Tribuna

La derrota de España en el Eurogrupo: la brecha económica lastra Europa

La verdadera explicación de la derrota de la candidata defendida por países que suman el 83% de la población de Europa atañe a la persistencia de visiones económicas antagónicas exacerbadas por la crisis surgida a raíz de la pandemia

Nadia Calviño junto a Gentiloni, Lagarde en un Eurogrupo.Francisco Seco (AP)

El nombramiento a la cabeza del Eurogrupo del irlandés Paschal Donohoe, que competía con Nadia Calviño en la recta final de una elección muy disputada, evidencia los escollos a que se enfrenta Europa para encontrar una salida a una de sus peores crisis.

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El nombramiento a la cabeza del Eurogrupo del irlandés Paschal Donohoe, que competía con Nadia Calviño en la recta final de una elección muy disputada, evidencia los escollos a que se enfrenta Europa para encontrar una salida a una de sus peores crisis.

El resultado refleja solo superficialmente el sistema de decisión basado en el principio de un estado, un voto, que produce situaciones paradójicas. La ministra española, además de contar con credenciales ampliamente reconocidos, estaba respaldada por países que suman el 83% de la población de la Eurozona. Por tanto, el ministro irlandés ha sido elegido gracias el apoyo explícito de países que totalizan menos de uno de cada cinco europeos.

Pero la verdadera explicación de lo ocurrido ayer atañe a la persistencia de visiones económicas antagónicas exacerbadas por la crisis surgida a raíz de la pandemia –unas divergencias que no se corregirán con una hipotética reforma de la gobernanza, ni bajo la presión del eje franco-alemán–.

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Los gobiernos de los cuatro países con más peso económico, incluida España, abogan por una respuesta conjunta, financiada por un presupuesto común a la altura de las circunstancias. Esta es la esencia de la propuesta de la Comisión, que consiste en la puesta en marcha de un plan europeo de recuperación de 750.000 millones, de los cuales 500.000 en ayudas directas y el resto en préstamos.

Sin embargo, otros países, liderados los llamados “frugales” (Austria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia) consideran que la responsabilidad de responder a la crisis reside principalmente en cada país. Si bien no se oponen a la idea de un fondo común de recuperación, no están dispuestos a aceptarlo sin importantes recortes o modificaciones para que no redunde en una subvención a las “malas” prácticas de las economías más endeudadas.

Las visiones también divergen en materia de fiscalidad, cuestión que será clave cuando los estados emprendan el camino del desendeudamiento. Una cierta armonización es imprescindible para prevenir prácticas desleales que erosionan la recaudación y distorsionan la competencia, especialmente en la zona euro. El sector tecnológico es uno de los más beneficiados por estas prácticas, de ahí la propuesta de un impuesto europeo a las compañías tecnológicas. Sin embargo, los esfuerzos de armonización se enfrentan a los intereses de países fiscalmente atractivos como Irlanda, con un impuesto de sociedades de apenas el 12,5% (casi la mitad que en el resto de Europa).

Y estas discrepancias se superponen a las que precedían la pandemia, como la creación de un seguro europeo de depósitos, algo crucial para limitar el riesgo de crisis financiera. Se trata de prevenir fugas de depósitos desde los países más vulnerables hacia los destinos considerados como seguros por los ahorradores, como sucedió en 2011-2012.

Finalmente, la evolución de la economía, lejos limar las diferencias de estrategia, tenderá a agravarlas. La Comisión Europea vaticina un desplome del sur de Europa que rondará el 10%, mientras que la contracción se situará en el entorno del 7% en los países frugales. Sin duda, estos resultados intensificarán la brecha entre partidarios y adversarios de una acción conjunta.

Las posiciones con respecto a cuestiones esenciales como la gestión de la crisis o la reforma del funcionamiento de la zona euro se han polarizado, amenazando la cohesión europea y dificultando la recuperación. Hoy por hoy, la coalición de pequeños países parece suficientemente cohesionada como para frenar las iniciativas de Bruselas, incluso aquellas que se apoyan en un acuerdo entre Alemania y Francia. Este es sin duda el significado de las primeras declaraciones del nuevo presidente del Eurogrupo, que se propone como objetivo la creación de un “puente” entre diferentes bloques. Esperemos que sus esfuerzos se traduzcan pronto en resultados concretos, y que se extiendan a reformas cruciales como la lucha contra las prácticas fiscales desleales.

Raymond Torres, director de coyuntura y análisis internacional de Funcas. Este artículo ha sido elaborado por Agenda Pública para El País

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