Análisis

Desequilibrios de Cataluña

La Administración y los economistas soberanistas prefieren ignorar que tendencias de fondo como la inversión extranjera o la creación de empresas son negativas

Fachada de la Conselleria de Economia de la Generalitat. Albert Garcia

La economía catalana funciona, con vaivenes, y desequilibrios, y fuertes nubarrones en el horizonte, pero funciona. A cada vaivén positivo, la Administración y los economistas soberanistas cantan victoria. Prefieren ignorar, como en Reino Unido, que tendencias de fondo como la cuota de inversión extranjera o la creación neta de empresas, son negativas. Porque suscitan menos inquietud inmediata.

La primera euforia llegó con el cierre del primer semestre de 2018. Y es que el último de 2017 fue el peor de la historia. Y una vez superado el otoño levantisco, e instaurada una cierta tranquil...

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La economía catalana funciona, con vaivenes, y desequilibrios, y fuertes nubarrones en el horizonte, pero funciona. A cada vaivén positivo, la Administración y los economistas soberanistas cantan victoria. Prefieren ignorar, como en Reino Unido, que tendencias de fondo como la cuota de inversión extranjera o la creación neta de empresas, son negativas. Porque suscitan menos inquietud inmediata.

La primera euforia llegó con el cierre del primer semestre de 2018. Y es que el último de 2017 fue el peor de la historia. Y una vez superado el otoño levantisco, e instaurada una cierta tranquilidad —con la expectativa de un Govern que efectivamente gobernase—, las exportaciones y el consumo interno tiraron como nunca en un territorio muy exportador (su peso en ventas al exterior supera a su peso en el PIB global) y de fuerte consumo.

Entre eso y que el conjunto de 2017 absorbió el revés del otoño, se alzaron ácidas críticas a las proyecciones del Banco de España o de la Autoridad Fiscal (AIReF). Con normalidad, estas dieron sus explicaciones y corrigieron el sesgo negativo.

Pero los datos del tercer trimestre volvieron a empeorar, quizá por el aumento de la tensión política y/o el inicio de la desaceleración europeal. Y aquí ya fue el silencio. Como el que suscita el hecho de que Madrid haya incrementado su PIB un 7% entre 2007 y 2017; y Cataluña, solo un 2,3%

Algo parecido ocurre con la inversión extranjera, clave porque refleja la confianza que suscita una economía y porque lo es para su financiación.

Cuando las noticias son buenas, trompetería. Y han sido buenas, por ejemplo, en la atracción de empresas punteras por la ciudad de Barcelona.

Especialmente en el segmento de las grandes tecnológicas. Facebook decidió en mayo instalar en la capital catalana un centro de control de noticias falsas. Amazon ha ubicado grandes centros logísticos, uno de ellos de capitalidad sureuropea.

Pero estos éxitos sectoriales no ocultan el grave revés que va cuajando en términos numéricos. Las cifras de 2018 son aparatosas. Las inversiones exteriores en Cataluña supusieron el año pasado el 6,4% del total —para el 85,3% de Madrid—, cuando es raro encontrar algún ejercicio en el último decenio en que no superasen el 10%.

Es cierto que una gran operación puede desequilibrar un determinado ejercicio (y en ese año Cataluña perdió la de la venta de Abertis). Por eso conviene contemplar períodos más largos.

Por ejemplo, un trienio. En el que va de 2016 a 2018, la inversión exterior en Cataluña se desplomó del 31% al 6,4% del total español, mientras que su rival madrileña ascendió del 44% al 85%.

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