Silicon Valley, en el punto de mira

El candidato demócrata, Joe Biden, promete una mayor presión fiscal sobre el sector tecnológico y limitar su influencia

El aspirante demócrata, Joe Biden, junto a Kamala Harris.OLIVIER DOULIERY/AFP/GETTY IMAGES

Kamala Harris, hija de inmigrantes jamaicanos e indios, es la primera mujer negra y la primera asiático-estadounidense en ser nominada a la vicepresidencia de Estados Unidos. Junto con el también demócrata Joe Biden se ha comprometido a devolver la economía, sobre todo, en protección social e igualdad, a los terrenos de Barack Obama. La onda de transformación, si el martes 3 de noviembre ganan las elecciones a la Casa Blanca, dejará vencedores y vencidos en las empresas.

Pese al cinismo...

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Kamala Harris, hija de inmigrantes jamaicanos e indios, es la primera mujer negra y la primera asiático-estadounidense en ser nominada a la vicepresidencia de Estados Unidos. Junto con el también demócrata Joe Biden se ha comprometido a devolver la economía, sobre todo, en protección social e igualdad, a los terrenos de Barack Obama. La onda de transformación, si el martes 3 de noviembre ganan las elecciones a la Casa Blanca, dejará vencedores y vencidos en las empresas.

Pese al cinismo de la política —"a menudo, las promesas de campaña no se cumplen", recuerda Libby Cantrill, directora de asuntos públicos de la gestora Pimco—, algunas compañías podrían enfrentar días inclementes. En 2019, en una entrevista en la CNN, Harris defendió la idea de “romper” Facebook. Sin embargo, los magnates de Silicon Valley han respirado tranquilos al leer la noticia de su nombramiento en sus móviles. Las propuestas de otros candidatos demócratas como Susan Rice o Tammy Duckworth —que mantenían menos contacto con la industria tecnológica— eran más duras. Elizabeth Warren, por ejemplo, no solo es partidaria de trocear la red social, sino también Google. Por lo que las alabanzas se han derramado como miel. “¡Joe Biden, has hecho una gran elección!”, tuiteó el 11 de agosto Laurene Powell Jobs, multimillonaria y viuda de Steve Jobs. Incluso Sheryl Sandberg, lugarteniente de Mark Zuckerberg en Facebook, escribió en su Instagram: “Es un gran momento para las mujeres negras y para todas las chicas del mundo”. Nadie lo duda. “Pero existe mucha presión, sobre todo del ala más progresista demócrata, para que las tecnológicas paguen más”, advierte Carlota García, investigadora principal de Estados Unidos del Real Instituto Elcano.

Porque si se analiza el apoyo económico de este plutocrático sector, las costuras se palpan con las yemas de los dedos. “Todas las principales empresas tecnológicas se inclinan hacia la izquierda en sus hábitos de contribución a las campañas”, explica Andrew Mayersohn, investigador en el Center for Responsive Politics, que analiza la distribución de los fondos electorales. “Sin embargo, la mayor parte de ese dinero procede de los empleados de las empresas, en vez de las propias firmas o de sus comités de acción política. Por lo que nadie puede adivinar si refleja el interés económico del sector o únicamente del tipo de personas que trabaja en esas compañías”. Además, Biden ha sido algo duro en su visión antimonopolio. Solo su lema de campaña (Build Back Better, “reconstruir mejor”) es la némesis reflejada en el espejo del Make America Great Again (hacer América grande otra vez) de Trump, quien, por cierto, no ha dejado de atacar incesantemente a Silicon Valley.

Detrás de esa reconstrucción hay una inversión en infraestructuras (con una ambiciosa propuesta de viviendas asequibles, que empujará a las ingenierías y las constructoras) de 1,3 billones de dólares, el aumento del salario mínimo federal a 15 dólares (“lo que podría frenar la rentabilidad de las empresas”, advierte el banco Julius Baer) y un incremento de los impuestos sobre la renta, plusvalías y sociedades. Las empresas pasarían de pagar un 21% al 28%. “Esto supone una caída media de los beneficios del 5%”, calcula Roberto Scholtes, director de Estrategia de UBS. Esa subida “golpearía desproporcionadamente a las compañías tecnológicas y de salud”, avisan Thomas Costerg y Jacques Henry, economistas de la gestora Pictet WM. Sin embargo, son amenazas que no asustan a Wall Street. El candidato parece uno de los suyos. “Los ricos son tan patriotas como los pobres”, defendió Biden el año pasado durante un acto para recaudar fondos en el hotel Carlyle de Manhattan. “Resulta importante este apoyo de los mercados porque es una antena a main street [la economía real]”, apunta Emilio Ontiveros, presidente de AFI.

Farmacia y energía

Pero ni Biden ni Harris están en política para dejar a las empresas en el mismo lugar en que las encontraron. Los expertos disparan predicciones. Las industrias más afectadas, resume Daniel Morgan, vicepresidente de Synovus Trust Company, serán las farmacéuticas (tendrán restricciones en los precios de algunos medicamentos), el gas natural (por el aumento de las limitaciones al fracking) y el carbón (debido al incremento de los subsidios a las energías verdes). Biden quiere una energía totalmente limpia (aunque sea a costa de sumarle más coste y burocracia a los hidrocarburos) y alcanzar emisiones netas cero como muy tarde en 2050.

En esta estrategia ha comprometido cinco billones de dólares en la próxima década, un impuesto al carbono, la extinción —desgrana un trabajo de BBVA— de nuevos arrendamientos de petróleo en territorio federal y las perforaciones mar adentro. Aires de barlovento para los vehículos eléctricos, las energías renovables, paneles solares, almacenamiento de baterías y turbinas eólicas. Menos tensión con Europa, una reducción de la presión sobre la industria del automóvil, el retorno al Acuerdo de París respecto a las emisiones de CO2, revitalización del transporte ferroviario de pasajeros e incluso se podrían revertir los aranceles al acero.

Esta hipotética ola azul (el triunfo demócrata incluido el control del Senado y la Cámara de Representantes), conviene no engañarse, tampoco enamora a los mercados. Pero, por primera vez, les preocupa el caótico estilo de gobernar de Trump. “He visto un significativo número de personas dejar de lado su interés económico a corto plazo porque valoran ser ciudadanos en una democracia”, reflexiona, en The New York Times, Seth Klarman, fundador del fondo de alto riesgo Baupost. Y eso pasa por saldar esa cuenta eternamente pendiente de un sistema público de salud. “El sector farmacéutico estará bajo presión en un Gobierno de Biden. Pero los hospitales se beneficiarán si logra aprobar en el Congreso un proyecto de ley de salud que ayude a apuntalar el Obamacare [normativa sanitaria creada por Barack Obama]”, relata Libby Cantrill.

La otra cara

Un segundo mandato de Donald Trump traería más leyes que entorpecerían el comercio y la inmigración, impuestos bajos y mayor regulación. “No existe ningún sector concreto que tenga interés en un retorno a una especie de guerra fría. Para hacer negocios en este siglo resulta imprescindible el multilateralismo”, argumenta Emilio Ontiveros, presidente de AFI. Pero si Trump ganase, el mundo tendría un mapa con inquietantes meridianos. Un impuesto de sociedades más bajo beneficiaría a la industria informática, sobre todo a los gigantes del sector. También llegarían números negros al carbón, el petróleo, la industria de defensa, la aeroespacial y las aseguradoras privadas. En infraestructuras, el actual presidente propone una inversión de dos billones de dólares para mejorar carreteras, puertos y puentes en mal estado.

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