Despoblación rural y migraciones climáticas en España: dos desafíos, una respuesta anticipativa

El calentamiento global provocará desplazamientos en la Península, y el reasentamiento de poblaciones afectadas en zonas despobladas puede ser una medida adaptativa y cohesionadora

Embalse de La Viñuela (Málaga), en diciembre de 2017. / DANIEL PÉREZ (EFE)

El cambio climático, en su impacto sobre las sociedades humanas, tiene la capacidad de aumentar la desigualdad, la pobreza, las migraciones o los conflictos, tal y como ya se observa en diversos países. Para hacer frente y anticiparnos a estos problemas será necesario que en los próximos años se desarrollen programas de ‘ingeniería social’, nuevos, innovadores e incluso traumáticos, pero necesarios para mantener la cohesión social, la equidad y la solidaridad de nuestra sociedad ante los impactos del cambio climático.

En este sentido, no tiene por qué considerarse un fracaso, ni ser des...

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El cambio climático, en su impacto sobre las sociedades humanas, tiene la capacidad de aumentar la desigualdad, la pobreza, las migraciones o los conflictos, tal y como ya se observa en diversos países. Para hacer frente y anticiparnos a estos problemas será necesario que en los próximos años se desarrollen programas de ‘ingeniería social’, nuevos, innovadores e incluso traumáticos, pero necesarios para mantener la cohesión social, la equidad y la solidaridad de nuestra sociedad ante los impactos del cambio climático.

En este sentido, no tiene por qué considerarse un fracaso, ni ser descabellada la idea de colaborar en la repoblación de lo que se denomina ‘la España vacía’, por personas provenientes de zonas del sur peninsular cada vez más afectadas por los impactos del cambio climático.

Se exponen a continuación dos problemas que alertan sobre nuestra frágil relación con el medio y su relación con el aumento de la desigualdad o la pobreza. Uno es de solución difícil pero posible, como es la despoblación rural, y otro de solución mucho más difícil, como es el impacto del cambio climático sobre las sociedades humanas, con consecuencias como el aumento de las migraciones. Pero vayamos por partes.

La despoblación de las zonas rurales es un problema que afecta a numerosas zonas de España y nos empobrece como país. Esa España que se vacía, además, está llevando a una situación crítica a muchos campos, montes y bosques que han sido cuidados y modelados por el hombre durante siglos. Su abandono supone una pérdida de importantes activos medioambientales y agrícolas. Igualmente, esa merma en las labores de cuidado implica un factor de riesgo para la conservación del medio natural ante la erosión del suelo o el aumento de incendios forestales.

En un encuentro reciente, los presidentes de las comunidades autónomas de Castilla y León, Aragón, Castilla-La Mancha, Galicia, La Rioja y Asturias llamaban la atención sobre el grave problema de despoblación en que se encuentran inmersas, lo que se agrava con el progresivo envejecimiento de la población rural.

Podemos hablar de provincias como Zamora, Soria, Teruel, Cuenca, Guadalajara o Burgos. El territorio de estas provincias alcanza el 15,65% del total nacional. Sin embargo, la suma total de su población sería de aproximadamente 1.205.000 habitantes, que, concentrados principalmente alrededor de las capitales de provincia, es solo el 2,58% de los 46 millones del total nacional. Esta cifra contrasta con el primer censo moderno español de 1857, que reflejaba la actividad y vida del mundo rural al estar la población más repartida entre las localidades, sumando entre estas seis provincias 1.397.661 habitantes, sobre un total de 15.464.340, es decir un 9,03% de la población de la España de la época.

Vayamos al sur, al sureste peninsular. La Región de Murcia tiene aproximadamente 1.470.000 habitantes y ocupa el 2,24% del territorio nacional, Málaga tiene 1.630.000 habitantes y ocupa el 1,44%, y Almería tiene 706.000 habitantes y ocupa el 1,73%. En total, son aproximadamente 3.806.000 habitantes, el 8,15% del total de la población nacional, pero ocupando solo el 5,41% del territorio nacional.

