Paul Polman: el gurú del buen capitalismo
El ex consejero delegado de Unilever lidera desde su ONG un movimiento para crear un sistema económico de rostro humano que además sea sostenible
Según Paul Polman, el cambio hacia un capitalismo más sostenible ya había comenzado antes de que se desatara el coronavirus. Entre sus indicios preferidos figuran las 64 grandes empresas de indumentaria que se comprometían con el objetivo de emisiones cero para 2050, los magros rendimientos de las acciones petroleras, y la decisión de BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo, de exigir a las empresas en las que invierte un informe con su huella de carbono. ...
Según Paul Polman, el cambio hacia un capitalismo más sostenible ya había comenzado antes de que se desatara el coronavirus. Entre sus indicios preferidos figuran las 64 grandes empresas de indumentaria que se comprometían con el objetivo de emisiones cero para 2050, los magros rendimientos de las acciones petroleras, y la decisión de BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo, de exigir a las empresas en las que invierte un informe con su huella de carbono. El coronavirus, dice Polman, solo ha hecho más evidente que “dirigir las empresas atendiendo únicamente a los accionistas ya no alcanza”: “Eso es lo que llevó a la crisis que estamos sufriendo hoy, y la opinión pública está castigando a las empresas que se comportan de forma irresponsable”.
Suenan a palabras de activista o de soñador, pero Polman no encaja en ninguno de los dos registros. Nacido hace 63 años en una familia de clase media de los Países Bajos, tras descartar una posible vocación al sacerdocio se dedicó al mundo corporativo, llegando a una de sus cimas en 2009. Ese año fue nombrado consejero delegado de uno de los mayores conglomerados de limpieza y alimentación del mundo, la multinacional anglo-neerlandesa Unilever. En la dueña de marcas como Hellmann’s y Dove, Polman empezó a poner en práctica su “capitalismo para muchos”, donde además de los accionistas importan el medio ambiente, los empleados, los clientes, los proveedores y el resto de la ciudadanía. De acuerdo con la página web de Unilever, durante los diez años que duró su dirección el porcentaje de cultivos sostenibles en la cadena de suministro de la empresa pasó del 14% al 62%. Todo ello mientras la compañía subía hasta 52.000 millones de euros una facturación anual que en 2010 era de 44.000 millones, y llevaba sus productos a 2.500 millones de clientes, un tercio de la población mundial.
En su ONG Imagine y en la Cámara de Comercio Internacional que preside, Polman asegura estar recibiendo estos días más llamadas que nunca de importantes ejecutivos que “quieren navegar esta crisis” de una forma responsable. Pone como ejemplo del cambio de los tiempos a Johnson & Johnson, la multinacional de productos farmacéuticos, médicos y de higiene que investiga una vacuna contra el coronavirus. “Anunciaron que si sus medicinas funcionaban las iban a poner libremente disponibles, y el precio de la acción subió, no es normal que una acción suba de precio cuando dices que vas a poner algo libremente disponible”, explica.
La transición hacia la sostenibilidad de Unilever tiene una segunda lectura y es la de preguntarse cómo es posible que una empresa tan importante reconozca, por omisión, que un 38% de sus materias primas no son obtenidas de forma sostenible. La subida en la cotización de Johnson & Johnson también admite otra interpretación, y es la de que los inversores sabían que, por poco que cobre, quien desarrolle la vacuna generará un negocio formidable.
La lógica de Polman no es concluyente pero pocos razonamientos lo son en un mundo complejo y lo cierto es que varios indicadores apuntan en su dirección. A los activos financieros de empresas que se preocupan por su sostenibilidad medioambiental y social (ESG, por sus siglas en inglés) les está yendo mejor en esta crisis que a los índices bursátiles generales, según The Financial Times. Y el mercado de bonos verdes, de acuerdo con un análisis del banco de inversión UBS, también se ha distinguido por menores niveles de volatilidad y rendimientos similares a los de bonos corporativos de alta solvencia (investment grade).
Las compañías que no despiden a los empleados pese a la pandemia y las que ponen su capacidad instalada al servicio de la fabricación de respiradores, gel sanitario o mascarillas, son las que interesan a Polman, que desde Imagine crea un terreno neutral para que empresas competidoras puedan asociarse por el objetivo común de la sostenibilidad. Pero también es consciente de los malos ejemplos, aunque hasta a esos consiga darles la vuelta con un optimismo empedernido. “Hay empresas, como Amazon, que tienen un perfil contradictorio, por un lado, contratan a más gente y les pagan un salario y son un montón de personas, pero a la vez sus empleados actuales se ponen en huelga o denuncian que las provisiones sanitarias de la empresa no alcanzan y terminan forzando al cambio a Amazon... Lo que estoy tratando de decir es esto: en vez de que te obliguen a modificar tu comportamiento, en vez de esa mala publicidad, ¿por qué no tomar una actitud proactiva y hacerlo uno mismo?”.
Malos ejemplos
Este no es buen momento, dice Polman, para las empresas de cruceros que quedaron fuera de los rescates estadounidenses por haber deslocalizado sus oficinas centrales en paraísos fiscales. O para las empresas que compraban sus propias acciones en vez de reinvertir y aprovisionar reservas. O para las que abusaban de sus proveedores y hoy son la última prioridad de esos proveedores maltratados que, de repente, no tienen suficientes insumos para todos.
La empresa de sondeos Edelman publicó a finales de marzo su barómetro de confianza en las marcas, con un 62% de los encuestados diciendo que su país no podría superar la pandemia sin ayuda del sector privado y un 55% pensando que las empresas estaban respondiendo a la crisis de manera más eficaz que los Gobiernos. Pero el tercer porcentaje es el que más se alinea con los postulados de Polman, sobre todo cuando uno piensa en los beneficios crecientes de empresas envueltas en la polémica como Amazon: un 71% de los encuestados por Edelman dijo que nunca volvería a confiar en una marca si percibía que en este momento priorizaba los beneficios sobre las personas.
“Amazon recibió muchas críticas cuando se dijo que los empleados en los almacenes no tenían las condiciones de separación necesarias”, dice Polman. “En este momento mucha gente no puede pasar sin Amazon pero lo importante es saber qué pasará cuando termine esta crisis, ¿la gente se olvidará? ¿O no?”.
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