La pandemia aleja a Oriente de Occidente
Los expertos creen que la crisis ahonda la fractura entre los dos bloques económicos y auguran una recuperación asimétrica
En las antiguas aulas del BUP (actual ESO), los profesores de historia planteaban sus exámenes con una pregunta que se repetía una y otra vez: “¿Causas y consecuencias de…?”. La contestación a esa pregunta estos días de Francesco Sisci, sinólogo italiano e investigador sénior en la Universidad Renmin de China, es de nota. “La pandemia es consecuencia del enfrentamiento entre Estados Unidos y China”, reflexiona por correo electrónico. Y recurr...
En las antiguas aulas del BUP (actual ESO), los profesores de historia planteaban sus exámenes con una pregunta que se repetía una y otra vez: “¿Causas y consecuencias de…?”. La contestación a esa pregunta estos días de Francesco Sisci, sinólogo italiano e investigador sénior en la Universidad Renmin de China, es de nota. “La pandemia es consecuencia del enfrentamiento entre Estados Unidos y China”, reflexiona por correo electrónico. Y recurre a la memoria. En 2003, con la epidemia del SARS, cuando no había fricciones entre ambos países, se controló pronto. “China se abrió, Estados Unidos ayudó y aplaudió los esfuerzos del país en la lucha contra el virus”, resume. Con la covid-19 ha sucedido todo lo contrario. Desconfianza, falta de datos fiables, amenazas entre naciones.
Esta secuencia ahonda la fractura este-oeste. Una ruptura social y económica. “La crisis económica ha bajado al sótano en ascensor, pero la recuperación subirá por las escaleras”, advierte un informe de Bank of America Merrill Lynch. No habrá una recuperación a dos velocidades, ni siquiera entre bloques. Será asimétrica. País por país. E incluso región por región. Y la economía empieza a plantearse, ante sistemas de salud económicamente insostenibles, cuestiones en el abismo de la ética. “Va a haber un examen más profundo sobre los costes desorbitados de tratamientos que añaden meses, y no años, a la vida”, observa un informe del banco Julius Baer.
Hasta estos lugares de pensamiento ha descendido la pandemia. Porque otras asunciones parecen escritas sobre piedra. “La profundidad de la recesión y la fortaleza de la recuperación será desigual, la velocidad en levantar el confinamiento, la importancia de servicios como el turismo en cada economía y en cada región y los recursos financieros nación por nación definirán los tiempos”, apuntó Paolo Gentiloni, comisario de Economía de la Comisión Europea. De hecho, BBVA Research anticipa un mayor impacto en Levante y las islas. España podría superar una tasa de paro del 20%, y “habrá, claro, más desigualdad”, calcula Emilio Ontiveros, presidente de Afi. “El desempleo, una de las razones de la inequidad en la distribución de la renta, está ascendiendo a un ritmo y una cuantía sin precedentes”.
Pero si regresamos al razonamiento del sinólogo italiano o escuchamos a Christophe Donay, director de macroeconomía de Pictet WM, y su previsión de que “en una carrera a dos velocidades habrá un ganador: Asia”, sentimos la complejidad del mundo actual. Simétrico y asimétrico a la vez. Los números de China son la ecuación que justifica el modelo. La economía se contrajo en el primer trimestre del año por primera vez desde la muerte de Mao Zedong, en 1976. Pese a todo, hay signos que germinan. “Faltan los pedidos de los mercados desarrollados”, alerta Gilles Moëc, economista jefe de Axa IM. Además, habrá rebrotes (como en Corea del Sur).
Sin embargo, los ciudadanos saben que deben convivir con ellos. Existe un acuerdo sin rúbrica entre el bien social y el económico. “En Oriente hay una gran identificación con los deseos y esperanzas individuales, pero también con la identidad nacional y el país. En Occidente, la gente se identifica cada vez con espacios más pequeños: un partido político, una región. Para muchas cosas podría no importar y ser enriquecedor. Pero en emergencias, esta fragmentación puede resultar fatal”, avisa Keiji Fukuda, director de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong.
Australia, Nueva Zelanda, Hong Kong, Malasia, Tailandia y Vietnam empiezan a abrir más sus economías. Otros países, en cambio, necesitan mejorar. India, Indonesia y Singapur han de esperar aún ratios más bajos de infectados. También una gramática más expresiva para el continente. Los analistas de Bank of America vaticinan una lenta recuperación en “U” para Asia y no una rápida “V”. “Viviremos una recuperación asimétrica, pero no por la separación entre ejes este-oeste, sino porque Estados Unidos y Asia están tomando más medidas de estímulo monetario y fiscal y con planes de inversión pública”, augura el economista José Carlos Díez.
Espíritu y cultura
Asia ha encontrado parte de la respuesta a la urgencia económica en la espiritualidad y la cultura. Pese a las diferencias en la calidad democrática y social entre China, Japón y Taiwán, su exitosa respuesta a la crisis desemboca en un mismo pasado. Su moral económica procede de la tradición del confucianismo y del budismo. “Doctrinas anteriores al cristianismo y que enfatizan la reciprocidad benigna. Es la idea cristiana de ‘no hagas a los demás lo que no quieras para ti mismo’. Pero mientras que en Occidente es un pensamiento débil y vago, en Oriente es un precepto básico. No depende de la intermediación de un Dios, sino que es una idea de responsabilidad social, un deber civil”, narra Ian Inkster, economista político en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres. Y sintetiza: “Haz el bien a los demás, respétalos y reconoce tus obligaciones”. Algo difícil de interiorizar en el sur europeo. Italia, por ejemplo, impuso más de 40.000 sanciones por no respetar el confinamiento solo entre el 11 y el 17 de marzo pasado.
Porque es un argumento simplificador pensar que cuanto más autoritario es el país, más efectiva es la respuesta económica a la pandemia. Esto podría explicar las tasas de Vietnam o China. Pero no las del Japón democrático, Taiwán o Corea del Sur. Es el bien común frente al individual. Es cultura. Es equidad. “En Nueva York, las minorías son las que más están sufriendo”, comenta Joseph Terwilliger, profesor de neurobiología en la Universidad de Columbia.
División en la UE
No solo se tensionan los paralelos y meridianos que entrelazan Oriente y Occidente. La tensión está dentro de casa, en Europa. Antes de la pandemia, los chalecos amarillos franceses, la AfD de extrema derecha alemana, la española Vox y los demócratas suecos, junto al británico Nigel Farage, estaban utilizando su oposición a las políticas verdes como un instrumento de ataque. Durante años, la división este-oeste nacida de la Segunda Guerra Mundial ha dejado a Polonia, Hungría, Austria y otros países de la Europa central contra el resto de la Unión. Ahora, el coronavirus aumenta el riesgo de una Europa aún más asimétrica. “Dentro de un paisaje además de crecimiento bajo durante los próximos dos o tres años”, augura Julián Cubero, economista de BBVA Research. Un Viejo Continente separado entre los países del sur, muy afectados por la pandemia y su dependencia del turismo, y los del norte. El riesgo de fractura nunca se sintió tan cerca. En una reciente encuesta, el 49% de los italianos quería abandonar la Unión. Quizá porque durante la crisis, la Unión les abandonó a ellos.
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