En áreas de Murcia, Málaga o Almería los cultivos son cada vez menos viables por el aumento de las temperaturas y la sequía, y la población considera su traslado a otras zonas al no encontrar medios de vida alternativos

Según el INE, Murcia contará con 1.578.022 habitantes en 2033, ganando más de 100.000 habitantes, lo que supondría un incremento del 6,9%. Almería, por su parte, será la provincia andaluza donde más crecerá la población, estimándose un aumento para 2040 de entre 771.566 hasta 822.870 habitantes. La provincia de Málaga sigue atrayendo población, aumentando en 2017 en 9.171 habitantes.

En el ranking nacional de mayor crecimiento natural de la población en términos absolutos encontramos que tras Madrid, están Murcia en segundo lugar, Almería en tercero y Málaga en quinto puesto tras Baleares.

Estos datos se deben enmarcar en la tendencia general que está experimentando España de declive demográfico, pero llegados a este punto se propone introducir una variable con la que no cuentan tampoco las proyecciones demográficas, y que se hace notar cada vez más en nuestro país: el cambio climático.

La reducción de precipitaciones y el aumento de la temperatura y las sequias tendrán en la península ibérica, y en especial en su mitad sur, una de las zonas más damnificadas de la región mediterránea. Según un estudio, entre 2051 y 2100 y en un escenario de bajo impacto climático, ciudades como Málaga y Almería experimentarán más del doble de sequías que entre 1951 y 2000.

Desde el Gobierno central se considera que habrá una reducción de las aportaciones de agua y una modificación de la demanda en los sistemas de regadíos, donde las zonas más críticas serán las semiáridas como la cuenca del Segura, con una reducción de las aportaciones de hasta un 50%, incrementándose la demanda de agua y las necesidades de riego de los cultivos. Además, la escasez de agua podrá limitar o impedir la viabilidad de las áreas turísticas, uno de los motores económicos de la zona y el país.

Conviene señalar igualmente la insostenibilidad de mantener al ritmo actual proyectos como el trasvase Tajo-Segura, que no hacen sino limitar la capacidad de buscar soluciones innovadoras al problema del agua como la desalación, agrava los impactos del cambio climático y acaba por empobrecer y secar tanto a cuencas donantes como receptoras.

En Murcia, en las Tierras Altas de Lorca, en Málaga en la comarca de La Axarquía o en Almería en la zona de Tabernas, encontramos que los cultivos de la zona son cada vez menos viables debido al aumento de las temperaturas y la sequía, y la población afectada considera su traslado a otras zonas al no encontrar otros medios de vida alternativos.

Hablamos de desplazamientos imperceptibles, por ahora, pero que nos deben llevar a reflexionar ante un futuro cercano. Igualmente, esta conjunción de problemas debe servir para reflexionar y echar la vista a procesos históricos de repoblación, como fueron el Fuero de Nuevas Poblaciones de 1767 de Carlos III, que pretendía revitalizar Sierra Morena con labradores centroeuropeos, o los que se fueron sucediendo a partir del siglo IX acompañando la progresiva retirada musulmana de la península y el empuje cristiano.

En la actualidad se observan actuaciones dirigidas a repoblar zonas en declive de Escocia, Francia o también de España. Los programas de Inversión Territorial Integrada (ITI) o iniciativas como la Red Ibérica de Ecoaldeas, entre otros, dirigen de diferente forma sus esfuerzos hacia un objetivo común: revitalizar el medio rural, evitar la degradación medioambiental y, en definitiva, atraer más población, invirtiendo dinámicas demográficas negativas.

Reforzar estos procesos de dinamización rural, con experiencias piloto de reasentamiento con personas procedentes de otras zonas de España afectadas por el cambio climático, debe entenderse como un paso necesario para afrontar nuestro propio futuro como sociedad. Se propone en este sentido investigar sobre la problemática, identificar zonas de actuación y poblaciones, involucrar a las administraciones, fomentar la cooperación interterritorial e integrar este enfoque en estrategias en marcha como las ITI, entre otros aspectos.

La desigualdad y la pobreza van de la mano del cambio climático. Frente a este desafío necesitamos sociedades más protegidas, cohesionadas, solidarias y dispuestas a enfrentar este fenómeno. Lo que pudiera parecer ahora un fracaso social puede llegar a ser un auténtico banco de experiencias y conocimiento que permita proteger mejor y a más personas en el futuro.

* Jesús Marcos Gamero es investigador de la Fundación Alternativas y miembro del Grupo de Investigación en Sociología del Cambio Climático y Desarrollo Sostenible de la Universidad Carlos III de Madrid

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