almudena Velázquez, abogada y portavoz de Reclamador, una plataforma de reclamaciones on line. Las compañías utilizan también unas tablas de mortalidad que recogen esa probabilidad por edades y establece un ratio entre fallecidos y asegurados.
“La regulación prevé que unas tablas no pueden ser aplicadas al seguro de vida durante más de 20 años”, explica Lluch. Si bien durante mucho tiempo se utilizaron unas tablas suizas, ahora se consultan otras, elaboradas con datos de aseguradoras españolas hace una década. No obstante, “pese a que se podrían utilizar durante 10 años más, se está a punto de substituirlas con otras, dada la mejora de la supervivencia que hemos experimentado”, añade. En su opinión, este hecho “abaratará las primas de seguro, pero obligará a mayores dotaciones de reservas en seguros a muy largo plazo”, lo que reducirá el beneficio de los aseguradores. “A no ser que suban precios”, desliza.
Profesión y riesgo
A estos factores, hay que añadir la profesión, ya que esta podría conllevar algún riesgo suplementar. Al respecto, Lluch subraya que el tipo de trabajo que ejerce el usuario es uno de los motivos más frecuentes de exclusión. “Se suele rechazar a bomberos, policías y militares, entre muchas otras profesiones, por lo que, al contratar, es muy importante asegurarse de que no estamos en la lista negra, de lo contrario, estaremos pagando por nada”, advierte este experto.
Una vez haya cumplido con esta averiguación básica, el usuario tiene que conocer las primas futuras para evaluar si podrá asumirlas. “Estas o la fórmula para calcularlas en función del capital deberían aparecer en la póliza, algo que no suele suceder”, apunta, sin embargo, Ileana Izverniceanu, portavoz de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).
Conocer el producto
Lo que hay que preguntar también al asegurador “es qué ofrece cada producto, las diversas formas de indemnización que tiene, las limitaciones que pueda conllevar o si se puede personalizar añadiendo o quitando coberturas”, sugiere Velázquez, porque todo ello influye en la prima y en sus posteriores revalorizaciones. En este sentido, tendremos que ser conscientes de que no es lo mismo un seguro de vida riesgo, en el que los beneficiarios cobran cierta cantidad de dinero al fallecimiento del asegurado, o uno de vida ahorro, por el que el capital se acumula hasta la fecha de terminación del contrato y rescate, o uno de vida mixto, por el que los beneficiarios se hacen con el capital convenido solo si el asegurado fallece antes de la fecha en la que ha estipulado rescatar el importe acumulado del ahorro.
En la misma línea, Lluch aboga por informar correctamente al usuario sobre el coste que su seguro de vida tendrá año por año, sobre todo en aquellos que se renuevan una y otra vez por períodos superiores a 12 meses y sin interrupción. Esta información es aún más importante si el tomador del seguro cede el derecho de contratación, anulación y modificación del contrato a favor de un tercero, a menudo un banco. Lo mismo ocurre cuando es el beneficiario quien cede sus derechos a un tercero, de forma irrevocable. “En estos casos, aunque las primas se vuelvan extremadamente caras, el cliente se ve condenado a seguir pagando, porque ya no tiene la capacidad de anular o cambiar el seguro”, concluye.